NOTA.- Esta es la versión 1 del texto. Una versión novel de una novela que precisa ser leida por los amigos para corregir incoherencias, erratas, errores y horrores. Se agradece cualquier aportación personal que añada interés al relato.
Al Sur de La Moraleja – ROAKS
Septiembre 1972
CAPITULO II.- La piscina
Ronald estaba bastante dormido cuando bajó la escalinata de su casa. Con pantalones cortos, camiseta deportiva y sus zapatillas Converse All-Stars, salió a la fresca mañana, hizo algún estiramiento y cogiendo impulso comenzó a correr, mientras el sol comenzaba a levantar en el horizonte. No era para menos su atontamiento, la fiesta había finalizado a las 8 y hasta media noche no había aparecido por aquella escalera. Había sido una noche tan intensa como confusa. Era sábado, así que había dos coches aparcados bajo el porche y otros tantos en la rampa de acceso. Los niños no se habían despertado y la radio de la Base tampoco sonaba aun como música de fondo por las calles. Trotaba hacia La Frutería por High Road camino de La Rotonda, cuando le adelantó el Sargento Smith con su coche patrulla, dándole un leve bocinazo de buenos días. Seguramente había dado el relevo a los guardias civiles en su base de la entrada, en el bajo de un cuadruple, y se dirigía a la oficina de mantenimiento junto a La Fruteria para tomarse un café. Nunca quedó muy claro cómo se repartían el trabajo entre guardias y policías militares, pero siempre daba la sensación que estaban permanentemente de vigilancia, pues te les encontrabas en cualquier sitio a cualquier hora, aunque era evidente que hacían sus horarios y sus guardias. Lo que sí tenían bastante claro era que la zona de los colegios y el teatro, así como la piscina y los parques, era exclusividad del sheriff (la policía aérea) y las rondas a pie de los guardias civiles.
Desde el inmenso balcón se apreciaba una vista hermosa al amanecer. Al fondo el perfil de Madrid, el pequeño valle y más acá El Encinar con sus casas iguales diseminadas entre la arboleda, con el colegio y sus instalaciones aledañas al pie de la colina, el pequeño arroyo casi seco y, en la otra orilla, las construcciones diseminadas que nunca había identificado plenamente. Gándara había vuelto de misa de siete y media en la Iglesia del Convento de las Esclavas, como todos los días, y después de comulgar se disponía a desayunar en casa, como ordenaba el percepto del sacramento. El chofer, mientras tanto, había bajado hasta el pueblo a por pan y el ABC. Se disponía a leer el periódico cuando creyó ver en la lejanía a un deportista salir a correr del edificio más próximo a su casa. Al menos ya había tres personas despiertas a esas horas pensó. La portada traía a Fischer, genial ajedrecista, comiéndose las uñas durante su victoriosa partida con Boris Spassky dando por finalizados veinte años de hegemonía soviética. En páginas interiores noticias sobre el Rey Hassan de Marruecos y su cada vez más turbulenta nación hermana. La banda ETA parecía una vez más desmantelada, después de su último atentado y la consiguiente represión. Declaraciones de los americanos que no dejarían nunca sola a Formosa (hoy Taiwan) y, por fin, las Olimpiadas de Munich nos daban dos triunfos en hockey y baloncestos, sin medallas, pero habíamos ganado. Una película con una señorita ligera de ropa animaba una plana y Gándara volvió a descargar en el Ministro de Información y Turismo estas indecencias. Acabando la detenida lectura, apareció por la gran puerta corredera de la galería su esposa. Doña María de los Ángeles García de la Fuente y Fernández Escudero, condesa de Guadalmedina. Era una mujer guapa y elegante, a pesar de su edad, bastante mayor que su marido. En el matrimonio se habían casado el dinero y la aristocracia a partes iguales y de mutuo acuerdo.
- Buenos días, Luis. ¿Alguna novedad? - La condesa prefería que la diese las noticias leídas.
- En el periódico, no hay ninguna noticia que merezca la pena. Lo de siempre.
- Y, ¿por lo demás?… - Aquí se incluían las otras fuentes de información que podían ser el banco, la Gran Peña, la reunión de la tarde con su director espiritual, la misa de siete y media o cualquier oportunidad social de Gándara.
- Salvo que seguimos igual con la deuda del diario Madrid y va para largo, poco más.
- Ya te dije que no era buena idea - Todas las decisiones importantes de Luis pasaban por el consejo de su mujer y su director espiritual, o más bien consejo de este y veto de aquella.
- Si iba el Popular, era como ir con un seguro – Recordó sus argumentos.
- Pues se ve que no – Cambió de tema – Pásame la mantequilla, por favor.
- Buenos días; papá, mamá – Angie apareció y dio sendos besos a sus padres.
- Buenos días, hija – Era la única hija del matrimonio y centro de sus atenciones y caprichos.
- Deberías haberte vestido - La recriminó su padre al estar en pijama y con bata. Oteando los alrededores por si algún ojo estuviese atento, aunque a medio kilómetro no hubiese un alma. Lo cual era textual al tener tres hectáreas de extensión la finca y estar en medio la casa, como si fuese un rancho.
- Es la influencia de sus amigas americanas – Bromeó su madre.
- Mis amigas americanas me han invitado hoy a un baile en su piscina – Angie contaba con el no unánime y al unísono de sus padres, pero quería tener la confirmación para descargar la responsabilidad en ellos al responder a Diana.
- Pero, estarán sus padres, supongo – La madre quiso no ser brusca en la negativa y buscar alguna motivación. Al fin y al cabo, la universidad ya estaba ahí en un par de años y lo inevitable también.
- Padres habrá, las fiestas de la piscina los sábados, por lo que me dicen, son abiertas. Cuando son sólo para jóvenes lo llaman “bailes para adolescentes” o “teen dance” y no hay padres.
- ¿Quién es la amiga que te invita? ¿Diana la hija del Coronel y la Señora Dell? – La condesa quería delimitar la clase social dentro del baile.
- Sí.
- La Señora Dell es encantadora y habla muy bien español. Es muy amiga de los Sicre y los May - Quiso puntualizar su relación con vecinos de La Moraleja a su marido, que la situaban en lo consideraba de nivel aceptable.
- ¿A qué hora finalizará? – Preguntó el padre.
- Antes de las 9 suelen acabar, tengo entendido.
- Bien, te bajará y recogerá el chofer, pero a las 9 has de volver.
Angie quedó un tanto asombrada, realmente ella no quería ir y se encontraba que ahora tenía que ir. Todo lo más que podría pasar es que su madre, de alguna manera, contactase con la madre de Diana para asegurarse de su supervisión, pero caso de no bajar al baile a “echar un vistazo a los niños”, la había oído un montón de veces la frase, seguro que la convencía de que la dejase ir. Viendo la parte positiva practicaría inglés con un montón de gente nueva y en una situación tan real como un baile.
Mientras tanto Ronald ya había sobrepasado La Frutería, saludando a quienes desayunaban plácidamente, y El Circulo, encaminándose hacia el teatro y los campos de deportes; lo difícil vendría luego al hacer la subida.
Comenzó a poner orden en los acontecimientos de la fiesta en la piscina del día anterior. Llegó pasadas las siete y saludó a los dos socorristas que hacían puertas, normalmente había siempre tres socorristas en las instalaciones. Eran chicos deportistas y compañeros de equipos de futbol, el que tenía el pelo cortado a lo mohicano, y baloncesto. - ¿Qué pasa tío? – Aquí, pasando el rato. Pagó su entrada, la actividad no entraba en el bono de acceso, y pasó a los vestuarios de chicos. Allí se encontró con otro compañero del equipo que acababa de volver de sus vacaciones en Estados Unidos con su familia y que tenía bastante mal aspecto.
- Vaya no tienes cara de fiesta, Louis.
- Llevo una semana sin dormir y esta vacuna pica un montón. – Le mostró un bulto del tamaño de un huevo en su brazo derecho.
- Uff, sí que te ha sentado mal.
- Nos la han puesto según bajamos del C-141 sin mayores explicaciones, aunque luego ya nos enteramos que habéis tenido el colera.
Las depuradoras eran el cometido de su padre, así que quiso puntualizar la historia. Una característica de la urbanización y la base era la extensión de rumores que acababan en historias increíbles, pero aceptadas como reales.
- No ha habido colera. Las habituales diarreas estivales y creo que más por las ensaladas que por el agua.
- Como quieras, pero aquí está la vacuna después de tres horas de espera en la pista de aterrizaje a pleno sol, un vuelo lleno de baches desde Rota y los cómodos asientos del avión. - El C-141 era un avión de carga que se adaptaba con asientos abatibles para el pasaje. – A eso le suma una semana de espera en BASE para que viniese un vuelo AA con plazas disponibles desde USA para toda la familia y aquí me tienes con la mejor de mis sonrisas. - Las plazas AA permitían tanto a los militares, familias y reservistas, era uno de sus bonus, volar en vuelos militares con espacio libre a cualquier base del mundo.
Con el bañador y la toalla, salieron de los vestuarios, y vieron una animada concurrencia ya de unas cien personas repartidas en el césped. Aún quedaban un par de horas de sol y la temperatura era muy buena. Se separaron y cada uno fue en busca de su grupo de amigos. En la suave ladera que caía hacia la piscina desde el edificio de los vestuarios y el snack-bar, Ronald vio en sus toallas a Tom y a Álvarez, compañeros del equipo de fútbol, extrañamente rodeados de colchones inflables y gafas de bucear con snorkel. Una de las características de la fiesta era que se permitían todo tipo de artefactos playeros: balones, pistolas de agua, flotadores, etc.
- Venís previsto al festejo.
- Nosotros siempre - Se rieron estúpidamente al mismo tiempo, así que se preguntó qué estarían tramando. Eran inseparables y bastante populares, entre otras cosas porque ejercían de conserjes del Centro Juvenil y siempre andaban por el edificio limpiando y poniendo orden, con la supervisión del sargento Douglas, un tipo bastante eficiente y con la paciencia del Santo Job para aguantar miles de niños y niñas de todas edades y colores. Tom, además, era habitual compañero de ejercicio por las carreteras de El Encinar, tanto abriendo como cerrando el día. Más abajo, cerca del borde del gran rectángulo de la piscina, estaba Diana y sus amigas que, atentas a la puerta del vestuario de chicos, advirtió su llegada y le hizo una leve indicación para que bajase hasta su grupo.
- Vaya, ¡qué sólo vienes! Siéntate con nosotras – Ronald extendió su toalla, en lo que ampliaban el circulo – Creo que conoces a todas. ¿Qué te decían los chicos?
- No gran cosa, se les ve muy provistos de cacharros para la piscina.
- Nosotras tenemos un balón de playa, para jugar un poco de balonvolea en el agua – Una de las chicas, mostró el esférico y le dio un golpecito, poniéndolo en juego allí mismo.
- ¿Habéis cenado algo? Yo no y tengo hambre. Os dejo mi toalla y mis cosas aquí y me voy al bar.
- Voy contigo, yo tampoco comí nada antes de venir – Diana se levantó y tomó un pañuelo para cubrirse un poco el bikini como pareo.
- Subieron la suave ladera de césped hacia la cafetería y pidieron un par de hamburguesas con queso y dos coca-colas y uno de esos barquitos de cartón rosa y blanco de patatas fritas. La parrilla siempre olía maravillosamente. Ronald, deportista, siempre las comía por pares, pero le pareció feo hacerlo en compañía de su amiga. Se acercaron a la barra de condimentos y echaron abundantes cebollas, luego salsa de tomate y sal a las patatas, en una invención de Ronald. Otra variación en el consumo de patatas fritas, que tenía en la cafetería de la Escuela, era mojarlas en salsa tártara. A estas sustanciosas variaciones añadía usar un tenedor en lugar de comerlas con los dedos. 2,50 $, en las dependencias americanas se usaban dólares para los pagos. Tras un breve regateo, pagó Diana con su dinero. Por su trabajo como cuidadora que solía estar pagado entre el 1$ y los 3$ la hora, dependiendo de las horas y el horario que cubrían (las noches de Madrid eran apetecibles para los jóvenes matrimonios): aquellas chicas tenían suerte.
- Están buenas tus patatas enriquecidas – Se apoyaron en un murete a dar cuenta de la cena - ¿Tienes novia o vas a tenerla? – Diana mordisqueó una patata y esperó respuesta.
- No, estoy en otros temas – Ronald contestó eso como podía haber dicho que la piscina empezaba a llenarse de gente e hinchables. No fue muy brillante.
- ¿Eres homosexual? – Ya puesta a hacer preguntas directas.
- No, no. Quiero decir que el deporte me tiene ocupado para pensar en otras cosas.
- Pensar… interesante – La segunda patata comenzó a ser mordisqueada, mientras el pareo parecía que se resbalaba sin causa aparente – Rompí con John, no me trataba bien – Era un compañero de equipo de Ronald y sí, debía ser un tanto brusco fuera del campo también – Este año espero tener más suerte – Le miró con esa mirada que ponen las mujeres cuando te están marcando como objetivo a abatir.
- Llamé al chico español - Tal vez eso desviase la atención a otro objetivo, pensó él mientras ellas sorbia la coca-cola con la pajita - Hoy no podía venir, pero tal vez mañana esté aquí en el baile – La chica sonrió ante lo apresurado de la escapatoria.
- Angie se pondrá contenta de tener alguien con quién hablar, su inglés británico es bastante bueno, pero no nos entiende absolutamente nada en cuanto hablamos entre nosotros, aunque no quiera reconocerlo. Es británica hasta para eso – Se rieron.
- ¿La dejarán sus padres venir a un baile?: son católicos españoles y de “las alturas”. – El juego de las palabras indicaba clase social y vivir en La Moraleja. – No creo que la dejen tener tentaciones y caer en pecado o mezclarse con los mocosos de los militares americanos.
- Nuestras madres son buenas amigas y tendrá mi protección para que las tentaciones sean las adecuadas, los pecados los necesarios y su inglés el imprescindible.
El pareo volvió a su posición inicial, la coca-cola finalizó con un sorbo ruidoso con la pajita y la papelera, un bidón estándar de la Base, recibió los cartones y sobras. Descendieron el suave desnivel en busca de su grupo de amigos. Había un montón de niños en el agua y otro más corrían enloquecidos alrededor de la alberca, siendo detenidos continuamente por los salvavidas que les recordaban que no se podían correr, aunque aquel día fuese especial y estuviesen tirándose agua con sus cubos, pistolas y demás útiles. Era también especial porque la piscina estaba climatizada agradablemente y se encendían las luces, dando un aspecto especial a las losetas azules de gresite, al agua transparente y a los cuerpos que nadaban en todas direcciones chapoteando. El encendido no era extraordinario, era habitual que se utilizase el recinto por las agradables noches para celebraciones privadas, pero sin gente bañanadose. Las chicas estaban preparándose para darse un chapuzón e inflaban un poco más su balón de playa.
- Vamos a ir quitando niños del agua que llevan toda la tarde a remojo y es hora que se vaya a cenar.
- Yo iré más tarde. – Dijo Ronald, esencialmente porque estaba en inferioridad numérica para ir con ellas y temía sus jueguecitos. Observaría antes.
- Tú te lo pierdes. Cuídanos el sitio y las cosas.
Desde la altura de la pequeña elevación vio irse camino de la ducha de la piscina a las amigas con su pelota. Había una cierta diferencia entre las madres, provistas de unos gorros de baño bastante aparatosos y ridículos que estaban de moda, y las hijas, cuyas melenas al aire se mojaban y las conferían una apariencia distinta a la que uno estaba acostumbrado a ver habitualmente. La ducha fue una operación rápida con gritos de hay que fría está y risas del grupo. Diana fue la última en ponerse debajo de la ducha, y mientras el resto del grupo saltaba alegremente al agua con el mayor estruendo posible, ella se lo tomó con tranquilidad. Sabía que Ronald la estaba mirando y, aunque fue por un brevísimo momento, hizo como si no la mirase nadie y estuviese sola en la ducha de su casa. Cerró el grifo y fue a reunirse con sus amigas en la piscina, a la que se tiró de cabeza de una forma elegante. El chico respiró profundamente y trató de apartar la vista de la ducha, en la que se había quedado como atontado. La vista fue a dar con la toalla de Tom y Álvarez, a los que se había unido un niño pequeño, al que parecían dar algún tipo de instrucciones y que afirmaba con la cabeza. El niño cogió un colchón inflable que tenían y fue hacia la piscina, dirigiéndose a la parte más profunda, donde se encontraban los trampolines. Cuando estuvo situado dentro del agua, los compañeros de Ronald se fueron hacia la piscina provistos de sus gafas con snorkel, se ducharon y escupieron en las gafas para evitar que se empañasen, entrando verticalmente en el agua con la apariencia de ir a cumplir una misión en la jungla o algo así. Al poco, salieron en la superficie de la piscina los tubos de respiración y avanzaron hasta ponerse junto a la colchoneta. En ese momento las chicas habían abandonado su balón playero en el borde de la piscina y se iban hacia los trampolines. ¡Qué cerdos!, pensó, van a ver cómo se tiran las chicas. En aquella época la moda estaba reñida con el diseño y los bikinis tenían tendencia a perder la braguita que, dependiendo del estilo de salto de trampolín, acababa en las rodillas con facilidad. Dudó entre espantar a los mirones o avisar a las miradas, pero al final pensó que ellas se darían cuenta del burdo camuflaje de la colchoneta, ya que la iluminación inferior de la piscina les ponía totalmente al descubierto. Por otra parte: ¿qué mal estaban haciendo disfrutando con las vistas? Para su sorpresa no pasó nada, los saltos duraron un buen rato e incluso al final dos de las chicas siguieron saltando cuando las demás estaban de vuelta a las toallas. Se secaron de pie con la parsimonia habitual de este protocolo; pelo, manos, piernas, cuerpo, ... y se tumbaron sobre las amplias toallas de playa, algunas de unas proporciones gigantescas compradas en Portugal.
- Vaya amigos guarros que tienes. – Soltó una de las amigas, la única chica negra del grupo.
- ¿Quiénes? – Toca hacerse el loco.
- Los de la colchoneta. Nos han estado viendo todo el tiempo cómo nos tirábamos al agua desde los trampolines. Estan sumergidos con gafas de buceo y los muy cretinos creen que no les estábamos viendo.
- Sí, todo el tiempo cuidando que no perdiese las bragas. – Protestó Diana. – Incomodísimo.
El chico no supo que contestar y decidió hacer una salida elegante y refrescar la situación.
- Creo que voy a darme un baño.
Según iba al agua, subían las rezagadas, riéndose a carcajadas.
- ¡Buena exhibición les hemos hecho!
- En una hora esos no salen del agua, hasta que se les pase. – La amiga mayor de Diana le pareció que le guiño un ojo al pasar, retorciéndose la melena para escurrir el agua.
Le vendría bien una ducha fría antes de meterse en la piscina. Nadó un buen rato y procuró evitar la zona de los trampolines, donde se producía una gran actividad de juegos, aunque la colchoneta parecía que ya no estaba. Cuando salió del agua, no obstante, se tropezó chorreando agua con Tom, Álvarez y el niño. Hacía tiempo que la iluminación de los altos focos del recinto daba una extraña luz a los cuerpos mojados.
- Te has portado muy bien.
- Habéis estado mucho rato, me debéis dos hamburguesas con queso.
- Está bien, renacuajo.
- Ha valido la pena. Yo también quiero esa hamburguesa.
Ronald les quiso decir algo. Seguro que las chicas lo vigilaban.
- Sois unos pervertidos. Las chicas os han descubierto.
- Sí, ya se notaba. No dejaba de saltar – Muchas risas.
- Hemos visto quienes tienen la cortina y la alfombra a juego.
- … y quienes no tienen alfombra – Carcajadas alocadas.
- Estáis fatal. – Ronald se alejó dando vueltas a este último comentario que no acababa de interpretar y no le parecía gracioso.
Los tres emprendieron la marcha hacia el snack-bar bastante contentos. Cuando llegó al círculo de toallas de las chicas éstas, que efectivamente no le habían perdido de vista, le preguntaron sobre sus amigos.
- Les he dicho que no estaba bien lo que habían hecho que os habíais dado cuenta y que estabais enfadadas – Eso creyó que zanjaría el tema.
- ¿Qué te contestaron?
- Se reían como idiotas y hablaban de cortinas y alfombras – Ahora las que se partían de la risa eran ellas. Con lo que trató de buscar el sentido de la evidente metáfora doméstica. Ellas lo miraban, ante su fuera de juego, y se reían aún más. La amiga mayor de Diana intentó dar una salida a la situación.
- Yo me voy a ir yendo, mañana madrugo para ir a trabajar.
- ¿Dónde trabajas ahora?
- La Central de Trabajos de la Base me ha dado la inmensa oportunidad de trabajar en la gasolinera.
- Nosotras nos iremos pronto, también. Deberías acompañarla, Ronald, vive cerca de tu 66 – Diana lo dijo casi como una orden, así que el muchacho aprovechó la oportunidad para salir del atolladero del mobiliario que prometía ser objeto de burlas en los próximos minutos. Se secó lo mejor que pudo, se despidió de la compañía, subió a los vestuarios, se vistió apresuradamente y a su salida encontró a Mary que lo esperaba. Dieron las buenas noches al socorrista que hacía puerta, diciéndole que no volverían a entrar.
Caminaban hacía El Circulo por la carretera, iluminada a trozos por unas altas farolas, alrededor de las cuales comenzaban a merodear los murciélagos. Las farolas atraían a los insectos y los animalitos voladores hacían su labor de mantenimiento, había bastantes en la urbanización y era habitual tener que retirar un par de ellos del agua antes de limpiar la piscina por las mañanas. No hablaban. A lo lejos se perdían los rumores de la piscina, gente, bullicio y chapoteos. Mary era morena, una belleza extraña entre tantas chicas rubias, casi parecía una actriz de cine, con unos rasgos muy estilizados. Su camisa playera la sentaba increíblemente bien, aunque era holgada y no remarcaba sus formas. Realmente, pensó Ron, todo la sentaba bien. La gran rotonda, El Circulo, estaba cubierta de hierba y tenía cuatro o cinco grandes rocas en su centro, se supone que fueron la causa de su aparición urbanistica, y una especie de árbol de tamaño mediano.
- Ven, iremos por un atajo - Propuso Mary, abandonando la calzada y penetrando entre la arboleda.
No le pareció una buena idea, pues parecía que la orientación femenina no era muy acertada, pero no dijo nada y se limitó a seguir a la chica. Pronto se hizo la oscuridad, alejados de la iluminación de la carretera, tenían las luces tenues de los edificios cercanos, casi todos ya con sus moradores durmiendo y las estrellas. En medio de la arboleda distinguió otra formación rocosa, similar a la de más abajo, hacia la que se dirigía su guía. Cuando llegaron a ella, Mary se dio bruscamente la vuelta y lo beso apasionadamente, con brusquedad, abrazándolo con ansiedad. Ronald se quedó como paralizado, de hecho parecía un muñeco con el que empezaba a jugar la muchacha. Luego, intentando contener el primer arranque, respondió con unos besos más sosegados y respondiendo a los abrazos acogiendo el cuerpo de ella con suavidad. Pero la respuesta no era la que ella esperaba de su pasión.
- ¡Dios que caliente estoy! Esos chicos de la piscina, mirándome desnuda… ¿Quieres saber si hace juego mi cortina y mi alfombra? Trae… - La chica metió la mano de Ronald bajo su falda y sintió sólo piel muy cálida y muy mojada - No uso alfombra.
Al cabo de un buen rato, cuando ambos estuvieron mutuamente satisfechos de sus besos, abrazos y caricias, estaban tumbados en la maleza sobre las toallas de playa mirando al cielo. Aquel cielo, si te fijabas, se movía como si fueses el centro del mundo.
- ¿Quieres que te haga el amor? - Ron copió la frase de la última película que había visto en el cine de Royal Oaks, tampoco se le ocurrió otra, después de haber visto disfrutar tanto a su compañera.
- No, Ronald, así estoy bien. Prefiero el deseo al amor, al menos una temporada - La chica rió - Vámonos, se está haciendo tarde.
Ronald trotaba ahora por las proximidades de El Circulo y miraba hacía la espesura de los árboles, intentando volver a encontrar las grandes piedras, pero se habían esfumado como la noche. Era raro.
…
Sobre la mesa, repleta de papeles, los catálogos relucían recién impresos. UNIVAC 1110. En portada una sala limpia, inmaculada, grandes armarios y una consola con pantalla y una gran impresora. Frente a la pantalla una mujer rubia parece responder a la consulta de un hombre con gafas. Ni un cable.
- Te has dado prisa en llamar al proveedor. – Sonrió Jaime a su compañero.
- Te quejarás del proveedor, bien que nos trata. – La verdad es que paciencia tenía con los pagos, siempre demorados por el departamento contable, y que no dejaba de tenerles en palmitas con viajes a toda Europa a conocer sus nuevos sistemas.
En el sótano se trabajaba los sábados. Había que hacer los procesos semanales y aquel concretamente los cierres mensuales. Ya habían echado el ojo a la novedad que debía sustituir a la máquina de una generación anterior que zumbaba más que el aire acondicionado al fondo de la oficina, encajada de mala manera en las zonas de servicio del Palacio de Mudela.
- Pídele referencias de la gente para ponernos el falso suelo, techos y antiincendios de halón, el aire acondicionado también, aunque espero que lo pongan a sobrar. Seguro que el arquitecto del nuevo edificio nos agradecerá que le demos facilidades si nosotros hacemos su trabajo. Ellos a diseñar que es lo suyo.
- Y cobrar. ¿Un café?
- Bueno, aunque ya es tarde. Luego me voy que llevamos aquí desde las cinco que no han puesto ni las farolas. Además, voy a pasar por El Corte Inglés para comprar una bicicleta para la familia.
- Desde que te has ido al campo se te ve más relajado. ¿Es para hacer ejercicio?
- Qué va, chico. Aquello debe tener 14 o 15 kilómetros de caminos y carretera, así que las caminatas son bastante interminables, aunque te guste andar. Con decirte que el bar más próximo está donde los americanos.
- No creo que tu vecindario necesite tomarse un café fuera de sus mansiones. Debes aprender. Vamos a por el nuestro. – A veces Jaime pensaba en la adicción a la cafeína de “su socio” y su perenne insomnio que lo hacía el perpetuo guardián de los ordenadores.- Oye, lo de la central telefónica de La Moraleja es mucho; ayer cuando te llamé pensé que saldrías tú contestando y me sale la telefonista del Palacio Real.
- Sí, a ver si hablamos con los amigos de Telefónica y nos hacen un apaño directo. Además, me ha dicho mi hijo que lo compartimos con los americanos y ellos tienen preferencia de mandos con la base, así que puede que me tengas que mandar al chofer en caso de necesidad - Sonaba a broma, pero llegado el caso había que prever.
Salían del edificio hacía el bar más próximo.
- El agua tampoco está muy fina. Cuando hemos estado allí nos enteramos que ya la primera fase tuvo problemas de abastecimiento y ahora vuelve a tenerlos, con las nuevas construcciones. Incluso me han dicho que no he conseguido conocer a Ava Gardner porque no conseguía ducharse ni tirar a gusto de la cadena. Bastante molesto. Miraré algún aljibe o bomba, pero ya podía haberme enterado antes.
…
Daba la hora del vermut cuando el amigo falangista de Gándara entraba en el pub The Red Lion. Frente al Parque de San Fernando, su terraza cerrada climatizada atrae a la clientela tanto en invierno como en verano. The Red Lion, el León Rojo o simplemente “El León”, es el primer Pub Inglés que abrió en Madrid. Lleva desde el año 1962 haciendo disfrutar a varias generaciones de vecinos y amigos. El lugar perfecto para arreglar el mundo tomando unas copas o jugando una buena partida de dardos. Es pequeñito y muy acogedor. La decoración está a caballo entre lo medieval y lo victoriano, todo en madera como un buen Pub Inglés. Su historia va con la historia del edificio: cuando Orson Welles rodó Campanadas a Media Noche, necesitó un set de rodaje para una abadía medieval inglesa y Fraga le consiguió este, aun en construcción. Cuando finalizó el rodaje, una secretaria del ministro se interesó por el local y se quedó regentándolo como bar, se llamaba Ángela. El Red Lion está ubicado en el seno de la Costa Fleming. Costa Fleming era un barrio de nueva construcción levantado entre solares y descampados, representaba el Madrid moderno que el tardofranquismo trataba de proyectar en el futuro. Rodeado de bares de alterne, de chicas caras. Cobraban de mil pesetas para arriba la media hora, mil pesetas de los años 60. Las chicas tenían pisos alquilados, en el número 44 de Doctor Fleming era famoso, a donde llevaban a los clientes que habían conocido en los locales de la misma calle. Las chicas venían al Red Lion de vez en cuando, aunque no mucho. Si algún cliente quería cogerlas aquí ellas decían: 'Yo aquí no trabajo. Aquí vengo a tomar una copa y a ver a Ángela'. Las copas caras que repercutían en el bolsillo de las chicas eran vendidas y consumidas en otros locales, los llamados de alterne. Alguna se compró todo un bloque de apartamentos en Portugal, solo con su trabajo. Ilustres visitantes fueron siempre actores y famosos de la zona, como el General Peron o Richard Harris. Uno de los sitios favoritos de Ava Gardner para su insomnio y soledad, Angela contaba que se sentaba en la mesa donde se había sentado el falangista, le ponía una botella de Larios, una cubitera con hielo, una cuchara para cogerlos (porque no había pinzas en esa época) y hasta que no se había terminado la botella, no se iba. Venía el chófer, la recogía y se la llevaba. Se bebía la botella en unas dos horas, a palo seco o con agua. Y no salía mal del local, ¡tenía aguante!
El falangista pidió un vino blanco y se lo pusieron con unas crujientes patatas fritas, estupendas o que al menos saciaban su apetito. A parte de falangista era constructor; bueno, a estas alturas de la película, era un constructor que medraba con los de la Falange, como pensaban todos los que le conocían desde el colegio, Gándara entre ellos. De aquellas construcciones que lo rodeaban él había sido uno de los artífices en el engrandecimiento de la Patria, como le gustaba justificar su propio enriquecimiento.
Cuando no existía nada alrededor de la Plaza de Castilla, donde arrancaba La Castellana, la Avenida del Generalísimo entonces, se presentó la oportunidad de construir y alquilar un inmenso edificio a los americanos. En 1950 por aquí pastaban las ovejas y paseaban las pobres, no muy bien comidos, camino de La Ventilla. Entre 1951 y 1954, se levantó un edificio majestuoso, un bloque de 600 viviendas para acoger a los americanos de la base de Torrejón. Los americanos vinieron con sus formas de vida, nada curiosos por lo nuestro, pero rebosantes del desparpajo y alegría que, en aquellos años, faltaba en un Madrid sombrío de postguerra. El edificio atraía a la gente como un imán, encandilando a quienes se arrimaba a la llamada de sus dólares. Del choque de culturas entre el carajillo y el Johnny Walker, de las apuestas con los dados y las fiestas salvajes, surgió un nuevo espacio en el mismo tiempo de la otra España. El edificio pronto se conoció con el nombre de Edificio Corea, posiblemente por referencia a la guerra, y rebautizó a toda la manzana de viviendas desde el 198 al 210 del Paseo de la Castellana (Avenida del Generalísimo), con vuelta a Félix Boix, Doctor Fleming y Carlos Maurrás. Se trataba de un edificio muy moderno para su época, con unas espectaculares instalaciones, una gran nave interior con un inmenso patio, un gimnasio con piscina incluida, una serie de pequeñas tiendas donde se compraban panecillos, leche, mantequilla, helados que tomaban todo el año y toda clase de conservas en lata, además de un gran almacén de bebidas y tabaco. Su supermercado (sólo para personal destinado) del que todo el mundo hablaba y casi nadie había visto, donde se compraban neveras, pan de molde, piezas para motos, plantas artificiales, ketchup Heinz, palos de golf y hasta armas de fuego. Todo el barrio se convirtió en un hervidero de actividad. Los militares, sus dólares, el whisky y la prostitución marcaron los aledaños de la calle Doctor Fleming en los años 60, y aunque el régimen se planteó acabar con ello, finalmente miró hacia otro lado y decidió mantenerlo controlado en una especie de zona cero para que no se propagara como la pólvora hacia otros lugares de Madrid. Pronto comenzaron a surgir nuevas construcciones a su alrededor y siguieron el patrón de modernidad iniciado en los 50. En el Edificio Corea seguían viviendo militares americanos que ahora convivían con los nuestros y echaban raíces. Muchos madrileños alquilaron pisos, convirtiéndolo en un vecindario de lo más cosmopolita, pintoresco y exótico. Mezcla de ambiente familiar y soldados en busca de emociones. Aquellos primeros madrileños inquilinos de Corea hicieron muy buenas migas con los americanos y fueron los primeros en descubrir las hamburguesas, pizzas y chicles, celebraban Halloween, el 4 de julio, Thanksgiving Day, decoraban sus casas en Navidad con abetos y luces, acudían a su iglesia con diferentes confesiones religiosas y jugaban al baseball. Los inquilinos de Corea formaron pronto una gran familia, habiendo incluso bodas entre vecinos. Gente de mente muy abierta que vivieron experiencias de las que muy pocos españoles tenían posibilidad de vivir. En aquellos años se ubicaron en el edificio sellos discográficos, estudios de grabación, el gimnasio Paladium, la pastelería Helen´s, los peluqueros de Torremocha, el estanco Piegui, un pequeñísimo supermercado llamado Sánchez Romero que luego crecería, además de otros comercios para dar servicio a los vecinos que empezaban a poblar el barrio. Los bajos del Edificio Corea eran un mundo de diversidad de actividades que recibían a los españoles como turistas donde había poca monotonía.
- Hombre, ya estás aquí. He acabado con las patatas, están muy buenas. ¿Qué te pido?
El recién llegado se sentó sudoroso por su aparente carrera para llegar a la cita. Era de mediana edad, trajeado, pero sin corbata, y un tanto desaliñado.
- Perdona chico, pero ha sido una noche larga. Negocios, ya sabes – El notario de Jaen que quería 5 apartamentos se empeñó en ir a un tablao en Madrid.
- ¿Cómo llevas el tema?
- Pues, salvo los que no hay forma de vender, el resto va viento en popa. Creo que lo tendremos todo vendido antes de dar las llaves. Mañana domingo sale en el ABC un anuncio. – Le mostró la maquetación.
“En el mismo corazón del barrio más europeo de Madrid: edificio Zivago, calle de Juan Hurtado de Mendoza esquina a Doctor Fleming, frente a los Jardines de San Fernando y su nueva Iglesia. El edificio más moderno de un nuevo barrio. Fachada de piedra de primera calidad; terrazas con techos de maderas nobles; su pequeño jardín con plantas en el centro de Madrid; varios tipos de 50 a 250 metros… “. Una foto de la maqueta presenta la majestuosidad del bloque que a la altura de la calle presenta una fachada de cristal, y delante en la acera un jardín de coníferas y de bojes, de cipreses recortados en cono, esfera y pirámide de formas perfectas. Mucha piedra, mucha madera y mucho verde, es lo que se lleva.
- Estupendo. Ya estamos trabajando con el siguiente edificio.
- Pero, será algo diferente.
- Para qué hacer algo distinto si nos ha ido bien. Además, al arquitecto, que le pago yo, le resulta más sencillo el trabajo. – Evitó comentar las condiciones leoninas del primer contrato de técnico que le ahorraba serializar el diseño.
El vendedor visualizó en poco tiempo un barrio obrero, todo igual, pero caro. Mientras los americanos siguiesen alquilando no habría problema, pues era el objetivo de los compradores. El diseño, los acabados y la construcción se hacía pensando en sus gustos. Sus dimensiones acomodaban tanto a los pilotos solteros, en pequeños apartamentos, como a la típica familia de oficial con tres o cuatro niños rubios y servicio, en pisos de dimensiones muy amplias. Corea ya no era un edificio sino toda esa zona desde el Estadio Santiago Bernabeu hasta la Plaza de Castilla. El constructor se alegró de haber comentado a Gándara que todo estaba vendido y que necesitaría financiación para “el siguiente”. El anuncio del ABC con que sólo lo viese el banquero ya resultaba amortizado. Pasaron a hablar de las comisiones y el constructor pasó discretamente un sobre a su vendedor.
- Caro me sales. Ahora me dirás que lo paga el comprador – Lo cual era totalmente cierto, pues cuando llegaron a un acuerdo lo siguiente que hizo fue incrementar el precio del inmueble - Ciento setenta y seis mil pesetas a repartir entre tus vendedores… bueno vendedoras, tan guapas y minifalderas como eficientes – Las ventas mensuales ascendían a cuarenta millones. – Fírmame el recibo y nos vemos la semana que viene.
…
El portón del Paseo del Conde de los Gaitanes esquina Camino Sur, flaqueado por dos faroles sobre un muro de piedra, estaba abierto para recibir a las visitas. Normalmente los coches accedían por un camino lateral desde el Camino Sur directamente al garaje, pero si había visitas el guardes abría la puerta principal. Al acceder a la finca se serpenteaba por un sendero desde el que se divisaba a lo lejos entre la arboleda la magnífica construcción de tres plantas, dando la apariencia de un rancho moderno. Los arquitectos supieron imprimir esa estructura de caja en diversas alturas, alejada del aire señorial de tejados de pizarra a dos aguas de las otras construcciones. Parece que su primera propietaria, Ava Gardner, lo escogió en 1955 entre tres posibilidades, no se hizo para ella, pero casualmente la encajaba a la perfección. La vivienda ocupa una superficie de setecientos veintitrés metros cuadrados. Es una construcción luminosa a base de estructura de hormigón, fachada en parte a ladrillo visto, y en parte enfoscadas y blanqueadas, suelos de mármol y terrazo y mamparas de cristal. Las dos plantas que se aprecian al llegar están destinadas la primera a salones, comedor, y dormitorios de señores; y la segunda a estudio y dormitorios, numerosos baños y servicios y con amplias terrazas a su alrededor. Hay otra planta más semisótano para cocinas, vivienda de servidumbre e instalaciones y donde está el garaje. Los veinte años que ya tiene están bien llevados por un mantenimiento habitual, especialmente de las maderas. Los coches van llegando y rodean una fuente con un estanque en forma de riñon para ir aparcando.
- ¡Hola Julita! - Ángeles madre da dos besos de rigor, tan formales como distantes, a su invitada, según entra por la puerta.- Ya casi estamos todos.
El gran salón, con varias alturas, cristalera de acceso a la inmensa terraza y vistas al espléndido jardín que tiene a Madrid al fondo, recibe a diez o doce personas. Amigos de los Gándara más cercanos suelen quedar las tardes de los sábados en las casas de unos u otros a tomar café, hablar y jugar alguna partida de cartas, naturalmente sin ningún tipo de apuestas. La intrascendencia es la norma de las conversaciones y los caballeros tratan de seguir esta consigna de sus señoras olvidando la actividad semanal, aunque siempre surgen cosas. Ángeles baja las escaleras desde el segundo piso vestida para la fiesta a la que ha sido invitada; la costó la elección, pero al final va con un traje de verano de diario sin mayores complicaciones. Reparte saludos entre los asistentes, con mayor o menor confianza, y se dirige a su madre.
- Me voy ya, he quedado con Diana en su casa.
- Muy bien. Te bajará Lucas, si no está ocupado. ¿Sabes si los padres irán con vosotros?
- Creo que no, por lo que me ha dicho.
- ¡Ah! entonces diles que suban a pasar la tarde, si les apetece. No creo que tengan problema con el idioma. Que les suba Lucas, de vuelta, incluso.
- Sí, hablan español, especialmente la madre.
- No vengas tarde. Cuando acabéis llamas por teléfono al chofer para que baje a recogerte.
- Creo que acaba a las 8, como muy tarde. – Era una hora prudente para volver a casa.
- Muy bien. Practica inglés y diviértete. Despídete de tu padre.
Ángeles se acercó a los sillones donde se concentraban los hombres, saludó e hizo un aparte con Gándara.
- Me voy con los americanos.
- ¡Ah! sí, el baile. Que conste que vas por el interés que ha puesto tu madre en relacionarte con esas chicas – No le hacía ninguna gracia que tuviese contacto con una juventud extranjera y, aunque hijos de mandos militares, no dejaban de ser de otra clase social.
A la muchacha tampoco la hacia mucha ilusión la experiencia y también iba más por complacer los intereses de su madre que los suyos propios. Le dio un fugaz beso de despedida y salió del salón camino del comedor y la escalera de bajada a la cocina. En la cocina estaban el chofer, guardés y hombre para todo, Lucas, y Emilia, la empleada del hogar y cocinera, eran matrimonio y vivían todo el tiempo en la casa.
- La debo llevar donde los americanos, me ha dicho su madre. – Según la vió llegar el chofer se levantó camino de la salida al garaje – Aquí creo que no me necesitan.
Salieron a la plataforma de hormigón donde había varios coches y tomaron el Mercedes. Saliendo por el sendero pronto llegaron a la entrada lateral del Camino Sur y subieron a la vía principal para llegar rápidamente al primer chalet de El Encinar. Era un poco por vagancia y otro por snobismo moverse entre los chalets en automóvil, a pesar de las cortas distancias y la ausencia de peligros, pero también era costumbre.
Aparcó el coche frente a la terraza de la casa de los Dell, donde estaba toda la familia reunida tomando su naranjada, y Lucas esperó a ver si subía o no a los americanos con él. Diana vestía una blusa ceñida y una falda tableada provocativamente corta, al criterio de primer ojo de Ángeles, con lo cual su vestido quedaba exageradamente recatado para la ocasión. Al menos no había coincidencia de colores. Hechos los saludos de buenas tardes a todos, la española les transmitió la invitación a los padres de Diana.
- ¡Oh! Muchas gracias, pero no sé si estamos preparados para la ocasión – Ella vestía un traje veraniego similar al de Ángeles y él parecía que aun llevaba su conjunto de jugar al golf o algo parecido.
- No se preocupen, están bien así. Tal vez con una chaqueta para el coronel, estarán perfectamente.
- ¿Subimos Tom? Se que estás ansioso por entrar en esa casa, desde que estuvimos destinados la otra vez – Ava Gardner era un fantasma que vivía ahí arriba. La Señora Dell, en cambio, veía hoy la posibilidad de relacionarse con nuevos amigos españoles interesantes.
- Esta es la ocasión – Animó Ángeles a quién la atracción que despertaba su casa en la lejanía, comprada hacía 20 años por su abuelo, no dejaba de resultarla curiosa.
La pareja tardó poco en prepararse y aprovecharon el viaje de vuelta del Mercedes. Al llegar, Lucas entró por el portón principal, recorrió el serpenteante camino de entrada y llego finalmente a la gran puerta de la casa, tras la fuente. La pareja advirtió que la vista que tenían de la mansión de cerca era magnífica, muchi mejor que la que tenían de lejos desde abajo. La madre de Ángeles advirtió la llegada de los americanos y salió al porche de entrada a recibirlos.
…
Daban las 6 de la tarde cuando Diana, Ángeles y las demás amigas llegaban a la puerta de la piscina. El aroma de la barbacoa invadía la carretera donde se juntaba un buen número de chicas y chicos, incluso de niños, que se apartaban cuando algún coche intentaba seguir su camino. Desde dentro del recinto se oía por megafonía una musiquilla que trataba de empezar a animar el ambiente. Los vestidos de los jóvenes eran desenfadados, camisetas para ellos y vestiditos veraniegos para ellas. Abundaban los pelos largos entre los chicos. Entre ellas los pantalones azules de faena, unos vaqueros codiciados, comprados en la base de Rota, era bastante común resaltando sus formas. Las menos vestían minifaldas y los menos usaban camisas de manga corta. Los pantalones acampanados con grandes hebillas tenían su público.
Jaime y su padre acababan de dar la última vuelta probando la bici, una BH con cambio de marchas.
- He pensado que para andar subiendo y bajando por estas cuestas era lo mejor.
- Sí, alguna que otra vuelta pueden ahorrar. Bueno, me voy bajando que he quedado con el americano a la puerta de la piscina a las 6. Intentaré llegar por el atajo que me enseño el otro día. A ver dónde acabo. Estaré de vuelta sobre las 9, se ve que no son de trasnochar esta gente.
Jaime recordó su manual de los 60 “Aprenda inglés en 10 días” que encontró colocando los libros en la biblioteca y que había apartado para estudiar; menos es imposible pedir, pensó. Vestía su camisa de manga corta veraniega y se había peinado antes de salir, después de decírselo su madre. Suspiró y dio pedales.
Los bailes eran habituales en el Centro Juvenil de Royal Oaks, en los bajos del teatro, o en el de la Base, un edificio con entrada de pasillo de toldo verde y letrero blanco Teen Center. Contaban con la animación de soldados que hacían de disk jockey DJ de manera prácticamente profesional y que disponían de las últimas novedades, incluso, si estaban vinculados a la emisora de radio de la Base, de auténticos estrenos. En algunas ocasiones aparecían también las bandas formadas por chicos americanos en Madrid que, desde los tiempos de los Beatles, habían proliferado y tenían su público en no pocos pequeños clubs de la capital. Hoy iba a tocar una de las mejores bandas de la escuela secundaria de Torrejón, "The Stompers", que estaba compuesta por estudiantes de los últimos años de la High School. Dos horas de actuación les reportaría la módica cantidad de 25 dólares de ingresos, aunque era lo de menos: tocaban en el baile de final de verano de la piscina.
Jaime llegó en un pis pas por el atajo a la piscina, ya quedaban sólo unos cuantos chicos y Ronald a la puerta. Subió a la acera enfrente de la puerta de la piscina y fue a aparcar la bici entre los árboles, donde estaba el aparcamiento de bicis y vespinos que aparecían tiradas de una forma anárquica. Su padre le había provisto de una cadena y un candado, así que fue la única que estaba asegurada de alguna manera. Pensó en “el sheriff” y la Guardia Civil y que se prescindiera de estas preocupaciones, aunque quedaba claro que se trataba de la bici del chico español.
- ¡Oh! Vaya, has aguantado una caminata y ya estás sobre ruedas. ¡Qué poco deportista!
- Sí, no mucho. Si apruebo la Reválida me compraran un Vespino, me ha dicho hoy mi padre.
- Eso suena bien. ¿Qué cosa es la Reválida?, ¿es difícil?
- Es una prueba que se hace en sexto curso, nos examinan de todo lo que hemos estudiado previamente. Empiezo sexto curso este curso.
- Vuestro sexto curso debe ser el equivalente a nuestro segundo grado, el que comienzo. ¿Cuánto te queda para ir a la Universidad?
- Dos cursos.
- ¡Ah! entonces es nuestro tercer grado. Eres un chico mayor – Bromeó con la edad. – Entremos, las chicas ya están dentro.
Pasaron por taquilla y Ronald hizo el pago de la modesta entrada en dólares ante el asombro del español.
- Jajaja Debes decir a tu padre el banquero que te de algo de tu paga en divisas, sino aquí vas a pasar hambre y sed. Luego hacemos cuentas, acepto pesetas. Me vienen bien para las compras en La Frutería o en Los Establos.
- ¿Los Establos?
- Están más allá del arroyo seco, cerca del poblado gitano. Venga allá están las chicas, te presento – Hizo un aparte. – Luego te informo de ellas.
Al Sur de El Encinar había más sitios interesantes.
El grupito de las chicas era en mismo que el de la fiesta del día anterior más Ángeles. Habían bajado hasta la plataforma de la piscina y estaban junto al conjunto musical que ya iniciaba sus primeros ensayos de sonido, amortiguando la música que el DJ había estado ofreciendo hasta ese momento.
- Damas y caballeros, ahora tenemos un grupo muy especial para su disfrute: "The Stompers" – Aplausos
El vocalista se acercó al micrófono y dijo:
- Muchas gracias; Estamos encantados y honrados de estar aquí para actuar para ustedes esta noche. Comenzamos por las canciones que los más mayores recordaran con agrado de sus veranos, especialmente los californianos. Esperamos que las disfruten todos.
Comenzó a tocar el riff de guitarra de apertura de "Day Tripper" de The Beattles. Entró con un pequeño redoble de tambores en la caja y pronto todos estaban tocando la canción. Aquello sonaba verdaderamente bien. ¿Los equipos de importación?, ¿la megafonía sin distorsión?, ¿los tipos eran verdaderamente buenos? El solista comenzó a cantar: "Tengo una buena razón, para tomar el camino más fácil".
La presentación quedó suspendida, las chicas se diluyeron en el aire y se fueron a bailar a la plataforma que hacía de pista de baile. Sólo quedó Ángeles en el sitio de referencia hacia el que se dirigían los dos muchachos.
- Angie este el Jaime. Sois vecinos de La Moraleja. Me voy a bailar. ¿Venís?
Ambos estuvieron indecisos, si se daban la mano o un beso, y finalmente una sonrisa fue suficiente. Ronald siguió a las chicas a la pista de baile y quedaron los españoles a la expectativa. En medio de la música, Ángeles buscó algo para no estar quietos como dos pasmarotes.
- ¿Quieres una coca-cola? Parece que el bar ahora está con poca gente, luego se pondrá imposible.
- Pues sí, pero no tengo dólares.
- No te preocupes, ya pago yo.
- Pero luego hacemos cuentas…
A Angie la pareció algo divertido ajustar la invitación de unos centavos y sonrió la ocurrencia de su nuevo amigo. Se alejaron algo del ruido al subir al snack-bar y Ángeles pidió las bebidas con soltura y mediando cuatro palabras en inglés con los camareros.
- Qué envidia. Te manejas estupendamente. – Se disculpó con su francés de los Maristas y la historia de sus no idiomas.
- Es por no desentonar, los camareros son españoles. Si te manejas por aquí o por la Base todo el servicio es español, así que cuando te reconocen como invitado tienes siempre un bonus de compatriota. Debes aprender inglés, si andas por aquí.
- Si, en ello estoy – Aprenda inglés en 10 días. Movió la cabeza desechando la idea.
- Prueba las hamburguesas. No he conseguido saber de dónde sacan la carne, creo que la traen también de América. La parrilla de este bar es mítica, incluso para los americanos. Pedimos dos – No tuvo mucho que decir el joven, de nuevo ella se acercó a la barra e hizo el pedido. Continuamente trabajando la parrilla, inmediatamente volvió – Las he pedido con queso, están más sabrosas.
Allá abajo en la pista todo el mundo parecía irse animando con nuevas canciones. Parecía haber cerca de un centenar de jóvenes bailando, de todas las edades. Los niños pequeños corrían alrededor de la piscina, cómo no, y los salvavidas les gritaban constantemente: “¡No se permite correr!". Otras personas estaban sentadas en toallas al sol trabajando en sus bronceados de final de temporada a última hora de la tarde. Todos se lo estaban pasando muy bien.
Los músicos comenzaban lo que llamaron “nuestro set de surf", que consistía en tres canciones instrumentales del género "surf". Empezamos con "Pipeline", con su parte de guitarra solista retorcida, difusa y de cuerdas inferiores. Después habían trabajado en la canción clásica de Ventures, "Walk, Don't Run", y, por supuesto, terminaron el set con "Wipe Out", con el gran solo de batería largo que le pareció maravilloso a Jaime. Tocaron este "set de surf" dos veces durante el concierto de dos horas, pero la segunda vez a la gente pareció gustarle incluso más que la primera vez. Eran canciones clásicas de la década de los 60, todo lo del sur de California se hizo muy popular en todo el mundo. Los Beach Boys, Jan and Dean, The Ventures, The Surfaris y otros grupos musicales de California crearon un nuevo sonido junto con una subcultura juvenil que era muy atractiva para muchos adolescentes y preadolescentes de la época. Canciones sobre surf, autos y chicas parecían simbolizar ese estilo de vida californiano de "diversión bajo el sol", alegre y despreocupado. Para los americanos que en las Bases no vivían en el sur de California, lo vislumbraron a través de los cómics, las revistas, las películas en el cine y, cómo no, esta música.
El conjunto tenía una multitud de jóvenes y niños bailando entregados a escasos centímetro de los músicos que tocaban a la sombra de los árboles. A veces tenían que sostener sus instrumentos cerca de su pecho y mirar hacia dónde lo apuntaba por temor a que pudiera golpear a algún niño en la cara con el clavijero. Pero claramente sus caras expresaban satisfacción de tocar frente a un público totalmente entregado, y todos lo pasaban muy bien, tanto el público como los miembros de la banda.
Jaime y Ángeles, comían y bebían tranquilamente en silencio disfrutando del ambiente. Jaime disfrutaba de aquella carne deliciosa, el queso derretido y el panecillo que nunca antes había tenido ocasión de probar, sin prisas. De vez en cuando se miraban y compartían su posición de invitados a la fiesta. Ahora el repertorio recogía las novedades del año que calculaba que tardarían año y medio en llegar a España, Jaime ya sintonizaba la emisora de la Base en la cadena estéreo Hi-Fi de su padre. The Trammps ofrecían Twinty-Five Miles, … finalmente sonó un solo de guitarra mágico Deep Purple y Machine Head. Aquellos tipos eran muy buenos y sonaban genial, estaban bailando como toda la piscina. El clímax se rompió luego con Day Tripper de The Beatles, aquí ya sonó algo conocido. Anuncio de momento de baile lento y la gente comenzó a buscar algo para refrescarse. Ángeles y Jaime bajaron al punto de referencia fijado con el resto de la gente. Ronald hizo las presentaciones al resto del grupo de Jaime que fue recibido con sonrisas, besos y apretones de manos de forma diversa, no sabía si por proximidad o por lo sudados que estaban unos y otras.
La chica morena, con quien Ronald parecía tener una cierta relación, debía ser la mayor del grupo y que se llamaba Mary, se dirigió en francés a Jaime.
- Ya nos ha dicho Ron que no hablas inglés. Al menos espero que tu francés sea comprensible.
Jaime titubeo ante un francés tan bueno como incomprensible en detalle, aunque capto la idea.
- No es tan bueno como el tuyo, pero algo creo que puedo hablar.
- No está mal, se entiende. – Bromeó Angie en francés. – Lo suficiente para ser neutrales en una Base Americana en España.
Aquello sería llevable entre los americanos que sólo hablaban inglés, los que hablaban español y quienes hablaban francés.
- Vamos al bar antes que acaben con las hamburguesas y los refrescos. – Jaime no necesitó traducción para hilvanar bar, hamburguesas y bebidas.
- Nosotros ya estuvimos. – Apuntó Jaime en español. “Nosotros ya” tampoco requirió traducción.
Comenzó House of the Rising Sound de The Animals, inicio del baile lento.
- ¡Oh! Mi canción favorita – Dijo Mary - ¿Bailas?
No hubo tiempo de entender la pregunta en su francés rápido. Tomó de las manos a Jaime y se lo llevó hacia la pista de baile que comenzaba a llenarse de parejas. De forma torpe el chico puso su brazo derecho en el hombro de ella y tomó suavemente su cintura, ella puso su mano derecha detrás del cuello de él y la izquierda en su pecho. Se miraron un instante y él descubrió unos ojos bellísimos de un color verde que con la luz del atardecer se tornaban casi grises, seductores ojos. Cejas y pestañas cuidadas, maquillaje perfecto, labios carnosos y su rizada y brillante melena. Jaime se estremeció físicamente, estaba algo asustado. Ella respondió a su reacción con una sonrisa y una bonita mirada que le dio algo de confianza. Comenzó a tararear y traducirle la canción al francés, de la que entendía menos que en inglés, pero sonaba como una nana.
Hay una casa en Nueva Orleans
Que la llaman el Sol Naciente
Y que ha sido la ruina de muchos pobres chicos
Y, Dios, sé que soy uno de ellos
Mi madre era modista …
A medida que avanzaba la canción, ella fue acercándose más y en un momento la mano que apoyaba en el pecho del muchacho subió a su cuello y los cuerpos se rozaron, la mano sobre el hombro de ella bajó de forma natural a su cintura. Jaime estaba bastante confuso, nunca había bailado así, ni estado tan cerca de una chica. Decirlo en francés era poco más que imposible. Cuando acabó la canción, cualquier distancia había desaparecido y ella se colgaba del cuello de él. En un momento dado, había introducido en la traducción de la letra.
- Ven, no tengas miedo. – Matiz que se le escapó al chico y que hubiese producido o su huida o su erección, cosa que afortunadamente no sucedió por falta de comprensión.
La pausa para la nueva canción hubiese servido como excusa para una retirada de no ser porque ella seguía ahí, físicamente colgada de su cuello y asiéndolo sin soltar. El aflojarla las caderas no la hizo sentir el alejamiento que pretendía Jaime. Fueron unos segundos de silencio, pero comenzó As Tears Go By de The Rolling Stone. Ahora no traducía, la chica parecía estar agarrada a él como si fuese un colchón de playa que la permitía flotar, no ahogarse, estar mecida por las olas y calentada por el sol, oyendo la música y sintiendo el cuerpo cálido de él. La canción no era larga, pero le pareció estar en otra dimensión. Poco antes de acabar, Diana y Ronald pasaron a su lado y rompieron el hechizo.
- Mary suelta ya a tu matador, por favor, o harás que salga huyendo. – La dijo Diana al oído. Entre ellas sabían que una de las fantasías de Mary era conocer a un torero muy de cerca. Prácticamente no conocían a ningún chico español fuera de su mundo, así que era bastante improbable.
- Chico español, eres mi héroe. Te invito a una coca-cola. – Ron hizo coincidir la frase con el final de la canción, así que parecía bastante pactado que por alguna razón que se le escapaba querían que el baile acabase ahí. Afortunadamente para ellos la siguiente canción Smoke on the water de De Deep Purple, dio por finalizada la primera serie de baile lento y fue la principal razón que hizo soltarse a Mary de Jaime. Físicamente la chica hizo como si se estuviese desperezando de un sueño y le dirigió una bonita sonrisa de despedida. Inmediatamente se puso a bailar frenéticamente. No había dejado de bailar en toda la tarde. Los chicos subieron la cuesta hacia el bar y todas las chicas hicieron corro para bailar, menos Ángeles que seguía en el punto de encuentro.
- ¿Una coca-cola? - Invitó Ronald al pasar a su lado.
- Hay mucha gente. Si me la traes te lo agradezco – Ángeles miró muy seria a Jaime con aire de reprochar su actitud abiertamente.
Jaime veía que la tarde le estaba saliendo bastante barata, pero la garganta seca que tenía en ese momento agradecía cualquier bebida. En lo que esperaban a ser atendidos, Ronald se sinceró con él.
- Ten cuidado con Mary, de una parte, es una chica muy calienta… - no sabía la palabra en español, así que le indicó la bragueta de su pantalón. Este comentario le pareció grosero al español – Pero por otra parte es una chica muy sensible – Ron no iba a entrar en detalles de su escarceo de la noche anterior.
- ¿Entiendo que es así con cualquier chico? – Quería aclarar su confusión actual.
- Con quien ella quiere. Tiene un extraño poder de seducción para quienes quiere atraer. Así que los que la conocemos estamos, en cierta medida, inmunizados a sus encantos. Su padre también influye en mantener cierto respeto – Lo de la noche anterior no contaba. Sobre su padre el español intuyó algún respeto a la jerarquía militar que comenzaba a vislumbrar siempre existía en las relaciones de aquella comunidad.
Bajaron con las bebidas y Ronald fue reclamado desde la pista, donde la animación aumentaba con cada nueva canción. De nuevo Jaime y Ángeles quedaron guardando el sitio.
- No me ha gustado nada tu actitud con esa chica – Ángeles no se anduvo por las ramas.
- Creo que he sido respetuoso, en todo momento. Además, ella… - No resultaba nada caballeroso lo que iba a decir y no lo dijo.
- Para ser dos perfectos desconocidos, me ha resultado promiscuo.
- Vaya, lo siento, disculpa – Se veía que la chica controlaba sus emociones y no la hacía gracia ver algo tan descontrolado. Sí, era la palabra que resumía su confusión. El resto del baile no le volvió a dirigir la palabra, lo cual Jaime lamentó pues no había ninguna intención en ofenderla de aquella manera.
El sol siguió cayendo y la tarde comenzó a refrescar. El siguiente baile lento, hizo que Jaime no sacase a nadie a bailar, ni lo sacasen a él. Mary siguió bailando con otros amigos y compañeros alegremente, pero nada parecido al baile con Jaime. Debían estar inmunizados, pensó. El maestro de ceremonias, DJ y sargento dio por terminada la fiesta a las 8 en punto, él era el encargado oficial del Apoyo recreativo para personas dependientes de Royal Oaks (piscina, club de adolescentes y canchas de tenis), agradeciendo a "The Stompers" su actuación. Aplausos. Trataría de distraer al Tío Sam algún dólar de más para pagarles.
Ya estaban en la carretera, en la puerta de la piscina y los jóvenes se disolvían apaciblemente en todas las direcciones. Diana estaba junto a Ronald y propuso que Jaime acompañase a Mary que vivía hacia el norte. El español tardó en entender la indicación y la mirada fulminante de Ángeles acabó por confirmar el acuerdo tácito de las dos americanas.
- Bien, vamos. – Otra vez el maldito francés, fácil de entender. Animó Mary, sonriendo maliciosamente.
- Un momento, he venido en bici. – Atravesó la calle y retiró la larga cadena del árbol. Volvió con la bicicleta.
- A mi padre no le va a gustar verte hacer eso. – La chica se rió y los demás amigos también, excepto Ángeles que tampoco veía la gracia. – Aquí no se roba.
- Bueno, algunos chicos malos “cogen prestados” refrescos y cervezas de las cajas que dejamos en las terrazas. – Puntualizó Ronald.
Llegaron hasta El Circulo y el grupo se disolvió. Jaime agradeció con varios Thank you la tarde y dio besos a cada chica, menos la española a quien dirigió una nueva mirada de disculpa, y a Ronald le quiso hacer efectivo el pago de su deuda. No es nada, ya me invitas otro día. De nuevo trató de hacer las paces con la ofendida, a ti también te debo. Indiferencia. Tomaron la salida hacia el norte de la rotonda. Había claridad y mucha luz, aunque el sol ya había llegado a su ocaso. Pasaron junto a las rocas que se veían en medio de los árboles a lo lejos, alejadas de cualquier construcción. Siguieron adelante, en silencio. Soplaba una ligera brisa y se movían las ramas, únicamente.
- Si fuese ya de noche, me gustaría que hiciésemos el amor. – La traducción fue instantánea, sonaba a verso de Literatura Francesa de examen. Jaime buscó primero algo que decir y luego se puso a traducirlo, pero no le dio tiempo. Se paró miró a los ojos a la chica y esta prosiguió.
- Pero siempre es mejor el deseo que el amor. – Estaba recordando la noche anterior, las estrellas, …
- No te entiendo, pero te entenderé algún día. – Pensó que se hizo un lio con el comprender y el entender, pero sonó convincente. La chica le dio la mano y siguieron en silencio andando por la desierta carretera.
- ¿Dónde vives?
- En el último cuádruplex junto a la entrada trasera, el 196
- No conozco…
- Es una caminata, por eso te “hemos engañado” - Rió con una sonrisa relajada.
Jaime iba a proponerla montar en la barra de la bicicleta, pero ahora que la cosa parecía calmarse prefirió prudentemente no liarla.
- Si no se me hace de noche creo que conseguiré encontrar mi atajo para llegar a la iglesia de La Moraleja. Aún hay luz. La entrada trasera ¿es la que lleva a la Base por Barajas?.
- Sí, así se evita bajar hasta Madrid, aunque es un camino infame y lleno de curvas y baches.
- ¿Estudias?
- Ya no, acabé mi tercer grado este año y debería empezar la Universidad, pero he decido tomármelo de descanso. No sé muy bien qué hacer y además tendré que volver a El Mundo. – Jaime entendió que se refería a Estados Unidos.
- ¿Eres la mayor de todos tus amigos?
- Sí, casi todos comienzan la semana próxima segundo grado.
- Hoy he comenzado a trabajar en la gasolinera de la Base. Bueno, más bien he ido a presentarme.
- ¿Sirves combustible? – Jaime pensó en su reclamo publicitario, sin quererlo.
- A veces sí, supongo. De momento el Sargento al mando del servicio me ha puesto en el control del suministro. Es bastante complicado pues repostan vehículos militares, oficiales, particulares, españoles y americanos. El proveedor es la Compañía local del Monopolio de Petroleos CAMPSA y se gestionan vales de racionamiento, cupones, que se facilitan a cada vehículo. Si te fijas en los coches que hay por aquí llevan una pegatina en el parabrisas de un cuadrado en rombo con la bandera española y un número. Se supone que hay un registro de quién tiene cada cupón, si un cupón es utilizado por alguien que no es la persona registrada y se detecta, el estadounidense pierde el privilegio, que es una pérdida que sale muy cara. También hay controles con cupones para las bebidas, el tabaco y el café. Pero si viste un vehículo con placas de la base en una gasolinera española en Torrejón o Alcalá, entonces debe ser hora de pagar el alquiler de alguien. Dos cajas de Winstons o una botella de Johnnie Walker Black cubren el alquiler, también. Los controles son bastante exhaustivos en la Base, mi rollo de trabajo, pero fuera las gasolineras de CAMPSA no se preocupan de comprobar si llevas pegatina o la serie, se quedan con los cupones sin más, con lo cual puedes comprar cupones a gente que no les va a usar y se quieren arriesgar a perder el privilegio de su uso. Cada cupón son 10 litros de combustible y se suelen facilitar en pliegos de 100 litros. Para que te hagas una idea, hoy la gasolina estaba a 25 centavos el galón en la base y a 2 dolares el galón fuera de la base. También puedes pagar en efectivo en la Base y es un poco más caro que con los cupones.
- Con tanto control, espero que no te toque servir el combustible.
- No me importa. – Sonrió maliciosamente recordando sus cuestaciones para el equipo de animadoras limpiando coches a soldados y oficiales emocionados. Omitió intencionadamente el tema a su nuevo y tímido amigo español.
- ¿Cómo hablas tan bien francés?
- Mi madre y yo somos canadienses quebecoises. Mi madre se casó en segundas nupcias con un militar americano y nos vinimos con él a Europa, bueno a España concretamente.
- ¿Murió tu padre?
- No, se divorciaron. ¿Recuerdas la canción de la casa del sol naciente? La daba muy mala vida a mamá y acabó alcoholizada, hasta que rompieron y comenzó una nueva vida. Afortunadamente, mi padre Bill es un tío estupendo. Le quiero mucho. – Sonrió con una sonrisa encantadora – Estamos llegando. Son aquellos de allí – Saludó con la mano en alto a distancia a una pareja que estaban sentados en unas sillas de campo en la puerta de uno de los pisos del nivel de calle del cuádruplex, que devolvieron el saludo. Acercándose a la casa, Jaime se paró a atar con la cadena la bicicleta a un árbol.
- ¿Por qué haces eso? A mi padre no le va a gustar.
Cuando se aproximaron la madre se levantó para recibirlos con su botella de cerveza en la mano. Mary la abrazó cariñosamente y cuando estuvieron juntas, el chico se quedó petrificado. Eran exactamente iguales, como dos gotas de agua, incluso por un momento pareció más envejecida Mary por el cansancio del baile.
- Chico español, chico valiente. – Desde su silla le saludó el padre en español, brindando con su cerveza – Aunque me deberás explicar esa tontería de atar la bicicleta a los árboles. Aquí no hay delitos, al menos mientras yo sea la ley y el orden, con mis amigos de la Guardia Civil – El padre de Mary era “el sheriff” de El Encinar y la parte trasera del coche patrulla salía del aparcamiento bajo el porche de la vivienda.
Mary se rió, con su madre. Explicó en inglés las limitaciones lingüísticas del invitado, que la había acompañado y que le quería dar un plano para que se orientase con los números de las casas, que lo habían pasado genial y que era una pena que el verano acabase.
- Ya te dije que no le iba a gustar.
- Toma una cerveza con nosotros. – El español del policía era bastante bueno, muchas horas con la Guardia Civil y en La Frutería con el personal de servicio y mantenimiento.
- No bebo, gracias.
- Venga un refresco. ¡Mary tare una Fanta para el chico cuando vuelvas! – Siéntate, te tengo que interrogar.
- Perdónale sus bromas. Está intrigado porque hayas llegado a casa del Sargento Smith, pocos jóvenes se atreven. – El francés de la madre era genial, trató de vocalizar y hablar despacio.
- Supongo técnicamente que mis temores deben estar con las hijas de los Guardias Civiles. – No hizo falta traducción y rieron la ocurrencia.
- Me dijo Venancio, el sargento de la Guardia Civil, que acabas de mudarte a uno de los chalets nuevos de La Moraleja. Como verás, esto es un pequeño pueblo y las noticias vuelan. Tu padre es… ingeniero de sistemas, de computadoras.
- ¿Tu madre? – La señora Smith parecía tan cotilla o más que su esposo.
- Es funcionaria, trabaja en unas oficinas en la Castellana. – Nunca daba más detalle, lo tenían acordado. El Palacio de Villamejor, sede de la Vicepresidencia del Gobierno, y ser la secretaria del Almirante Don Luis Carrero Blanco exigía a toda la familia discreción.
- ¿Tienes hermanos?
- Dos chicos, más pequeños.
- ¿Qué curso haces?
- Sexto y Reválida.
- Le queda un par de años para ir a la universidad – Aclaró el Sargento a su mujer
- ¿Qué te parece esto?
- Es otro mundo. Es diferente. He de irme adaptando a vuestras costumbres – Le pasó la imagen del baile y se sintió cohibido.
- Dejar ya al pobre chico. Toma, este es el mapa del que te hablé, aquí tienes el esquema de las calles principales y la numeración de las casas. Aunque suelen tener el número en el murete, las que no están cercanas a las carreteras es difícil saber cuáles son.
A diferencia del otro camino, había un continuo trasegar de coches frente a la casa de los Smith que salían o volvían de la Base por esta entrada de atrás. Muchísimos más que por la rotonda de entrada principal. Se apercibió que el Sargento Smith no les quitaba ojo, tal vez de forma totalmente inconsciente, desde su silla y con su cervecita. Estaba anocheciendo, el muchacho apuró su refresco y se levantó, despidiéndose de los padres se alejó acompañado de Mary a recoger la bicicleta.
- No olvides poner la cadena en La Moraleja, ahí sí que te la pueden robar y la cartera también – La madre de Mary, le dio un codazo a su marido por el malvado comentario sobre el vecindario de más arriba.
- ¡Qué pesados! Supongo que les ha resultado raro que te haya traído. Ves esa ventana de ahí – Señaló una de la planta baja a nivel de calle que tenía la persiana veneciana blanca retirada a un lateral - Es mi habitación. A veces me escapo por ella. Soy insomne. Gracias, Jaime – Le sonrió como nunca y le plantó un beso a traición en la mejilla.
- Ciento once – Dijo con una pronunciación horrible. Ella no entendió que quería decirla, esperaba que algo bonito. – Ciento once – Repitió desconsolado. La chica trató de comprender.
- Ciento once – Pronunciación correcta – Tu teléfono. – Dios mío como me voy a entender con este melón, tendrá que ser sin palabras. Le gustó la idea – El mío 242, dos cuatro dos – Deletreó para evitar dudas.
Jaime montón en la bicicleta y dudó hacia donde ir.
- Sal hacía la Base y en el primer cruce toma el camino de la izquierda, subes y luego a la derecha, hasta una rotonda que justo está al lado, tomas el camino de subida de la izquierda y llegas hasta vuestra Iglesia. Espero que no te pierdas. Si te pierdes vuelve – Creyó verla indicar la ventana, pero sólo lo imaginó tal vez.
Jaime padre y Carmen, su madre, disfrutaban del fresquito del inicio de la noche, tomando un refresco en el porche del chalet, cuando vieron acercarse la luz de una bicicleta por la carretera. Las marchas habían ayudado a remontar la colina, aunque las calles estaban trazadas con poca pendiente, era todo cuesta arriba. Ya sin la presión de las novedades y los idiomas, el camino le había permitido pensar un poco en las emociones de la tarde y de repente todo se agolpó haciéndole sentir con un cierto vértigo y comenzar a palpitarle el corazón y a sudar.
- Pensábamos que te habías quedado a vivir en América – Bromeó el padre. Enseguida se percató del desencaje que traía el chico - ¿Estás bien?
- Sí, sí. Sudado. Voy a darme una ducha y os cuento.
Entró como una exhalación, y se fue al baño. La bicicleta quedó aparcada sin candado en la valla, junto al flamante Renault R-12 rojo recién comprado y que sustituyó al Seat 1500 gris (no había otro color, decía siempre Carmen, recordándola los coches de la Policía Armada, “los grises”). El chico pasó por su cuarto, cogió el radio-transistor y se encerró en el baño. Salió la emisora americana, que tenía sintonizada, pero la abandonó de inmediato y buscó Radio Madrid. Sonaba Julio Iglesias y Por el amor de una mujer. Había vuelto a casa. Ya se podía duchar, aunque una noche más sólo salía un chorrito de agua.