NOTA.- Esta es la versión 1 del texto. Una versión novel de una novela que precisa ser leida por los amigos para corregir incoherencias, erratas, errores y horrores. Se agradece cualquier aportación personal que añada interés al relato.
Al Sur de La Moraleja – ROAKS
Septiembre 1972
CAPITULO III.- El Encinar de los Reyes, S.A.
Jaime Gándara padre, el abuelo de Ángeles, leía plácidamente las páginas de Bolsa de ABC del 25 de Octubre de 1956. Una gacetilla a pie de página llamó su atención: “Atención a El Encinar de los Reyes, la empresa que construye las viviendas familiares para los técnicos de la Aviación norteamericana destacados en España”. Americanos, dinero y España era hablar con Garrigues, así que no perdió tiempo y le llamó esa misma mañana, para enterarse de los detalles de la operación.
Al comienzo del periodo de apertura internacional de la España franquista, la firma del Pacto con Estados Unidos de 1953 garantizó ayuda económica y militar a cambio de albergar en suelo español instalaciones militares estadounidenses. Los proyectos y dirección de obra de gran parte de estas infraestructuras se llevaron a cabo, con liderazgo y criterios americanos, en una oficina situada en la Base de Torrejón, que además de ocuparse de los centros de trabajo militares, proporcionaba dotaciones y servicios para sus empleados. El llamado Grupo Militar Conjunto Americano convocó un concurso en febrero de 1956 para la construcción de viviendas para alojamiento exclusivo del personal de la United States Air Force (USAF) destinado en las Bases de Madrid y Zaragoza, que se denominó "Alojamientos de familias de los miembros de las Fuerzas Aéreas norteamericanas residentes en España". El concurso planteaba un sistema en que los terrenos, viviendas y servicios comunes eran inicialmente financiados y construidos por un promotor español, para ser ocupados por la USAF en régimen de alquiler durante un período inicial de siete años abierto a renovación o término, que luego se prolongó 35 años. De ahí que participaran empresas españolas capaces de dar una respuesta conjunta a los requerimientos de propiedad del suelo, capital de inversión, equipo técnico, urbanización, arquitectura, etc. El Grupo Americano fijaba el número de viviendas, características tipológicas y constructivas y presupuesto, y evaluaba las propuestas mediante un jurado compuesto por integrantes norteamericanos. El Encinar de los Reyes, S.A. fue el caballo ganador.
Ernesto Koplowitz había fundado en 1955 la inmobiliaria El Encinar de los Reyes S.A. que estaba presidida por Miguel Ardid Gimeno, futuro consuegro de Cristóbal Martínez-Bordiú, Marques de Villaverde, tras la boda de su hijo Rafael con Mariola, la segunda nieta del Caudillo, en 1974, y que presidiría la financiera COVIFISA que participaba en la sociedad. Rafael era nieto de un general del Ejército Republicano que defendió Madrid, represaliado, la suerte de su familia cambió cuando a su padre Miguel le tocó el premio gordo de la lotería, invirtió el premio en el sector de la construcción y puso así los cimientos de su fortuna, relacionada por amistad y negocios también con el banquero Ignacio Coca.
Un año más tarde de publicarse el anuncio en la prensa el abuelo Gándara participaba como accionista en la Junta anual y saludaba a Nicolas Franco, encargado de administrar los negocios de la familia, y con quien coincidía en varias y distintas Juntas y Consejos de Administración, desde la celulosa hasta los aceites: “Ya sabes, Jaime: más vale pocos muchos que muchos pocos”. Días después leía satisfecho un gran anuncio a página completa en el ABC de MADRID (23-05-1957 página 7)
“Dos ciudades residenciales una en Madrid y otra en Zaragoza, de porvenir garantizado, en marcha. En Madrid, quince millones de pies de terreno sobre la carretera de Francia y a siete minutos de la plaza de la República Argentina. En Zaragoza, tres millones y medio de pies de terreno sobre la carretera de Logroño y a cinco minutos de la plaza de La Independencia. Terrenos ambos propiedad de la Empresa y que incluyen un sobrado margen de posibilidades para futuras construcciones.
HASTA EL MOMENTO
12.000 metros de red de carreteras
20.000 metros de red de distribución de aguas
14.000 metros de red de alcantarillado
2.000 metros cúbicos diarios de agua contratados en Madrid con el Canal de Isabel II
400 metros cúbicos contratados en Zaragoza
6.600 kilovatios de potencia contratados en Madrid con Unión Eléctrica Madrileña
1.500 kilovatios contratados con Eléctricas Reunidas de Zaragoza
1.200 teléfonos
Chalets para 1.024 viviendas, construyéndose a ritmo acelerado.
125.000 metros cuadrados de superficie útil, con 1.024 instalaciones de calefacción y 2.122 cuartos de baño.
1.024 familias norteamericanas inaugurando, en los comienzos del año 1958, las ciudades propiedad de EL ENCINAR DE LOS REYES, S. A. según contrato de arrendamiento, que garantiza por siete años el Gobierno de los Estados Unidos.
Una población de 5.500 habitantes de gran poder adquisitivo, a la que vamos a dotar de todas las facilidades, comodidades y entretenimientos de las ciudades modernas.
LOS COMERCIANTES E INDUSTRIALES INTERESADOS EN LA EMPRESA DE EL ENCINAR DE LOS REYES, S. A. QUEDAN INVITADOS A COLABORAR EN ELLA
En los centros comerciales y en las zonas deportivas de las ciudades residenciales de Madrid y Zaragoza, propiedad de El Encinar de los Reyes, S. A. van a montarse las siguientes instalaciones:
Pescadería- Carnicería- Huevería y Pollería- Mantequería- Vinos y Licores Pastelería- Farmacia- Droguería- Perfumería Peluquería Señoras- Peluquería Caballeros- Tinte y Planchado- Lavandería- Camisería- Modas- Objetos para regalo Laboratorio y accesorios fotográficos- Estación de servicio y reparación de automóviles- Muebles y menaje de casa- Cafetería- Restaurante Sala de Cine- Oficina de Turismo- Oficina y venta de localidades para espectáculos- Bolera- Gimnasios- Piscinas- Campo de tenis- Campo de base-ball- Otros deportes.
Conozcan con detalle nuestros proyectos.
VISITEN NUESTRAS OBRAS EL ENCINAR DE LOS REYES, S. A. –
Avenida de América, 18- Teléfono 35 34 47- Diego de León, 33. Teléfono 36 76 27 ”
La cosa estaba en marcha y, una vez más, el viejo Gándara estaba en el ajo. Definitivamente había que salir de la Gran Peña y conocer mundo.
A principios de Junio de 1958, antes de que los accionistas saliesen para el Norte de vacaciones, se convocó la Junta. El año había sido movido para el Consejo, pues ciertas maniobras habían dificultado la financiación de un total de 1.088 viviendas. La solución para la construcción de estas viviendas pasaba por un programa de pago en garantía gracias al cual el Gobierno de los Estados Unidos adelantaba a la empresa el 67% de los alquileres correspondientes a 7 años. Parte de este capital era entregado en dólares y parte en pesetas (obtenidas por el Gobierno norteamericano mediante la venta a España de productos agrícolas norteamericanos), con ese dinero se podría realizar la construcción de las viviendas y se aseguraba su ocupación durante esos años. Finalmente se consiguieron solventar las dificultades financieras sin gravamen hipotecario, manteniendo el mismo capital de la Sociedad, y siendo propiedad de la constructora. Con la subida de precios de 1956, el coste final aumentó considerablemente, pasando de 400 millones de pesetas a 700. Después de varias discusiones con la Fuerza Aérea, el alquiler también se pudo subir un 23%. Una vez terminadas las obras, se le concedía a El Encinar de los Reyes el contrato de mantenimiento de las viviendas por el que iría reembolsando parte de la inversión realizada. Pocos años más tarde, el personal americano declaró no estar satisfecho con dicho mantenimiento y le retiró el contrato, dejándolo sin ingresos que cubrieran los gastos ya realizados. Ante la posibilidad de bancarrota de la empresa y la mala prensa que esto atraería sobre la Aviación americana que la había causado, se buscó por todos los medios llegar a algún acuerdo financiero, y al final se consiguió prolongar los contratos con la empresa y mejorar las condiciones.
Del desarrollo de las obras durante el ejercicio 1958 quedaron los accionistas documentados mediante la exhibición de una película que mostraba la gran parte del programa que ya se ha realizado tanto en Madrid como en Zaragoza, así como las características de estas viviendas, que precisamente en esos días empezaban a ser ocupadas por los inquilinos norteamericanos, esperando que estubiesen terminadas en su totalidad al final de ese año. Don Joaquín Garrigues y Diaz Cañabate, fue reelegido Consejero.
Nicolas Franco pidió la copia del documental y se la llevó para El Pardo. Exhibirla en el pequeño cine privado antes del NO-DO y EL JOROBADO DE NOTRE DAME, con Anthony Quinn, resultaría del agrado del Generalísimo. Lo que no contaba era que Su Excelencia tomó nota de lo que vio, sobre todo de lo que no vio, y al día siguiente por la tarde, casi al anochecer, se presentó en El Encinar con su coche particular y una discreta escolta, siempre que dos coches solitarios fuesen discretos en unas obras en medio del campo. Recorrió las calles y observó los distintos tipos de construcciones, sin bajar del vehículo. En un momento dado se topó con la pareja de la Guardia Civil, siempre habían estado ahí se ve, y atento a sus indicaciones paró. Respondió militarmente al saludo, los agentes se quedaron petrificados, dio orden de descanso y les preguntó si podía beber agua y orinar en algún sitio. Le contestaron que solamente había una barraca de comidas para los obreros un poco más abajo, pero que no tenía baños. Les dio las gracias y aparcó junto a la barraca. Como militar no le dio reparo aliviarse un poco más allá de chamizo, en un gran decampado con vistas al pequeño valle de Valdebebas y que no estaba ni estaría nunca construido porque no lo había comprado la constructora para evitar problemas con el Ayuntamiento de Madrid al que pertenecía. La barraca estaba allí porque era “tierra de nadie”. Ya estaba cerrando el dueño, ante la falta de parroquia hasta el día siguiente, cuando se presentó el General.
- Buenas tardes. ¿Tiene un agua o una gaseosa?
No se sabe quién quedó más sorprendido si el General o el hostelero. Este era la viva imagen de aquel con veinte años menos. Franco hablaba poco, se refrescó con la gaseosa, era lo que quedaba en el cubo de hielo, ya deshecho en agua, y preguntó cuanto le debía, sacando un duro de una acuñación muy antigua, no quería quedar por tacaño. Ante la insistencia de dueño del bar de que no pagase, se le quedó mirando, miró la moneda, y la dejó en el mostrador.
- ¿Le han dicho que usted y yo nos parecemos?
- Sí, mi General.
- ¡Qué curioso! Tenga una buena tarde. ¡Ah! si le preguntan, dígales que era usted el que andaba por aquí, se lo agradeceré.
Franco cogió el coche y siguió la inspección de lo que no había visto ni le habían contado.
La barraca, hecha con desechos de madera de las obras hasta ese día, aprovechó sobrantes de ladrillo y cemento y el trabajo de algunos albañiles de la constructora y se convirtió en La Frutería. Su dueño llamó siempre la atención de los americanos al pagarle, allí se pagaba en pesetas, con las monedas acuñadas con su rostro. Nunca se construyó en la parcela aquella porque Franco había meado allí, decía una de las leyendas populares españolas y de los rumores de Royal Oaks.
La Junta del verano de 1959 ya fue espectacular. Se repartió un 5% en metálico por cada acción, las reservas se constituían en forma de nuevas acciones y se dotó una ampliación de capital. Tener en propiedad de la Sociedad dos ciudades con las máximas comodidades y equipadas con los más modernos servicios, terminadas y ocupadas por las familias norteamericanas, daban una gran confianza sobre el futuro de la Empresa y su gran estabilidad. Y eso era sólo el comienzo, ya que la finalización de la construcción y el remate final había permitido sólo una ocupación parcial, cuyas rentas los americanos habían lógicamente negociado y presionado con su pago para acabar todo de una vez y no tener que andar saltando por calles cortadas, montones de ladrillos y aguantando a los alicatadores acabar la cocina y los baños.
Posteriormente en 1961 hubo complicaciones en los pagos que los americanos debían hacer a la empresa propietaria de las viviendas. Al tener la entidad un gran número de accionistas y partícipes (alrededor de 2.000), muchos de ellos con papeles destacados en la sociedad española, cualquier problema podía llegar a tener resonancia pública y un notable impacto en los medios de comunicación, pero finalmente se solucionó.
Las casas fueron diseñadas por un equipo de arquitectos españoles encabezados por Luis Laorga y supervisados por el arquitecto californiano Ernest Joseph Kump. Richard Neutra, uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, famoso por su trabajo que define el estilo del sur de California, presentó una propuesta a un panel de jueces, compuesto exclusivamente por estadounidenses, así la constructora se cuidaba en salud, y no fue elegido frente al equipo español. La mayoría de las casas se construyeron en bloques de dos pisos, cada uno de ellos compuesto por cuatro unidades familiares. Tenían el encanto de las alegres casas de techo plano. En aquella época, el concepto de entrar en una casa a través del salón sólo se había visto en las películas americanas. Aquel diseño trajo consigo una arquitectura abierta, con grandes superficies acristaladas, que se alejaba de los estándares burgueses españoles. Al igual que era novedoso el concepto de la ciudad jardín, la urbanización de chalets. Las unidades son apartamentos en la planta baja o en el primer piso, y su tamaño varía entre 111 y 137 metros cuadrados. Para maximizar la luz solar y ofrecer protección contra el viento, una unidad de la planta baja y otra del piso superior están orientadas al suroeste, mientras que las otras dos unidades están orientadas al noreste, preferentemente. Las cuatro tienen un porche bajo el cual se puede estacionar el automóvil familiar. Las dos casas del piso superior también tienen una escalera exterior que conduce a las puertas de entrada y a un patio sobre el porche. Las ventanas están protegidas por contraventanas corredizas de madera. Los constructores españoles no estaban acostumbrados a tales conceptos arquitectónicos. El diseño de edificios diáfanos de seis metros de ancho fue tan innovador que los constructores temían que los techos se derrumbaran, así que pusieron por su cuenta un muro de carga que atraviesa el centro de la casa, aunque no estaba incluido en los planos.
Los años habían pasado, las Juntas pasaron de ser un preludio del veraneo en junio a principios de año y Gándara hijo delegaba habitualmente su voto. De momento, los americanos seguían ahí, los veía desde su terraza, y él cobraba por sus inversiones o negociaba con las acciones que cotizaban en Bolsa.
El padre de Gándara murió cuando Ángeles tenía diez años y ella tenía el recuerdo de un viejecito amable con el que paseaba por el jardín de la casa que había comprado a Ava Gardner en 1962. Con la misma facilidad que alguien vendió a la actriz en 1954 la “villa de lujo en La Moraleja” que decía el proyecto, por 50.000 dolares, ese alguien le procuró la compra al abuelo Gándara. Ella se quitaba de encima un muerto. No la había disfrutado por los muchos rodajes y estrenos en el extranjero de 1954 a 1960: The Barefoot Contessa (La condesa descalza, 1954); Bhowani Junction (Cruce de destinos, 1956); The Sun Also Rises (Fiesta, 1957); The Little Hut (La cabaña, 1957); On the Beach (La hora final, 1959); The Naked Maja (La maja desnuda, 1959) o The Angel Wore Red (El ángel vestido de rojo, 1960). En diciembre de 1955 se mudaron a la casa. Le acompañaban su hermana Bappie, su inseparable doncella Reenie y sus dos corgis galeses, Rags y Cara, que le había regalado Frank Sinatra. Tenía cuatro dormitorios, tres baños, dos salas de estar, un salón, varias chimeneas y una gran piscina, sobre la que corrió el rumor de ser la más grande de España. 20.000 dolares más fueron a reformas, incluidas moquetas y espejos, uno de los cuales estaba justo encima de su cama y que no era un rumor, como el abuelo Gándara comprobó con cierto pesar al ordenar retirarlo, pensando en los momentos que había reflejado para la Historia de España. El nombre de la villa “La Bruja” ya se lo había dado el promotor y había puesto una gran veleta bien visible con una bruja montada en una escoba. Dos casas más allá vivían sus íntimos amigos los Sicre que la habían animado a hacer la compra. El tiempo que estuvo viviendo fue con problemas: siempre había algo averiado, no se podía hablar por teléfono, la cisterna del baño funcionaba ocasionalmente, había problemas con el agua, los obreros eran permanentes invitados… en verano se colaban los niños de la Base a bañarse en la piscina, ya que aún no la tenían en su urbanización. A sus pies, lo que era inicialmente un bosque de pinos y sauces llorones en medio del campo, con Madrid a lo lejos, se había convertido en un barrio de casas militares y, además, norteamericanas, acentuando si cabía los problemas de telefonía y el agua del vecindario. Un cambio al centro de la ciudad, donde estaba su ambiente, se imponía. Así que en primavera de 1960 comenzó la mudanza que acabó en un bonito dúplex en la Avenida del Doctor Arce, 11, cerca del Estadio Santiago Bernabeu y no muy lejos de Corea. El chalet se alquiló una temporada a actores y directores extranjeros que rodaban en España, que se quejaban de los mismos problemas e incluso de ratas que bebían en la piscina, hasta que finalmente se vendió. Gándara se hizo un aljibe y en parte solucionó su problema con el agua, pero no pudo solucionar los problemas de telefonía, ni tampoco el sonido lejano de los gigantescos bombarderos americanos volando a cualquier hora, al menos no era insomne como Ava y no volvía con resaca de fiesta al amanecer.
…
Gándara cerró el diario ABC del domingo. Futbol otra vez, comenzaba la temporada en portada. Había desayunado en la terraza en una mañana aun veraniega. En la lejanía veía actividad en las casas más próximas de los americanos.
Ronald siempre decía “dos horas menos en La Moraleja”, para hacerse una idea de la actividad cotidiana de sus vecinos: si él estaba presto a las 6, la vida comenzaba a despertar a las 8 en España; si él almorzaba a las 12, los amigos españoles comerían a las 14; si cenaba a las 18, no antes de las 20 lo haría ningún español; irse a las 10 a la cama era estar enfermo en España. Eran las 10 de la mañana y las mujeres de la casa le habían dejado en la mesa disfrutar de su lectura dominical. Los domingos eran para la familia y él prescindía de la misa de 7:30 para ir todos juntos a la misa de doce en la parroquia de La Moraleja. Las familias norteamericanas hacía rato que habían cogido sus coches y, vestidos de domingo, ellos de corbata, se habían dirigido hacía la zona del colegio para asistir en el Teatro a los servicios religiosos. El recinto del Teatro hacía las funciones de cine, centro de reuniones y salón religioso multiconfesional. Popularmente lo llamaban “Pop Corn Cathedral”, la catedral de las palomitas. Un año más tarde la proyección de “El último tango en Paris” indignó a los religiosos de todas las confesiones (católicos, protestantes, baptistas, mormones, …) por compartir cartelera con semejante pornografía y el jefe de la Base tuvo que mediar en la huelga religiosa para retirar la publicidad. Los católicos acudían a las misas en el Teatro, en la Iglesia de la Base, que no dejaba de ser conjunta, o en la cercana Iglesia de los Dominicos de la carretera de Madrid que creció con El Encinar desde 1959, una luminosa obra de Fisac, con aparcamientos y con un templo amplio que tenía gran aceptación al accederse por la carretera de Burgos, sólo a 4 kilómetros al sur de la urbanización. El convenio del personal norteamericano en España había previsto la cobertura de la asistencia religiosa no católica circunscrita a sus instalaciones, así que en los años anteriores habían podido acudir a los servicios de las instalaciones del edificio Corea, así como a la capilla de San Jorge adscrita a la Embajada Británica como Iglesia anglicana (episcopaliana en los EE. UU.). Los chavales participaban de varios grupos juveniles adscritos a las distintas comunidades, desde los católicos con lazos las juventudes de la Acción Católica española a todos los demás, que daban soporte, animaban las asambleas y eran guiados por sus respectivos paters, siendo de las agrupaciones sociales más activas de ROAKS junto con las deportivas. Diana y sus padres eran católicos y habían partido a las 9:30 hacía los dominicos, Mary y los suyo hacia el teatro para asistir al servicio protestante, Ronald trotaba por la carretera de arriba camino de su casa, eran baptistas pero sin entusiasmo por las reuniones dominicales.
En casa de la familia Tenorio reinaba cierto caos. Se estaban preparando para ir a misa de doce. Las últimas semanas Dios les habría perdonado el saltárselas, mudarse de casa era una eximente sin lugar a dudas. A ver, revisó la madre; todos planchados, limpios y peinados,
- Jaime, ponte una chaqueta, aunque no lleves corbata, aún estamos en verano.
- ¿Cogemos el coche?
- Cómo vamos a coger el coche, estamos a doscientos metros, no seáis vagos – Era un poco más. – Además tengo que quitar el 850 de detrás del coche de tu padre.
Cerraron la cancela tras de sí y comenzaron el camino dirección a la Iglesia de Las Esclavas, hacia de la entrada de la urbanización. En 1949 José Luis Ussía, Conde de los Gaitanes, cedía a las religiosas una parcela de 45.000 metros cuadrados de uso dotacional en una de las urbanizaciones que sería la más cara de España, con la condición de que emplearan el «regalo» para mantener el culto religioso en la zona, también corrió con los gastos de construcción del convento. Con los años, las monjas fueron envejeciendo y en 2018 Juan Ussía, bisnieto del conde que hizo la donación, confirmaba que la congregación religiosa había recibido una oferta que rondaba los siete millones de euros por los 23.000 metros cuadrados de parcela que aún eran de su propiedad, el resto los vendieron hacía años a Juan Luis Cebrian, conocido periodista, y obtuvieron unos ingresos superiores a los cinco millones de euros. Afortunadamente el pelotazo se paró, entre sucesores y vecinos, y el Arzobispado arrienda actualmente el convento que sigue en pie y la Iglesia sigue abierta al culto.
Jaime dijo que parecía una boda. Efectivamente, gran cantidad de vehículos de alta gama, algunos con chofer, estaban aparcados desde antes de llegar al templo. En su puerta gran número de personas, vestidas con elegancia, departían amigablemente. Cuando se acercaron, comprobaron que una familia americana que parecía estar paseando por allí, ropa y calzado cómodos, y ellos eran los únicos que no estaba invitados. Qué extraño, se habían informado que la misa era a las 12. Estarían saliendo. Pero no había novios. Ya se habían aproximado a la entrada y estaban entre los distintos corrillos.
- ¡Madre mía! ¡Están todos! Esto no es una boda. Vienen a misa y son nuestros vecinos.
Carmen era lectora semanal de la revista ¡Hola! Su memoria fotográfica, valorada por sus superiores, la permitió prácticamente identificar a los concurrrentes. Condes, duquesas, millonarias, herederos, directores de multinacionales. Los Ussía, condes de los Gaitanes, Antonio García y la familia Obregón al completo, incluyendo a su hija Ana quien sería en unos años la conocida actriz a la sazón estudiante de biológicas, banqueros, exbanqueros y familias poderosas como los Ybarra, Domecq, Entrecanales, la familia Echenique, la familia Aguirre, los Olazabal y, al menos, un ministro y dos subsecretarios a los que conocía personalmente Carmen. Como quiera que nadie se decidía a entrar, aunque las puertas estaban abiertas, permanecieron a la espera en un lateral, al igual que hacían los norteamericanos, aunque daba la sensación que lo hacían por estar apercibidos del espectáculo de vestidos de alta costura, joyas y relojes de relumbrón que podían ver en aquel lugar, con lo que su presencia dejaba de ser casual. En un momento dado comenzó el desfile de entrada. Aunque no había normas, los de los Gaitanes entraron para ocupar los primeros bancos, seguidos de otros aristócratas, luego los vecinos más antiguos de la zona, y posteriormente el resto, más o menos por orden de antigüedad, dejando a los americanos y los nuevos para el final. En un momento dado pasaron los Gándara y Jaime no supo muy bien qué hacer. Ángeles vestía un traje de entretiempo de alta costura, demasiado abrigado para una mañana tan esplendida, con algunas joyas de oro, y parecía toda una mujer, totalmente distinta a la chica de ayer. Seguramente no le había perdonado su, cómo dijo, “promiscuidad” con la americana y se encontraba, con su familia, bastante fuera de ambiente. Bajó la mirada, con cierta vergüenza, pero la levantó cuando la muchacha le dio los buenos días al pasar y vio una sonrisa encantadora. Devolvió los buenos días, acompañado por sus padres, y el hermano pequeño dijo: “¡Qué guapa!”, seguido de un meneo de su madre. Ángeles se rio de la ocurrencia del pequeño. Casi a continuación pasó el Ministro y familia que dio los buenos días a Carmen. La mujer preguntó discretamente quién era. “La secretaría del Almirante… es funcionaria”. Ambos conceptos hicieron volverse a la señora del ministro para no olvidar de quien estaban hablando. Los subsecretarios saludaron y reiteraron su identidad a sus respectivas señoras y con esas tres referencias, Carmen al final de la misa estaba catalogada por la comunidad como alguien a quien había que tratar con sumo respeto e interés. De aquella mujer podía depender una llamada, una carta, una cita o un asunto que durmiese el sueño de los justos, a parte que se la suponía enterada de los más secretos asuntos, después del Generalísimo y su Jefe inmediato. La condición de funcionaria la daba un plus; incluso la muerte de sus superiores no la afectaría. Parecía una idea un poco extrema, pero el ministro y los subsecretarios fueron cesados en la crisis de gobierno del año siguiente, seis meses más tarde, y los acontecimientos políticos siguientes tampoco la afectaron hasta 30 años más tarde que se jubiló, por aburrimiento.
Con el podéis ir en Paz, el sacerdote despidió a sus feligreses y fue a cambiarse rápidamente para reunirse con ellos a la salida. Ahora los grupos se conformaban en función de caballeros y señoras.
- Bueno, nos vamos, que aquí no pintamos ya nada – Indicó Jaime padre, mientras veía a los americanos ir camino abajo.
- Sí, creo que deberíamos probar el domingo que viene en otra parroquia. No nos da para vestuario – ironizó Carmen.
- Mujer, con el tiempo ya verás como algún informático está a la altura…
- ¿Quién sabe?, tal vez hasta los superáis …
Ángeles se había visto desplazada del grupo de condesas y marquesas de su madre y deambulaba, esperando también a su padre que se había juntado con los amigos del café del día anterior y algún otro. Se acercó a la familia Tenorio que emprendía el regreso a casa. Jaime hizo las presentaciones.
- Hola, Ángeles. Mis padres, Carmen y Jaime, y mis hermanos…
- Me llamo Lucas- Dio el mano entusiasmado el más pequeño, insistiendo - ¡Es guapa! – Rio la chica de nuevo la ocurrencia del admirador.
- Ángeles de Gándara, a quien conocí ayer en la fiesta. – La presentación quedó tan aséptica que los padres interpretaron como la causa probable del sofoco de ayer y se miraron, arrastrando a los enanos carretera arriba.
- Encantados. Vamos andando – Se imponía una cierta discreción.
- Quería disculparme por mi mal humor de ayer – Dijo la muchacha.
- No tienes que disculparte. Yo también estaba incómodo por la situación. No supe cómo reaccionar… - Hasta ahí la excusa era buena. – Mary tampoco quería nada más que bailar, me lo dijo luego – Ahí la excusa sobraba. Jaime la había acompañado y algo más, evidentemente.
- Bien, espero que nos veamos en otra ocasión – Corte.
- 111 – Ángeles no entendió, comenzaba a ser una coletilla en sus conversaciones de vecindario – Nuestra extensión.
La chica se volvió hacía el corro de su madre, sin darle su teléfono. Nunca entenderé a las mujeres, posiblemente, pensó Jaime. Alcanzó corriendo a sus padres ya lejos de la iglesia y más allá de los últimos coches aparcados.
- Es guapa tu novia – Insistió Lucas, una vez más.
- No es mi novia, es la única amiga española de los americanos. Habla muy bien inglés.
- Cosa que no se puede decir de ti. Ayer estarías todo el tiempo con ella – Carmen sentía curiosidad de saber cómo le había ido al chico.
- Pues, no. Había otra chica que hablaba francés y es casi con quien más estuve.
- Tu francés tampoco es como para estar hablando contigo una tarde.
- Fue más bien un monólogo, lo reconozco. La chica es hija, bueno hijastra, del sheriff – Pensó que la anécdota sería un buen capotazo para el tema.
- Ángeles parece una chica seria y formal, casi aristocrática. ¿Cómo es que se relaciona con los americanos?
- Creo que su madre que es marquesa o así y la anima a relacionarse con ellos por el idioma y la cultura. Mas cómodo que ir a Inglaterra o a Nueva York, es bajar al barrio de abajo.
- La urbanización… - No acababan de adaptarse al cambio.
- … y la americana ¿qué tal? – El padre advirtió el capote.
- Un poco estresante. Es canadiense y no paró de hablarme en francés. Además, la acompañé a su casa y me presentó a sus padres.
Vaya “la novia” parecía ser otra. Sorpresas te dan los hijos.
Al grupito de Gándara se había sumado Antonio García. Antonio Gracía hacia años había formado con su suegro la constructora JOTSA. En 1969, cuando el conde de los Gaitanes, buen amigo de Antonio, le ofrecieron la compra del 95% de las acciones de Nueva Inmobiliaria Española SA (NIESA), la sociedad dueña de los terrenos de lo que hoy es La Moraleja. La oportunidad era única: urbanizar una finca privada de más de 1.000 hectáreas. Constituida formalmente en el año 1934, comenzó a segregar y vender algunas parcelas de la finca. En 1946, se presenta el primer Plan de Ordenación como núcleo urbano residencial, en la zona denominada actualmente como Zona Centro. Posteriormente, a mitad de los 50, se segregó un total de 80 hectáreas, de sus 1.150 hectáreas, dando lugar al El Encinar de los Reyes. Antonio García, tenía claras dos cosas: que la ciudad de Madrid se desarrollaría urbanísticamente hacia el Norte, lo que le ofrecía una oportunidad de negocio clara, y que no podía hacer frente solo a un negocio inmobiliario de tal magnitud. Para ello realizó la compra, en nombre de la sociedad Prosa, con la ayuda de la compañía belga Tractebel y la constructora Vías y Construcciones. La operación rondó los 4,2 millones de euros. El tiempo le dio la razón: parcelas que se adquirieron por seis millones de pesetas (36.000 euros) valen hoy día más de un millón de euros. Vendieron parcelas de 10.000, 2.500 -la mayor parte- y 1.500 metros cuadrados.
- Hablábamos de ti. Ayer estuvo tomando en nuestra casa el Coronel Dell y nos dijo que jugabais al golf en el campo de la base habitualmente.
- Sí, con César de Zulueta, somos asiduos. Unos gorrones, vaya. Es un campo de 9 hoyos, pero está muy bonito y, hay que reconocerlo, esos militares juegan muy bien.
- Tienen otro en Zaragoza, ¿no?
- Sí, también pequeño, pero muy cuidado.
- Tal vez deberíamos pensar en hacernos uno para nosotros por aquí.
- No estaría mal. Pues nada, buscamos socios y con diez o doce yo creo que ponemos la idea en marcha. Si se ha puesto en marcha el club de tenis, este también.
La vida social de la zona comenzó a finales de los 40 en el antiguo chalet del Tiro de Pichón, coto de la aristocracia y de las señoras, pero había decaído hasta desaparecer.
- Habrá que ver de dónde sacamos el agua para regarlo.
El comentario, con puya, no agradó al señor Garcia.
El Club de Golf de la Moraleja había comenzado su andadura. "Ser socio del Real Club La Moraleja implica mucho más que practicar un deporte o pagar una cuota, supone actuar ante la vida con integridad, respeto y honestidad tanto fuera como dentro del campo. Supone aceptar que hay una forma correcta de hacer las cosas, en la que ganar significa ser siempre fiel a sí mismo, a sus principios y valores. Porque aquí, además de jugar al golf, se establecen relaciones sociales basadas en el respeto y en el reconocimiento mutuo". Formar parte del Club no sería nunca fácil, ni barato: hay que comprar a algún socio una acción y ser admitido. En la actualidad el precio ronda los 20.000 euros, aunque han llegado a valer 100.000. La cuota mensual ronda los 250 euros. En 1974 se adquieren los terrenos donde hoy se encuentra el conjunto formado por el chalet social y el Campo Viejo. A lo largo de ese año y el siguiente se construye el campo. En noviembre de 1975, entra en funcionamiento el recorrido de golf, aunque todavía no habían concluido las obras de la casa club. En junio de 1976 se inaugura oficialmente el campo, ese mismo año accede a la presidencia César de Zulueta que dejó la Presidencia veinte años más tarde. Un año más tarde moría en el hoyo 18 Bing Crosby. ¿Qué hacía Crosby en Madrid en aquel otoño de 1977? Invitado por su amigo César de Zulueta, la estrella llegó a la capital con la intención de jugar al golf y también de participar en una jornada de caza al día siguiente. Después de una comida estupenda, muy agradable, salieron a jugar. Era un hombre muy simpático; junto al hoyo 8 estaban construyendo un edificio, se percató de que los obreros estaban cantando y se acercó a la valla para unirse a ellos. Unos minutos más tarde, durante el trayecto que separa el green del 18 de la casa club, el cantante de 74 años había sufrido un infarto. Hubo intentos por reanimar a la estrella, pero todo fue inútil. Tal vez el caso más rocambolesco de la selecta membresía al Club, en el último medio siglo, ocurrió en fecha reciente, en 2022: el comité de disciplina expulsó a uno de sus socios, J. F. G.-S. F., de 54 años, que protagonizó junto a una joven brasileña de 25 años, un escándalo en la piscina. Llamaron la atención a la joven porque las normas prohíben hacer toples. Lejos de acatarlas, desafió a las presentes gritando en portugués «viejas malfolladas» y quedándose en lo que las aludidas aseguran «era el tanga más pequeño que habían visto nunca». Existe un video en él que se la puede ver discutiendo con los responsables del club e incluso llegando a morder y agredir al socorrista. La escena fue digna de una película española del destape. En uno de los momentos, la mujer se agarraba los pechos al grito «¿de quién son estos melones?» a lo que varias de las personas que estaban en ese momento en el club contestaban «¡del señor Salmones!», y es que Salmones era uno de los apellidos del socio rebelde. Este, lejos de apaciguar la situación, en evidente estado de embriaguez, orinó en el césped y ofreció a una socia conocida suya «realizar un trío», con el consiguiente escándalo de las damas presentes. Al final se descubrió que todo estaba motivado por una separación nada amistosa con su mujer, muy conocida en La Moraleja: ella quería seguir manteniendo la deseada acción como socia que evidentemente su marido perdió después de este espectáculo, recogido por toda la prensa nacional por lo esperpéntico.
…
Ángeles dejó el portón abierto, bajó con el coche por el camino de la puerta del Camino Sur y aparcó junto a la entrada del garaje. Todo estaba envejecido y abandonado. Chorretones negros de humedad caían por la fachada desde la terraza del piso superior y las puertas habían perdido el color azul que en algún tiempo tuvieron en un desvaído azul celeste. Entre las losas de hormigón cuarteadas del aparcamiento aparecía hierba. La vegetación de los alrededores crecía salvaje. Los pinos parecían cada vez más grandes. Una silla y una mesa desvencijados estaban en el porche de la cocina, junto al garaje. La dio como siempre que iba a echar un vistazo o pasear un poco de pena. Prefirió andar entre los matorrales por lo que quedaba del sendero que conducía al mirador. Las piedras aun marcaban el camino a pesar de la vegetación silvestre y la maleza alta. El mirador seguía allí demarcado por una sólida barandilla de columnas y pasamanos de granito describiendo un círculo. El paisaje seguía siendo maravilloso: Madrid al fondo, el pequeño valle de Valdebebas y El Encinar más acá. Los árboles habían crecido también aquí abajo, todo estaba más verde. La costumbre de los americanos de dejar un árbol plantado en su parcela contribuyó con los años a repoblar un espacio que se les entregó bastante pelado, aunque menos que el erial que tenían a sus pies. Habían pasado veinte años desde 1972 e hizo inventario de su vida. La muerte repentina en trágico accidente de circulación de sus padres a finales de los 70 la convirtió en heredera de un banco y una fortuna nada desdeñable. A penas acababa de finalizar la universidad, hizo económicas, y no tenía ni idea de nada. Su padre, influido por su madre, confió en que se casase pronto con algún buen partido y que su yerno, o algún día un nieto barón, le sucediese en el banco, con lo que ella nunca había tenido la más mínima idea del negocio bancario, como tampoco tenía idea de los demás negocios de su padre. La crisis bancaria del ciclo financiero de turno le facilitó la decisión de ser absorbidos por el Banco Hispano Americano, no saliendo mal de la operación que por la estructura que había montado su padre la podía haber mandado a la ruina. Al menos se consolaba que su soledad, no tener hermanos, la había ahorrado tener más problemas en sus decisiones. La madeja de los negocios de su padre también fue, con los años, deshecha de la mejor forma posible. Los negocios ya no se volverían a hacer así. Ella encontró trabajo, recién acabada la carrera, en una importante multinacional norteamericana de informática, gracias a sus perfectos conocimientos de idiomas, más que a otra cosa, y a los contactos que había mantenido con los chicos y chicas de las casas de allá abajo en los Estados Unidos. Se casó. “Qué idiota” sonrió pensando en la misa de 12 de Las Esclavas, “¿por qué le sonreí y les di los buenos días?”, trató de recordar y los vio otra vez allí a los cinco, esperando entrar en la capilla, Jaime todo compungido y sin saber qué hacer, “ella era una lagarta y él un tonto”, por eso le sonreí y les saludé, sonrió de nuevo. Antes, y más después del accidente, habían sido su familia; cuando les había necesitado estaban allí, Jaime especialmente claro. La gran casa de La Moraleja la había dejado un par de años después de la muerte de sus padres, cuando la testamentaria estuvo clara. Prefirió vivir en un apartamento por la zona del Bernabeu y luego, en el mismo barrio, encontraron una casa para la pareja. Los padres de Jaime seguían siendo vecinos de La Moraleja. Las tres hectáreas de la finca y la casa no eran fáciles de vender, habría que re-parcelarla tal vez, pero tampoco la importaba: ningún banco la daba la rentabilidad de la revalorización de aquel terreno. El otro valor que no había querido desprenderse e incluso había acrecentado eran las acciones de El Encinar de los Reyes, S.A. Ahora miraba con tristeza el panorama de silencio y quietud total de las casas que tenía a sus pies. Los americanos se habían ido y no quedaba nadie, una docena escasa de casas estaban alquiladas en su mayoría a españoles. A su espalda oyó a lo lejos llegar un coche que aparcó junto al suyo. Al poco rato apareció entre la espesura de la vegetación por el camino de piedras Juan Olazábal. De su misma edad, habían coincidido en muchas cosas: eran de los seres insociables de La Moraleja, jamás habían pisado el Club de Golf ni el de Tenis, amigos de los norteamericanos, hablaban tres o cuatro idiomas y estuvieron siempre alejados de los negocios de sus familias, Ángeles por imperativo familiar y Juan porque le dio por hacerse piloto, después de la mili, y dedicarse a los helicópteros y a los aviones.
- Así, tu no vendes esto ni queriendo.
- Puede que no quiera venderlo, si no me lo compran.
- ¿Hablas de la casa o de las acciones?
- De ambas. – Juan dudaba que fuese el miembro más idóneo de la familia para aquella negociación con Ángeles, pero había pesado más su amistad que el negocio, y el patriarca familiar nunca se equivocó en sus grandes decisiones.
Después de los 34 años de permanencia del personal americano de la base de Torrejón, los últimos abandonaron su “ciudad” el 15 de septiembre de 1992. El contrato de arrendamiento con el gobierno americano, finalizaba el día 30. En ese momento pagaban por el alquiler más de 1.100 millones de pesetas anuales (aproximadamente 6,6 millones de euros). Durante el año 1992, por parte del Banco de Bilbao Vizcaya (BBV), y su filial dedicada a la construcción METROVACESA S.A., conociendo la situación que se produciría con la salida de los americanos, comenzó una política de adquisición de acciones en bolsa, de forma que en el momento de la partida, ya contaba con el 20% del capital de la sociedad El Encinar de los Reyes, S.A. Por otra parte la familia Olazábal, con su padre a la cabeza Victoriano Olazábal Arriola, que tuvo empresas como el fabricante de electrodomésticos KELVINATOR, había adquirido la participación en la sociedad a la familia de Miguel Ardid en 1958, siendo poseedora del 35% de la sociedad. En octubre de 1992, la familia Olazábal, al darse cuenta del posicionamiento que estaba haciendo el BBV, quiso tomar el control de la empresa y lanzó una OPA (Oferta pública de adquisición de acciones), sobre el 14 % de acciones a través de su sociedad familiar llamada GEVISA (GENERAL DE VEHICULOS INDUSTRIALES S.A.), ofertando un precio de 2500 pesetas por cada acción, de este modo si la OPA salía bien, pasaría a tener el 49% de la empresa que como tenía un 3% en autocartera le resultaba suficiente para controlarla. Por su parte el BBV (Metrovacesa), respondió de forma audaz, sin hacer una CONTRAOPA, se limitó a desaconsejar acudir a la OPA, diciendo que el BBV, ofrecería más de la cantidad ofrecida por la familia Olazábal. Esta actuación, que rayaba con la legalidad, o cuando menos aprovechaba un vacío en la regulación de las OPAS, provocó que la familia Olazábal subiese el precio de su oferta un 10% más, es decir hasta los 2.750 pesetas, a lo que respondió el BBV con la misma respuesta, que BBV pagaría más de esa cantidad. Esto se acompañó por parte de denuncias, tanto por una parte como por otra, por irregularidades; además la familia Olazábal, llegó también a ofrecer 20 pesetas más que cualquier otra oferta. Finalmente con la mediación del Banco Hispano Americano, que había avalado la operación de la OPA de la familia Olazábal, se llegó al acuerdo de que se repartiría la empresa entre los dos grupos al 50% cada uno, es decir la mitad para la familia Olazábal y la otra mitad para el BBV a través de METROVACESA, pasándose a hacer una OPA CONJUNTA de todas las acciones al precio de 2.900 pesetas, y acordando que el presidente sería Jaime Olazábal y el vicepresidente Santiago Bergareche (Metrovacesa), formando el consejo de administración 6 miembros de cada grupo empresarial. Por fin, en el año 1994, después de unos años de preparativos y relativa indefinición, se consolidaron planes con el ayuntamiento de Madrid y de Alcobendas, que permitió la construcción de nuevas viviendas dando lugar a un gran negocio inmobiliario.
La reunión con Ángeles, a principios de octubre de 1972, quería asegurar la compra de sus acciones, suficientemente importantes como para decantar la operación en uno u otro sentido. Aquella mañana el ABC traía un anuncio a plana completa de Metrovacesa desaconsejando acudir a la OPA de la familia Olazábal, con la foto de un post-it que decía “URGENTE: esperar nueva oferta”.
- No me importa el precio, lo único que quiero es que lo conservéis lo mejor posible. – Ángeles había aprendido cosas y sabía que la espiral de ofertas y contraofertas empezaría en breve. Tal vez era momento de cerrar aquella historia también.
- Ahí sabes que lo único que puedo hacer es darte mi palabra y, sinceramente, no creo que sirva de mucho. La mayor parte de las construcciones habrá que tirarlas y por dentro están hechas una pena. Son 35 años y un montón de familias que han pasado por ahí.
- En todo caso, contad conmigo y mis acciones. El BBV no me cae simpático – La absorción con el Hispano Americano la había dejado una amarga experiencia de trato con “la entidad”. Prefería los móviles ciertos de las personas a los inciertos de las sociedades.
- ¿Te caigo simpático yo entonces? ¡Ya era hora de que me lo dijeses!
- Sigues siendo un idiota, piloto.
Los Olazábal cumplieron lo prometido, bien por pundonor torero, por no cabrear a la aviación o por necesidades del negocio. Conservaron un buen número de casas originales, la mayoría agrupadas en tres urbanizaciones “Los brezos”, “Las retamas” y “Los romeros” y abrieron, junto a la rotonda de El circulo, un moderno centro comercial que permitió jubilarse a La Frutería.
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Los domingos descansaba el Conserje, así que no había que disimular. El constructor tenía las oficinas en el primer piso del Edificio, así que los días de diario daba los buenos días al Conserje cuando llegaba a sus oficinas, subía en ascensor al primer piso y hacía un poco de ejercicio por las escaleras para subir hasta el tercer piso donde, en uno de los seis apartamentos que se había reservado para alquilar, había acomodado a Luchy, una andaluza de buen ver y pechos generosos, a quien pretendía retirar de ejercer el oficio más viejo del mundo o casi. No sólo la dejó de cobrar el alquiler, la compró un cuco descapotable, vestidos a voluntad y todo tipo de caprichos sin limitación. La pareja disfrutaba de discretas escapadas a un hotelito de la Sierra algún fin de semana. Aun así, no estaba nada seguro que en el trasiego nocturno que se producía en el inmueble recibiese visitas remuneradas. La baronesa de Corinto, que va a misa de 12 los domingos en la capilla de Las Esclavas, tiene una docena de apartamentos que alquila a un precio extraordinariamente alto a sus pupilas sin despertar ninguna sospecha fiscal. En el nuevo edificio en construcción parece que va a reinvertir en nuevos apartamentos.
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Ronald se había duchado con agua medianamente caliente. Los edificios compartían una caldera central de gasoil para el agua caliente y la calefacción Skolnik & Brothers de N. Y. de encendido y regulación automática, aunque al segundo piso llegaba el agua caliente cuando quería. Había descartado hacer autostop e ir hasta la Base a primera hora de la mañana para levantar pesas en el Gimnasio, así que decidió ponerse a leer tranquilamente en la terraza, disfrutar del sol y tomarse una Fanta. Los niños correteaban por los alrededores con sus juegos y la excitación iba en aumento, después de volver de los oficios religiosos y acercarse la hora de la comida.
Por la tarde, a falta de mejores planes, por la desaparición misteriosa para el domingo de las chicas tras el baile, supuso que en reunión sólo para mujeres, decidió ir a Los Establos a tomar algo y encontrar a alguien, con toda seguridad, para pasar el rato.
Detrás del snack bar, que estaba más allá del gran edificio del Teatro y el Centro de Juventud, había un camino en dirección este-oeste. Hacía el este te encontrabas con el gimnasio, los campos de béisbol de las Ligas Menores (juveniles) y softbol femenino, uno de los cuales tenía una pequeña grada donde los jóvenes se perdían para sus cosas, y más allá se pasaba por la planta de tratamiento de agua que tenía una zanja de drenaje que acababa en el Arroyo Valdebebas y que tenía una anchura irregular entre metro y tres metros, donde los niños jugaban a saltar o a cazar ranas, con lo cual las vacunas del colera se podían dar por bien empleadas. Siguiendo hacia el este el camino serpenteaba a través de una arboleda y terminaba en una puerta totalmente desvencijada, frente a la casa de un labrador totalmente desdentado del cual nunca se supo qué tierra trabajaba. Hacia el oeste el camino pasaba por el diamante de beisbol de tierra de las Ligas Mayores, unos 150 metros más allá y hacia el lado derecho (norte) de la carretera había un edificio destartalado con un establo en no mejor estado con unos cuantos caballos. La construcción parecía rememorar los inicios de La Frutería; maderas de derribo, planchas onduladas de chapa y uralita, paneles de yeso, una cerca de alambre reutilizado, alfombras gastadas y todo tipo de desechos de las casas de la urbanización que acababan reutilizadas para las funciones más diversas. En el edificio había un bar, con mesas y sillas, cada una de su padre y de su madre. Al deterioro general se unía la sensación de haberse quemado más de una vez. Todo el mundo lo llamaba “Los Establos”. Esencialmente ofrecía botellas cerveza fría y cara y vino peleón y caro y, ocasionalmente, alquilaba montar a caballo. Miguel, el dueño, tenía su negocio en el alquiler de caballos para las producciones cinematográficas, desde los años 50, se parecía a Peter Frampton y montaba un caballo blanco que había rodado Lawrence de Arabia. Mítico era el sol y sombra, mezcla de brandy o coñac («sombra») y de anís dulce («sol»), sin limitaciones de edad o sexo. Era territorio español, sin jurisdicción estadounidense, fuera del alcance del sheriff, se pagaba en pesetas y la Guardia Civil limitaba su presencia a la vista de cortesía o información, la ronda no pasaba habitualmente por la zona del colegio y el Teatro.
El Campamento Gitano completaba la zona Sur, estaba en línea recta al lado mismo del camino de tierra paralelo a la serpenteante zanja de drenaje, en una zona boscosa que crecía a sus orillas. Era una pequeña comunidad de carros grandes con neumáticos de camiones o automóviles y chabolas, también de desechos de construcción, que estaban pintadas con colores alegres y todo rodeado de una valla blanca, al más puro estilo Royal Oaks, y que se habían procurado de alguna manera, para no desentonar se suponía. Su actividad conocida era vender cerámica, cestas y baratijas por las casas del área en sus coloridos carros tirados por burros. La Guardia Civil lo permitía y únicamente cruzaba el arroyo cuando se producían pequeños hurtos de ropa colgada en las cuerdas para secar, herramientas, bicicletas y las cosas que se dejaban tiradas alrededor de las casas y que los gitanos daban por abandonadas, y que habitualmente acababan reintegradas a sus dueños. Algunas hamacas estaban colgadas de los árboles próximos y un par de fogatas daban calor a las comidas y en invierno a las personas.
Ronald pasó la tarde jugando a las cartas, bebiendo cerveza fría, fumando, comiendo tortilla y disfrutando de la diversión. Algunos chicos montaban a caballo, bien pagando 70 pesetas la hora. 1,00 $ (habían conseguido el dinero intercambiando comics o libros), por aportaciones de Budweiser y Marlboros conseguidos de extranjis, o montaban gratis si habían ayudado en la limpieza de las cuadras. El caballo favorito de Ronald era una belleza negra llamada Lucero. También estaba un gran castaño llamado Capri. El precio de 3 y 5 pesetas por la cerveza fría y 10 pesetas por el chupito, permitían una buena tarde por menos de un dólar, a 70 pesetas por dólar. La parroquia era heterogénea, tanto de chavalería como de mayores que conservaban la tradición de estar cada uno a lo suyo, dando por buenas las libertades de un bar español sobre el alcohol y el tabaco. Obvio es decir que el suministro de estas mercancías se veía surtido por los intercambios personales con la Base. Podíamos decir que era el chiringuito sin playa de El Encinar.
Con buen paso, Ronald subió hasta su casa, se cambió de camisa y cogió un sándwich del frigorífico, volviendo hacia el teatro para ver la segunda sesión de las 7. La marquesina en la parte superior del teatro anunciaba con letras de quita y pon que la película de esa noche era 'Play Misty for Me', Escalofrío en la noche, una película de Clint Eastwood de 1971, las películas eran de estreno y muchas veces no vistas en las salas españolas antes. La sala tenía capacidad para 250 personas, aunque habitualmente solía haber 50 o 60. Aquel día había cola. Un autobús de enlace de la base aérea estaba estacionado justo al frente. Más de la mitad de las personas en la fila del cine eran soldados, en la base se proyectaba una película diferente, así que decidieron ir a Royal Oaks para ver al gran Clint, aunque no hiciese de vaquero. La catedral de las palomitas tenía unos sillones azules bastante cómodos para pasar dos o tres horas. El sistema de clasificación de películas fracasó estrepitosamente en Royal Oaks: Las taquilleras que vendían las entradas a menores se cansaron de preguntar quién era menor de edad y quien le acompañaba, porque simplemente señalaban a cualquier persona mayor de 17 años que conociese de vista ya que había la suficiente familiaridad entre todos como para que nadie pudiera discutir quién decía o no la verdad. 'Midnight Cowboy', 'I Am Curious, Yellow' y la reclamada por el clero ‘El último tango en Paris´, se proyectaron con un público heterogéneo. Antes de la película se proyectaron algunos dibujos animados, celebrados por la audiencia (Bugs Bunny, el Correcaminos, la Pantera Rosa), y el personaje con el que todos en la Fuerza Aérea estaban familiarizados: Roger Ramjet. Roger Ramjet era un piloto, el Héroe de la Guerra Fría que nos protegía del sucio comunismo. Animó a todo el mundo y especialmente los soldados de la base.
Hasta finales de los 60 se podía ir al cine en tres teatros: en la Plaza de Perú se daba servicio al personal que vivía en el "centro" de Madrid que desapareció a finales de esa década, había otro en la base de Torrejón, para la tropa y oficiales que vivían en la base, y otro en la zona de viviendas de Royal Oaks para las familias estadounidenses que vivían allí. El Teatro Plaza Perú era un teatro agradable y moderno con un gran auditorio abajo y un balcón arriba, donde las chicas y chicos acostumbraban hacer sus cosas de adolescentes. Tenía un snack bar bien surtido con palomitas de maíz, aperitivos y dulces americanos. Este teatro fue una escena social también en los 50 y 60, a veces el teatro tenía una "noche especial" de gala cuando una celebridad estaba de visita en Madrid rodando una película o de paso, generalmente la noche en que estaban proyectando una película en la que aparecía. La noche en que se proyectó "Ben Hur", que fue filmada en España, apareció Steven Boyd que interpretó el papel de "Messala" en esa película, firmando autógrafos a una larga fila de admiradores. El acceso solo se permitía a los estadounidenses con tarjetas de identificación militar o sus invitados. Estas tarjetas de identificación las tenían todas las personas relacionadas con la presencia militar estadounidense en España, independientemente de su edad. Todos los "dependientes" (como se llamaba a las familias del personal militar) tenían sus propias tarjetas y tenían que mostrarlas para entrar en cualquier instalación militar estadounidense, figurando la persona al cargo y los teléfonos de contacto en la base (4 dígitos) y la casa (3 dígitos). El teatro daba 5 o 6 películas diferentes cada semana junto con una matiné de sábado también. Las noches entre semana habría dos sesiones, una a las seis de la tarde y la siguiente empezando alrededor de las ocho de la tarde. Los lunes y martes se proyectaba la misma película, pero de miércoles a domingos habría una película diferente cada noche. Tradicionalmente se comenzaba con la proyección de un cortometraje con el himno norteamericano "Star Spangled Banner" de un minuto y medio de esa música a todo volumen, con muchas tomas de banderas estadounidenses ondeando. Todos en el teatro se ponían de pie y se quitaban los sombreros o las gorras, la mayoría de la gente también ponía su mano derecha sobre su pecho cerca de sus corazones. Si estabas en uniforme y en tu asiento, te ponías de pie y saludabas a la pantalla. Si todavía estabas en el vestíbulo tomando bebidas y bocadillos o subiendo las escaleras para tomar asiento, te congelabas en el lugar donde estabas hasta que terminaba; si sonaba el himno presentabas tus respetos. Los invitados españoles siempre quedaban sorprendidos de este patriotismo, la proyección del NODO en los cines no producía esas sensaciones. Después, antes de la película principal, mostraban avances de próximas películas, así como "noticias" sobre lo que estaba pasando en los Estados Unidos con una variedad de temas, desde política hasta chismes de famosos. Los viernes y sábados se ofrecía un resumen semanal de lo más destacado de la NFL, durante la temporada de la liga nacional de fútbol americano, era media hora de resumen de los partidos de las noches anteriores del domingo y el lunes, después de lo cual la mitad de la audiencia se iba. La matiné del sábado se iniciaba a las diez de la mañana y duraba hasta mediodía. Después del obligatorio himno, le seguirían varias caricaturas, las habituales que podían verse cualquier sábado por la mañana en casi cualquier televisión estadounidense en los Estados Unidos en ese momento. La televisión española no se veía apenas, aunque las casas tuviesen televisores. Estos incluían dibujos animados como "Bugs Bunny", "Tom y Jerry", "The Roadrunner", etc. Después de cuatro o cinco dibujos animados, siempre habría una serie como "Flash Gordon" o "Buck Rogers en el siglo 25”. Pero a veces habría una serie como "The Lone Ranger" o "The Cisco Kid". Después de ver los próximos estrenos de la semana comenzaba la película. El precio era bastante económico: 15 centavos para niños menores de 12 años y 25 para los adultos, con un centavo para las palomitas. También hubo éxitos en taquilla que prolongaron la proyección durante días, impidiendo nuevos estrenos. Tenían éxito los westerns de Clint Eastwood que siempre se proyectaron a sala llena, al igual que las películas protagonizadas por Charles Bronson, Vincent Price, Christopher Lee y Raquel Welch ('Un millón de años antes de Cristo'). Cualquier película de la Pantera Rosa de Peter Sellers se quedaría durante un par de semanas, al igual que cualquier película de John Wayne, sin importar el género o el año, pero la fila de películas más larga que hubo en el teatro Royal Oaks fue cuando llegó la película 'House of Dark Shadows' (Sombras en la oscuridad 1970) La cola para entrar en la película Dark Shadows llegaba hasta el gimnasio desde el cine. Proyectaron la película durante tres semanas, todo un récord.
En el teatro de Royal Oaks había casi siempre un ambiente familiar. Mamás con niños, hermanos mayores con niños, jóvenes a sus cosas… En la entrada la regla general para la fila era que una sola persona sólo podía reservar un lugar para otras dos personas, mientras se subían los escalones hacia la taquilla. Programación especial se daba en Halloween con películas espeluznantes, una a las 6:00 p.m. y otra a las 8:30 p.m. Aquel año la primera película fue de Christopher Lee: “Scars of Dracula” (Las Cicatrices de Drácula 1970), murciélagos, ojos y colmillos inyectados en sangre) que ya se proyectó el año anterior. La segunda película "The Dunwich Horror" (El horror de Dunwich 1970), Satanás, posesión, resurrección, se suponía que esta película para adultos, por lo que fue clasificada como "M", pero como siempre cualquiera que quisiera ir podía entrar, con el consiguiente griterío infantil en las escenas de terror y acurruque de adolescentes temerosas en busca de protección de sus parejas. Los niños, fuertemente impresionados, salían haciendo el murciélago por toda la explanada frente al teatro. Un estreno importante un sábado aquel año fue Mary Poppins, en sesiones de 4:30 p.m. y 7:00 p.m. Un año antes y medio se había visto "Woodstock" en el cine base cuando se estrenó, que estaba clasificada como "R"; el teatro de la Base hacía cumplir las reglas de clasificación de manera mucho más estricta que el teatro Royal Oaks: chicas hippies desnudas bañándose y chapoteando en piscinas de agua y barro.
Lo que deparó una experiencia entre surrealista y sobrecogedora fue la proyección que ofreció el comandante de la base la noche de Navidad de aquel año a las 22:45, anunciada como “La sorpresa del Comandante”. En el aparcamiento había unos veinte coches, algunos de la Base, a esa hora tardía, y no había cola para entrar. Después de pasar por taquilla y dejar 50 centavos por la entrada, pertrechados de coca-cola y palomitas, unas treinta personas estaban esperando que hablase el convocante, agrupados en distintas zonas de la sala. Una cortina roja ocultaba la gran pantalla. En un momento dado apareció el mando ante la cortina y comenzó a hablar: "Tengo un par de cosas que me gustaría decir antes de que comencemos esta presentación de película tan especial. En primer lugar, me gustaría agradecerles a todos por estar aquí esta noche de Nochebuena. En segundo lugar, no habrá himno nacional precedente, pero vamos a hacer una pausa para honrar a esos hombres y mujeres uniformados que no pueden estar con sus familias esta Navidad". Luego agradeció las gestiones hechas para conseguir la copia de una antigua película de 1946. "Conocí al sargento Monday en noviembre en una cena especial organizada por la escuela secundaria en la Base y descubrí que él también tenía amor y aprecio por las cosas pasadas, especialmente las películas. Le hablé de esta película en particular y se puso a trabajar. No solo fue capaz de localizar esta película, sino que también fue capaz de asegurar su préstamo para que la viéramos". El comandante apuntó con su bastón de mando, siempre lo llevaba, al sargento. "Personalmente vi esta película cuando era joven, recién salido de la Academia y estoy aquí para decirles que su mensaje se ha quedado conmigo todos estos años. Aquellos de ustedes que también la hayan visto durante su estreno, aquellos de ustedes que también comparten nuestra, recuperaran emociones que pueden haber pensado que estaban enterradas durante mucho tiempo. Aquellos de ustedes que nunca lo han visto, les puedo asegurar, espero que descubran emociones que probablemente no sabían que poseían". La sonrisa del comandante no pudo contenerse. Agitó su bastón para hacer una señal a quien estuviera en la cabina de proyección. "¡Disfruten de la película, amigos, y Feliz Navidad!", dijo el comandante y se sentó. Las luces de la casa se apagaron, la gran cortina roja se abrió de izquierda a derecha, la pantalla se iluminó y comenzó la música. El título de la película apareció en la pantalla: "It's a Wonderful Life" (Qué bello es vivir 1946) de Frank Capra. La pregunta primordial planteada por esta película tenía que ser hasta qué punto cada uno de nosotros toca o altera la vida de otro. La historia de un hombre bueno a la fuerza al que un ángel salva de suicidarse, mostrándole qué habría sido del mundo si él no hubiese nacido. La fama posterior, al menos en norteamericana, de este cuento navideño es porque la película de Capra pasó a ser de dominio público en los 70 y los programadores decidieron que, ya que era gratis emitirla en televisión, estaría bien emitirla en fechas navideñas. Finalizada la proyección efectivamente los asistentes estaban emocionados, surgió un gran aplauso y se dieron apretones de manos, abrazos y buenos deseos. Al salir al frío de la noche, a la una de la madrugada, los espectadores coincidieron con los asistentes a los oficios en la Escuela Primaria, estando repleto el aparcamiento de coches.
Poco después de aquellas Navidades, Ronald acudió en el teatro de Royal Oaks a la proyección de una de las películas más sobrecogedoras que se han proyectado en una Base Aérea Norteamericana y que no se sabía interpretar dentro de una política (o falta de ella) de adoctrinamiento, de personal o, simplemente de tacto. Una vez más acudió a la sesión de las 6 y allí estaba Paul May, que parecía abonado a su sitio, junto al pasillo de la séptima fila de la derecha. La película era 'Fail Safe' (Punto límite 1964) una película en blanco y negro. Durante la Guerra Fría, por un error informático un escuadrón de bombarderos del SAC es enviado a destruir Moscú, el presidente de los Estados Unidos (Henry Fonda) trata de hacerlos volver, pero el sofisticado sistema de seguridad impide abortar el ataque, así que debe convencer a la Unión Soviética de que no contraataque. En una medida desesperada, el presidente ofrece sacrificar una ciudad en Estados Unidos, si sus pilotos terminan llevando a cabo su misión mortal sobre Moscú. La escena final de "Fail Safe" es una serie de instantáneas que mostraban una ciudad de Nueva York dinámica, feliz y bulliciosa solo unos segundos antes de su inevitable destrucción. Los padres de Ronald, aparte de ser una película para adultos, le habían advertido que tal vez no le gustase, que ellos la habían visto una vez y no querían volver a pensar sobre el tema. Al encenderse las luces, no hubo el habitual bullicio en la sala. Silencio. Los niños que se habían colado comprendieron que era una película para adultos que no iban a olvidar. Si alguien tenía nostalgia post-navideña, aquello lo había rematado. Curiosamente el mismo año Stanley Kubrick, con producción británica, había estrenado ´Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb´ (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú 1964) con una temática prácticamente igual, pero en clave de humor. Convencido de que los comunistas están contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. El Presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. El final de la película acaba con el Major "King" Kong montado sobre uno de los misiles y ondeando su sombrero de vaquero como si de un rodeo se tratara. El Dr. Strangelove se levanta de su silla de ruedas anunciando que tiene un plan, dándose cuenta de que puede caminar y grita ¡"Mein Führer, puedo andar"!, solo un segundo antes de que las bombas nucleares empiecen a detonar. Posiblemente otra película que la política (o falta de ella) de adoctrinamiento, de personal o, simplemente de tacto permitió ver tranquilamente en el teatro de Royal Oaks tomando una Fanta o una Coca-Cola.
Ronald y los otros menores de Royal Oaks también se colaron a ver la prometedora por pícara ‘ Carnal Knowledge’ (Conocimiento carnal 1971) que resultó ser un trio amoroso con camas, sujetadores y bragas, sin mayor interés. De hecho, acabó teniendo 9 solitarios espectadores en su segundo pase, después conocerse su falta de estímulos reales y la pedantería existencialista de sus protagonistas. El correrse la voz tan rápidamente por la urbanización, aparte de alimentar bulos difícilmente creíbles, evitaba el bajar hasta el cine, si los de la primera sesión no quedaban satisfechos. “50 centavos a la basura”. Ni Art Garfunkel, de Simon & Garfunkel, daba relevancia a la cinta.
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La tarde del domingo transcurría placenteramente en los salones de la Gran Peña. Apenas había público, aun se notaba que la gente estaba de vuelta de vacaciones o aprovechando la tarde del domingo. Al café, copa y puro faltarían Gándara y Luis el constructor y falangista.
- Luis ya sabéis que estará en el hotelito de la sierra con Luchy y Gándara descansa en su chalet los domingos.
- Lo de Luis no tiene precio. Cualquier día se acabará enterando su señora y lo manda a paseo. Que ya tiene una edad para estas cosas.
- Precisamente por eso. ¿Qué quieres que te diga? Hay que aprovechar que pasa el último tranvía – Un año antes había circulado el último por Madrid.
- En este caso, más que tranvía es un tren… expreso.
En su afán masculino de presumir con su conquista se la había presentado a los amigos en al pub Ascot. Así que había bastante envidia con el tema.
- ¿Qué sabéis de Antonio? – Se refería a Garcia Trevijano.
- Sigue hablando con unos y otros – Casi se alegró de que no estuviese el falangista, pues las conversaciones eran más con los unos que con los otros.
- Lo del Partido Socialista no ayuda, ahora tendrá que empezar de nuevo a hablar con los nuevos.
Desde un año antes venía gestándose la ruptura entre los socialistas del exilio y los del interior: el relevo generacional, el traslado de la dirección al interior o su permanencia en el exterior, y las relaciones con los comunistas constituían tres problemas de fondo entre ambos sectores. Era secretario general Rodolfo Llopis, exiliado desde 1939, por lo tanto, tan veterano como el Generalísimo. La escisión se produjo primero en la UGT: la represión franquista había acabado prácticamente con la organización del interior, pero se mantenían cifras artificiales de afiliados con vistas a seguir obteniendo una ayuda económica internacional y contar con el peso de las cifras fantasmas en las votaciones. Los "renovadores" encabezados por Múgica, Redondo y Castellanos se hicieron con el control de la organización, tras una vergonzante denuncia del fraude y penosos episodios en torno a los archivos y la caja de la UGT. En ese momento el futuro de la vieja guardia del Partido Socialista estaba próxima a la jubilación forzosa. El año siguiente la Ejecutiva del PSOE decidió celebrar el XII Congreso en agosto de 1973, Llopis se negó a convocarlo y acabó por declararlo ilegal, a pesar de lo cual se celebró por los renovadores, mientras que Llopis reunió su propio Congreso. La Internacional Socialista se decantó a favor de los "renovados", que eligieron secretario general a "Isidoro" (Felipe González) en 1974.
- Los comunistas – bajó el tono, a pesar que estaban solos en la sala - parecen más estables, como siempre.
El liderazgo de Carrillo y la Pasionaria, también de la quinta del Caudillo, garantizaban su permanencia en base a un principio básico: adaptarse a los tiempos. En un mes tendrían su último congreso en la clandestinidad y se resumía en lo de siempre: Solidaridad con Vietnam (abajo el imperialismo yankee), ¡Acabar con la dictadura! ¡Ninguna ilusión en el centrismo!, Negociación con Europa para entrar en la Comunidad Económica, Pacto para la Libertad, Revolución política, El ejército, Movimientos de masas, ¡Contra la represión, por la amnistía!, Dar toda su importancia al trabajo en la emigración (de españoles a otros países), Unidad anti-imperialista (repetición del punto uno), Lucha por el socialismo y cierre de la emisora. Posiblemente más de lo mismo de los siete congresos anteriores y posteriores, adaptados sabiamente al momento.
- La clave es si se opta por la ruptura o el continuismo. – Como no estaba el falangista ni el banquero podían hablar sin tapujos.
- Si no se quiere sangre, habrá que continuar. La sartén la tienen por el mango los que tienen el dinero y los que controlan el Estado.
- Ya, pero los otros querrán participar de alguna manera.
- Hombre, se supone que habrá elecciones y que sus masas les votarán enfervorecidas. – Dudaba mucho de la propaganda de las izquierdas y su penetración política y social real, aunque no hubiesen sido reprimidos por el Régimen.
- ¿Familia, Municipio y Sindicato por qué les sustituimos? – Eran los cauces de representación democrática franquista, pues había elecciones y se elegían como procuradores en Cortes.
- Con un Parlamento, un Congreso y un Senado, ya colocamos a unos cuantos más que los actuales…
- Añade una descentralización de la Administración.
- ¡Adiós Madrid! – Esa idea de que no fuesen para cualquier gestión a la capital no agradó al funcionario. – Eso seguro que a los vascos y los catalanes les gusta.
- Incluso en posible que ETA se dedique a hacer más por buscarse un modo de vida para sus militantes en su tierra y nos olvide a los demás.
- Puaf imagínate en vez de unas Cortes, 50; en vez de un Gobierno, 50. Habrá trabajo para los que ya están y para todos los que vengan.
- Hombre, habrá que buscar algo que no sean las provincias, algo un poco mayor. La Región o así – Sonaba folklórico, pero razonable, hacer asociaciones políticas en base a los trajes regionales – Saldrán unas quince.
- Aun así, seguro que con eso se puede dar oportunidades a los que están por llegar.
- Naturalmente los que ya están saben cómo funciona esto y los que llegan tendrán que irse familiarizando.
- Si, eso se llama continuismo.
- Trevijano no lo ve, va por la ruptura. Ni rey – Franco ya se había decidido con Juan Carlos como sucesor – ni compartir el poder. Todo nuevo.
- Eso es difícil de hacer sin problemas. Muy inestable. En un momento dado tienes a los militares al otro lado de la balanza y la gente apoya al que no le complique la vida, lo demás les importa una mierda. – El militar no entendía de política de chalaneo, pero tenía claro los posicionamientos básicos - Por otra parte, la República es gafe en España, supongo que es por nuestra forma de ser, la Primera duró un año, la Segunda cinco mal contados, si no dos cuando ganó la derecha republicana y no le gustó a la izquierda republicana, y a la Tercera no creo que vaya a la vencida. En cuanto entremos en la historia de quítate tú de Presidente que me pongo yo, se acabó la concordia democrática.
- Antonio no para de hablar con todo el mundo; partidos políticos clandestinos, sindicalistas, profesionales, asociaciones de vecinos, intelectuales independientes, etc., todo el que considera contrario a la dictadura franquista, trata de convencerle que se una a los demás en un bloque unitario de oposición antifranquista y por la democracia.
- Hombre, una de las cosas que sabe el Generalísimo – lo dijo serio el militar – es que su poder está en la más absoluta fragmentación de cualquier otro poder, por no decir de un individualismo y personalismo casi. Eso incluye los problemas dentro de casa con falangistas, militares y, últimamente, tecnócratas o los del Opus, como quieras decirlo. Él está y estará ahí, mientras sea quien equilibra los poderes de los demás, quien quita y quien otorga.
El militar estaba en un puesto que le permitía tener una perspectiva amplia de lo que sucedía en España. Desde hacía unos meses trabajaba en un nuevo organismo creado por el Almirante Carrero Blanco, él era del Ejercito de Tierra, se trataba del Servicio Central de Documentación, el SECED. Después de la Guerra Civil, en la que cada bando intentó organizar sus respectivos Servicios de Información fragmentados en función de los intereses de cada retaguardia, se mantuvo la creación de multitud de órganos de información que intentaban cumplir sus misiones de modo independiente, atendiendo a los intereses de los tiempos de paz. Llegaron a existir hasta ocho Servicios de Información diferentes, con ámbitos de competencia poco definidos, lo que provocó frecuentes duplicidades: El Servicio de Información del Movimiento, que se ocupaba de la información política. El Servicio de Información de la Dirección General de Seguridad, que se ocupaba de la investigación de los denominados delitos político-sociales, en colaboración con el Servicio de Información de la Guardia Civil. Los Servicios de Información del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, adscritos a las segundas secciones (Inteligencia) de los respectivos cuarteles generales. Los Servicios de Inteligencia Exterior y de Contrainteligencia, dependientes de la Tercera Sección (Operaciones) del Alto Estado Mayor... Carrero desconfiaba de todos ellos, por su manifiesta incompetencia y lentitud. La misión principal del SECED era lo que entonces se llamaba contra subversión, el conocimiento de los que se oponían al agonizante régimen franquista. De momento era un servicio más, mientras los otros seguían operativos y expectantes, al que había ido a parar unos 200 “voluntarios”, seleccionados por los mandos.
- ¿Y cuando no esté?
- Otro vendrá que bueno me hará. Quien lo suceda, presidente de república o rey, deberá seguir con el mismo papel, pero con más actores.
- ¿Me vas a decir que sólo hay intereses económicos en política?, ¿sin ideologías?, ¿sin objetivos políticos?
- Yo trabajo con personas y sus móviles de actuación. Básicamente poder, dinero y sexo, mueven el mundo. Si se agrupan las personas, sólo poder y dinero.
- Franco…
- Sólo poder. El dinero mueve a su familia. El sexo, obviamente, nunca y nada. – El brazo incorrupto de Santa Teresa presidiendo su alcoba nunca animo a la concupiscencia.
- Pero las ideologías, las ideas, están ahí. Uno es falangista o comunista…
- Si eso te lleva al poder o te hace estar en él. Te aprendes el argumentario y ya.
- ¿Pero la lucha política?
- Si eres falangista en España es como si eres comunista en Rusia, no hay lucha, tu única razón de ser es que los otros no lleguen nunca al poder, es lo que te da tu identidad, la lucha contra el contrario: le necesitas tú como él te necesita a ti. Los partidos políticos, las familias políticas dentro del Régimen, siguen el mismo esquema: unos llegan arriba porque otros quedan abajo y una facción gana porque otra pierde.
- Bueno, pero un sistema democrático es otra cosa. Nada que ver con España o con Rusia.
- Al final, eliges cada cierto tiempo quien está en el poder y quien no. La ventaja es que no es siempre el mismo, salvo que se reelija o que aparezcan nuevos actores. Si son dos; turno de poder, si son más; fragmentación y agrupación entre los que se acercan al poder y los que no lo tienen. En el caso español, apuñalamiento por la espalda de amigos, para quedar dos: quien tiene y quien no tiene el poder.
- Pero una vez que estas en el poder, puedes aplicar políticas…
- Siempre que te garanticen seguir en el poder, aunque contradigan tu argumentario.
- Pues si que me pones bien el futuro democrático de este país…
A veces no se sabía si el militar estaba con unos o con otros, con ninguno o con todos. En todo caso, nunca le habían visto armado con ninguna pistola y dudaban que la hubiese empuñado nunca, y eso les tranquilizaba.