NOTA.- Esta es la versión 1 del texto. Una versión novel de una novela que precisa ser leida por los amigos para corregir incoherencias, erratas, errores y horrores. Se agradece cualquier aportación personal que añada interés al relato.

Al Sur de La Moraleja – ROAKS
Septiembre 1972
CAPITULO 4.- Nuevo curso
-    Señor, está aquí el señor Powell, el ingeniero responsable del abastecimiento de aguas – Apenas se había sentado en su mesa el coronel Dell cuando sonó el interfono sobre su mesa.
-    ¡Hágalo pasar!
El lunes a primera hora, apenas había amanecido, cuando se incorporaba el primer turno a las 7 de la mañana en la Base. Iba a ser un día agradable de principios de otoño.
-    El viernes a última hora tuve una reunión con los servicios médicos con respecto a los problemas de colera y diarreas que hemos tenido este verano, especialmente el Royal Oaks. Quería saber cuál es el planteamiento de su compañía al respecto. – Una de las cosas malas de ser contratista de la Fuerza Área era la facilidad de que le cortasen a uno la cabeza fuera de la misma,
-    Ignoro los datos que los servicios médicos manejen, a mi sólo me constan problemas de diarreas en mi familia y en el vecindario y no tengo conocimiento de nada más grave. Hemos incrementado las medidas de depuración en la central de Royal Oaks en consonancia, pero el problema sigue estando en el suministro y la presión del agua. Desde su diseño en los 50 el volumen previsto fue muy inferior al necesario y la red de suministro escasa, acrecentándose el problema cuando llega a cada edificio y hay un consumo simultaneo, lógicamente cuanto más arriba de la colina mayor problema. Esto hace que las canalizaciones se estaquen y el agua tratada pueda contaminarse, por mucho tratamiento que lleve.
-     ¿Qué soluciones ven? – El problema era de suministro y el suministro problema del contratista. Ducha abundante y limpia, era lo que necesitaba la Fuerza Aérea, el coronel y su familia. El chalet número 6 estaba arriba de la cuesta y no parecía tener ni lo uno ni lo otro habitualmente. 
-    La torre del agua que hemos instalado hace poco debería ser la solución, la pusimos cerca de la entrada en la parte alta, pero aun parece que da poca presión para resolver el problema, por la extensión de la red y el consumo, especialmente en verano. Habrá que aumentar el caudal y la presión de bombeo, asegurando el suministro regular y caudal a todos los puntos.
-    ¿Solucionaríamos el problema de las bocas de incendios? – El problema se había manifestado en las reuniones de vecinos que echaban en falta este elemento de seguridad habitual en el urbanismo americano y que los constructores españoles se habían ahorrado en su normativa local. 
-    Requeriría un trazado de conducciones propio para mantener la presión y la extensión es muy grande, con un coste elevado. No creo que sea la mejor solución.
-     Bien, volveré a proponer destinar una de las camionetas contraincendios que retiremos de servicio de las pistas y mandar un par de hombres de reten. Un día vamos a salir ardiendo – Con los años el arbolado fue creciendo en las parcelas, cuidadas y plantadas por sus sucesivos moradores con la ayuda de los jardineros que venían todos los días de Alcobendas con sus burros. Se mantenía en base al habitual pastoreo de ovejas, estampa cotidiana, y la quema de hierbas y monte bajo que alguna vez había dado un susto a pesar de la pericia de los jardineros y de los moradores. Especialmente molesta era la pelusa de los álamos que cubría todo como la nieve y los insectos, orugas bastante grandes.
-    Si le parece, elevaré un informe a la dirección de mi compañía de esta reunión para que tomen la negociación con la Fuerza Aérea de la solución del nuevo bombeo para la torre.
-    Sí, haré lo mismo vía nuestro comandante. El caso es evitar nuevos veranos con estos mismos problemas – El coronel se levantó para acompañar al ingeniero hasta la puerta – Veo que mi ayudante consiguió contactar con usted el viernes, a pesar de ser última hora.
-    Mi hijo me dio el aviso según llegué a casa. Estaba en la Planta de Royal Oaks.
-    No hemos hablado de la seguridad, por cierto.
-    No creo que sea ese el problema, con el vallado y la vigilancia periódica de la Policía Aérea y la Guardia Civil, hasta el momento, no ha habido ninguna incidencia durante todos estos años.
-    Bien, seguiremos en contacto. 

Ronald se dirigía a la puerta trasera para hacer auto-stop hacia la Base a media mañana. Prefirió aprovechar la mañana del último día de vacaciones, no madrugar a las seis para subir con su padre, y pasear tranquilamente. Desde hacía tres semanas, a mediados de agosto, era su primer lunes de descanso sin entrenamientos. 
Cuando volvió de los quince días de vacaciones en El Mundo se enteró que su año como junior en la Escuela Secundaria comenzaba con una novedad importante: habría dos equipos de futbol americano en Torrejón. Eso le había causado una cierta inquietud, pues tarde o temprano, pensaba que abriría la posibilidad de tener también un motivo de discordias en la Escuela. Hasta entonces el equipo representaba a todos en el campeonato de otoño-invierno entre Madrid, Rota y Zaragoza. Desde principios de año la rotación de personal se notó como un notable incremento, pero había más familias que llegaban que las que se iban, posiblemente había hasta un 33% más de alumnos previstos para ese año. El efecto mariposa de cómo iban las cosas en Vietnam, retirada o reasignación, eran dos equipos en Madrid. La otra novedad de la política del presidente Nixon para su reelección, que afectaba a Ronald, era haber sacado al dólar estadounidense del patrón oro, disminuyendo instantáneamente el tipo de cambio en La Frutería o en Los Establos de 74 pesetas a 57 pesetas por dólar, o de tres a dos cervezas. La Escuela Secundaria de Torrejón o de Madrid, como se prefiera, duplicaba ya a las de Rota o Zaragoza antes de aquel año. Su equipo de futbol americano tenía la consideración del mejor entre los equipos base de los institutos americanos de Europa. La división en dos había traído de cabeza a profesores y mandos, era una cuestión delicada que no querían que degenerase en una pérdida de la unidad que se había logrado después de los llamados incidentes del Viernes negro la pasada primavera, que en buena medida habían reproducido las diferencias por cuestiones raciales, por la guerra y por otras muchas cuestiones, en los Estados Unidos. Finalmente optaron por un criterio geográfico: Royal Oaks y la Base. Al final el entrenador de ambos conjuntos lo resumió en una arenga que zanjó las dudas: “Se enfrentarían en competición en dos ocasiones, con gente a la que veían todos los días, y su deber era simplemente salir y jugar lo mejor posible. Jugar para ganar. Porque cuanto más se juega, mejor es el espectáculo, y cuanto mejor es el espectáculo, mejor es la distracción, y la diversión desempeña un papel importante para todos los hombres y mujeres de la Base que deben lidiar con la guerra todos los días, para sus familias y para sus amigos. Ese era su papel en aquel montaje.”
En lo que recapitulaba sobre los dos equipos y esperaba a alguien de salida hacia la Base, reforzó su idea de nuevos vecinos la entrada de dos camiones de mudanzas. Vio salir de su casa el coche patrulla del Sargento Smith, a ver si tenía suerte y hacia uno de sus múltiples viajes diarios a Torrejón. Efectivamente se incorporó a la carretera y fue hacia él. Una suerte, pues a esa hora era raro que alguien fuese en su dirección.
-    ¿Vamos a ver a los jefes? – Preguntó Ronald
-    Más bien a llenar el depósito y que me revisen la radio del coche. O la mía o la de la Guardia Civil está mal, nos hablamos a voces mejor. Sube. ¿Con ganas de comenzar el curso?
-    Sí, la verdad… y la temporada de futbol – Ronald era deportista, así que permutó la frase.
-    Mary lo echará de menos, este año ya no está con las animadoras – Sus dos últimas temporadas la habían llevado hasta Nápoles, eso sí pagándose todo de su bolsillo – Me dijo que vuestra amiga Diana será su sucesora como capitana.
-    Sí, es posible. Coincidimos con ellas la semana pasada una tarde entrenando. Estaban haciendo pruebas de selección.
Estaba pensando en las animadoras, cuyo número se había incrementado con los dos nuevos equipos: suéteres con la letra T, faldas plisadas, calcetines blancos cortos… Pesó en sus pechos rebotando dentro de sus suéteres, sus pantorrillas y muslos musculosos y sus glúteos sólidos, girando dentro de sus dulces, cortas, faldas rojas y blancas, que se levantaban de vez en cuando para mostrar su ropa interior a juego. Pero ir con el sheriff y padre de una antigua animadora le despertó de sueño. 
El equipo de animadoras para este año escolar había sido seleccionado la primavera pasada: cinco chicas del equipo junior y cinco chicas del equipo universitario, pero debido a la nueva división del equipo de fútbol, se decidió que tenía que haber al menos dos chicas más para cada equipo. Para la nueva temporada ambos equipos se considerarían universitarios y las porristas juniores regresarían a serlo cuando comenzasen el baloncesto y la lucha libre, después de Navidad. Había 25 chicas demostrando sus habilidades durante un par de horas, tratando de impresionar a los tres miembros de la escuela que hacían la selección.
Las animadoras viajaban a los partidos fuera de casa, pero no tenían presupuesto propio como lo tenían los equipos deportivos. Dependían de recaudaciones de fondos y de un club de apoyo para cubrir sus gastos. Vendían magdalenas o galletas, pero el dinero más fácil que ganaban los equipos de cheerleaders se recaudaba a través del lavado de coches. Porristas en pantalones cortos, camisetas sin mangas o bikinis, todas lavando autos. Estas tradicionales campañas de limpieza se habían llevado a cabo tres veces durante el verano en el edificio de la escuela secundaria. Casi todos los coches de la base pasaban por el ritual al menos una vez, especialmente los coches de los mandos. Los vehículos se alineaban durante un par de manzanas pacientemente esperando su turno en una cálida mañana madrileña de verano, por ser familiar, amigo o militar sin relación, pero interesado en el evento.
-    ¿Hoy no entrenas? No te veo con tu bolsa de deportes.
Era la imagen de Ron para todos los vecinos. Un chico con una pesada bolsa de deportes en la que estaba una equipación de futbol nada ligera precisamente.
-    No, hoy nos han dado descanso. La semana pasada fue dura. Seguiremos mañana para preparar el primer encuentro del viernes entre los dos equipos. Llevamos tres semanas de selección y pretemporada. Ha sido duro, con el calor de agosto y más con la presión de ser dos equipos.
Definitivamente el deporte en la Escuela no tenía mucho que desear a las ligas profesionales a las que nutría de jóvenes promesas, acostumbrados a la competencia, el sacrificio y la disciplina desde pequeños. El primer día de entrenamiento, a mediados de agosto, se concentraron ante las puertas del gimnasio de la Base a las 10 de la mañana 92 chicos. Ronald había conseguido llegar tres horas antes con su padre y los compañeros que compartían coche. Abiertas las puertas, comenzó la primera melé de la temporada por ver quien llegaba antes al vestuario y coger la mejor taquilla, pelea que ganaban los más hábiles aprovechando el tumulto. Después de cinco minutos para estar preparados con su equipación, los tres entrenadores les convocaron en la pista para dar el primer castigo a los rezagados: correr de dos en dos, tomados de la mano, alrededor del óvalo de tierra de 400 metros reseco por el sol del verano. Los primeros dos días fueron de acondicionamiento y ejercicios como una sola unidad y luego se dividirían en los dos equipos que ya estaban establecidos. Durante el descanso entre las prácticas del día se hicieron los exámenes médicos y se pasaron por el consultorio dental del hospital de la Base para que les hicieran sus protectores bucales. Cuando comenzaron a las 10:15, la temperatura ya estaba en los 27 grados. Para cuando terminó la primera práctica de dos al día, a las 12:30, la temperatura había alcanzado casi los 32 grados que se mantuvo durante la segunda práctica que comenzó a las 3:00 hasta las 5:30. Sin parar. Por la tarde se hizo la carrera de una milla que todos hicieron en menos de 8 minutos, en el caso de Ronald gracias a las subidas y bajadas por las carreteras de Royal Oaks. Finalizada la sesión ducha y cambio de ropa en 10 minutos. Y así, tres semanas sin parar. La segunda semana las practicas del equipo de Royal Oaks serían por la tarde de 1:30 a 4:30 con sus uniformes rojos y el equipo de la Base por la mañana. Oficialmente ya había dos equipos.
Ronald entretuvo con este resumen de su entrenamiento al Sargento Smith hasta que llegaron a la puerta de la Base. Aquí el coche de la Policía reducía la velocidad, el Sargento saludaba militarmente y el guardia de la puerta le devolvía el saludo y anotaba la entrada en su tablilla. El coche lo dejó en la plaza del Centro comercial, así que pasó por la Estafeta de Correos para ver si había algo para él en el buzón de la familia. Como no fue así, dejó cartas, revistas y catálogos de compras por correo para que lo recogiera su padre a la salida del trabajo, como era habitual. Luego se entretuvo en la Tienda de Libros y Revistas, donde echó un detenido examen de las novedades de la semana. Una característica singular era que los libreros tenían a recaudo libros no permitidos en España, por no hablar de revistas como Playboy o Penthouse. Ronald por su edad no podía comprarlas así que se apañaba para echar una rápida ojeada a cada nuevo número camuflando la revista entre las páginas de gran tamaño de 'The Sporting News' y ver la posibilidad de una compra futura, ya que podía adquirir números atrasados a través de uno de los dependientes de la librería, que se quedaba con los sobrantes y los vendía de tapadillo a un público juvenil fiel a un par de dólares en vez del dólar de su precio oficial. El número de mayo con Barbi Benton era su favorito. La portada de agosto tenía en una esplendorosa muchacha disfrutando del mar con un gran flotador rojo en forma de conejito. Finalizada esta visita educativa quedaba reponer fuerzas en el Club de Servicio. Destinado al personal militar admitía cualquier público. Cafetería con restaurante, máquina de discos y sala de juegos, era un buen sitio para alimentarse. Ronald hizo la correspondiente cola, no había apenas personal, con su bandeja de autoservicio y optó por su habitual carne con chile acompañada de arroz, un paquete de galletas saladas de cortesía y un vaso de agua helada, por 99 centavos, y prefirió dejar el melocotón en almíbar para mejor ocasión. El cocinero de servicio entendía las palabras básicas de todos de sus clientes en perfecto español: “Gracias, poco más y está bien”. 
Pensó en darse una vuelta por el BX, pero no andaba muy boyante de dinero y el equipamiento para el curso ya la habían hecho sus padres, así que no le apeteció desandar el camino. La bolera o el cine hubiesen sido otras opciones con más gente y por la tarde. Como no había nada mejor que hacer decidió volver a casa. Se dirigió hacia las paradas del autobús en la carretera principal que salía de la Base. Había tres puestos que también eran los puntos de autostop, con un banco y una cubierta. Un puesto estaba marcado para los que iban al pueblo de Torrejón, a tres kilómetros de la base que tenía complejos de apartamentos que también se construyeron específicamente para el personal estadounidense y sus familias, otro para aquellos que iban a Madrid y sus alrededores y otro para Royal Oaks. Siguiendo las costumbres de la comunidad el siguiente vehículo que salió camino del área de viviendas de El Encinar, un Volkswagen Escarabajo humeante en bastante mal estado, redujo la velocidad y paró junto a Ronald, único viajero en espera a una hora tan inusual casi de mediodía. Se abrió la puerta y desde dentro la conductora le invitó a montar.
-    Monta rápido, si se me cala tendrás que empujar.
La fortuna había hecho que la madre de Mary y mujer del Sargento Smith le devolviese de vuelta a casa. Pasaron por la garita de entrada sin reducir la velocidad casi, aunque el policía les saludó dando a entender que registraba la salida en su tablilla.
-    He venido a echar gasolina y ver como la iba a Mary en la Estación de Servicio.
La pegatina de CAMPSA en el parabrisas era visible. El motor hizo un extraño.
-    Creo que ha sido una suerte encontrar a un chico fuerte para empujar. Este trasto está en las últimas. Ya estoy negociando otro con una de las madres que vuelve a El Mundo el mes próximo.
El mercado de coches de segunda, tercera y sucesivas manos era lo habitual. Cada cambio de destino suponía dejar atrás muchas cosas y habitualmente una de ellas era el coche, especialmente el segundo coche que era el que empleaban las esposas. Los coches americanos que se importaban sin aranceles también entraban en esta negociación y aunque a los ojos de los españoles resultaban espectaculares eran modelos de los años 60 bastante antiguos y sin el necesario mantenimiento. Por otra parte, las marcas europeas Mercedes, BMW, Lancia… tenían una atracción especial para los americanos.
Pasaron Torrejón y tomaron el desvío del paso elevado para tomar el camino a través de Paracuellos y bordear las pistas de Barajas por el norte, la otra opción hubiese sido pasar por el pueblo de Barajas un poco después. Y si se quería un poco más de rodeo, hacerlo en sentido contrario pasando por Alcalá de Henares y bordear la pista de Torrejón, porque si algo caracteriza la Base era que sólo tenía una pista y, eso sí, la plataforma mayor de Europa, capaz de albergar cientos de aparatos. En todo caso el recorrido llevaría 45 o 60 minutos, conociendo las rutas, las curvas y los baches de un camino transitado desde hacía más de 25 años por miles de conductores con la falta de mantenimiento y señalización habituales en carreteras comarcales. Se podían usar la autovía hasta Madrid, entrar por la Avenida de América, tomar la Castellana y subir por la autovía de la carretera de Burgos, pero se tardaba bastante más y el tráfico siempre estaba congestionado en la ciudad.
-    ¿Cómo la va a Mery con su nuevo trabajo?
-    A penas he hablado con ella, estaba muy ocupada con sus cupones y controlando el suministro de los vehículos. No sé qué la lleva más trabajo si los privados o los oficiales. Se la nota un poco fuera de juego, como novata de los primeros días. También puede que la cueste hacerse a la idea que ahora ya es trabajadora a tiempo completo y que acabó el feliz tiempo de la escuela.
-    A partir de mañana lo notará más, cuando comencemos las clases.
-    Lo que sí va a echar en falta es el equipo de las animadoras. Han sido dos años muy felices y llenos de actividad - La madre de Mary había sido también animadora, era casi un tradición de cualquier animadora que su madre la precediese, así que entendía el estado de ánimo de su hija.
Entraban en Paracuellos subiendo por la estrecha calle empedrada y, cómo no, se encontraron con un rebaño de ovejas que conducían tranquilamente un par de pastores con sus cayados. El motor protestaba de ir a tan bajas revoluciones. Afortunadamente en el primer cruce las ovejas abandonaron la ruta principal y el escarabajo siguió su camino, ya cuesta abajo, pues el pueblo está en un alto.
-    ¿Qué asignaturas tendrás este semestre? Eres junior este año ¿no?
-    Sí, espero que haya vacantes en Habilidades de gestión de oficina, Mecanografía, Cocina, Historia de los Estados Unidos, Segunda Guerra Mundial, y Asistente de Educación Física.
-    ¿Te gusta la gestión administrativa?
-    Bueno, es entretenido. Las prácticas son en la oficina de dirección. Básicamente te tienen archivando, ayudando a las secretarias españolas a repartir circulares y llevando café. La mecanografía la veo útil para cualquier trabajo, al igual que la cocina. Y estoy exento de la educación física, por estar en el equipo de futbol, así que seré asistente del profesor.
-    Te iré a ver el viernes al partido. Hay una gran expectación con los dos nuevos equipos – Cambió de tema – El sábado conocí a un chico español… ¿James? Vino a casa con Mary.
-    ¡Oh, Vaya! Que valiente es Jaime, supongo que no estaría su marido. No le hubiese gustado verle atar a cualquier árbol su bicicleta.
-    Ja,ja,ja. Si estaba y se enfadó. Le mandó a atarla a La Moraleja. Parece buen chico. ¿Es de tu edad? – Estaba dispuesta a completar la ficha
-    Creo que sí, también le faltan un par de años para iniciar la Universidad. Ellos comienzan más adelante el curso, aquí no hay semestres.
-    Sus padres deben ser importantes, para vivir en La Moraleja. Me han dicho que la madre trabaja para el mismo Franco.
Un nuevo rumor había tomado cuerpo en la zona de viviendas. A la salida de misa del domingo, las señoras de La Moraleja ya tenían catalogados a los nuevos vecinos: ministro y subsecretarios comentaron a sus esposas la cercanía de Carmen a Carrero, estas dieron la nueva, tal vez en busca de más información, a sus empleadas del hogar, casi todas de Alcobendas, que lo comentaron en el autobús con las asistentas de los americanos y el lunes al mediodía la discreción de la familia Tenorio lo único que podía hacer era confirmar que Franco en persona trataba a diario con la madre de James. Aunque a su marido no se le escapaba una y la Guardia Civil le mantendría alerta de esta circunstancia en el vecindario, la madre de Mary recababa cualquier cotilleo. Su actividad de voluntaria en el Club de Sub-Oficiales no la llevaba mucho tiempo a la semana y como muchas mujeres sin otra ocupación que su casa y su familia, disfrutaba con estas comidillas. Además, la madre de Diana era quién se lo acababa de comentar en el Club de Oficiales, fuente más fiable imposible. Sinceramente Ronald contestó lo que sabía.
-    Pues no sé nada de eso. Creo que su padre trabaja con computadoras en un gran banco español. De momento Jaime no me ha saludado con el brazo en alto – Rió su ocurrencia, imaginando la ridícula escena y él no sabiendo muy bien qué hacer.
Con una conversación intrascendente finalizó el viaje. La señora Smith giró sin reducir a la izquierda nada más pasar el acceso de la entrada trasera, enfilando la rampa de su casa.
-    Creo que será mejor no tentar más la suerte del escarabajo, aunque te queda un trecho para tu casa.
Pues sí le quedaba, veinte minutos como poco, no tenía ganas de correr y estaba cayendo el sol del mediodía a pleno. Ronald dio las gracias y emprendió el camino, intentando ir por la sombra de los árboles.

Carmen había salido poco después de las 7 de su casa. El 850 pasó por la entrada de la urbanización y como todos los días se fue encontrando por el camino con las solitarias sirvientas y asistentas de las casas vecinas a las que había dejado el autobús. Supuso que los señores, por su estatus, hasta las 10 no empezaban a ser personas. Se incorporó a la carretera de Burgos haciendo el gigantesco lazo de cambio de sentido que habían hecho recientemente y que evitaba peligrosas maniobras. Bajó hacia la Plaza de Castilla sin muchos problemas de embotellamiento, parecía que ya había cogido el tranquillo a la hora buena para bajar, bajó por la Avenida del Generalísimo y ahí ya se comenzó a complicar la cosa. Llegando al principio de la Avenida giró a la derecha y fue en busca de un garaje particular donde, harta de andar buscando mal aparcar, tenía una plaza. Era el típico antro donde se dejaban los coches y dudaba de su legalidad, pero debía existir desde antes de la guerra, edad tan indeterminada como la del simpático vigilante que la dio los buenos días. Volvió hacia la Castellana y accedió por la puerta lateral del edificio donde los dos Guardias Civiles la saludaron militarmente.
-    Buenos días, doña Carmen. Tan madrugadora como siempre – Los funcionarios comenzaban a dejarse caer a lo largo de algún tiempo a medida que el tráfico se complicaba – No tiene ninguna comunicación – Era habitual que la dejasen recado de alguna nota urgente del Gabinete Telegráfico, de la última planta, o mensajes de sus jefes de última hora. 
Atravesó el patio interior del primer piso, con el bonito elevador antiguo al fondo y la escalera. El tiempo no había pasado desde finales del siglo XIX cuando el palacio fue construido. La decoración suntuosa de tiempos del gobierno republicano con tapices traídos del Pardo, muebles y arañas de La Granja y Riofrío, y algunos cuadros, y alfombras copiadas de las antiguas daba un aspecto de dignidad gubernamental al edificio. Abrió la inmensa puerta del despacho de la secretaria, adjunto al despacho del Almirante que hacía esquina a la Castellana y al jardín. Era una amplia sala en la que estaba su mesa en una esquina y la mesa de su jefe, Luis Acevedo, dominando la entrada y el acceso a la puerta del despacho principal, con unos cómodos sillones que servían de espera a las visitas hasta que se les daba entrada.
Carrero y Acevedo, sus jefes, llevaban en aquel despacho desde hacía 30 años, textualmente. En 1941 Luis Carrero Blanco es nombrado por Franco Subsecretario de la Presidencia del Gobierno, cargo que venía a ser como un chico para todo del dictador. Más que de un poder institucional, Carrero gozaba de una gran influencia a su vez sobre Franco, como lo demuestra su permanencia en puestos de colaboración directa con él: 10 como Subsecretario, 16 como Ministro, 7 como Vicepresidente y 6 meses como Presidente del Gobierno. La especial posición política de Carrero en el régimen se pone
de manifiesto en el hecho de que era él quien presidía los llamados “Consejillos”, preparatorios del Consejo de ministros, que se celebraban los miércoles en la Sala de Tapices de aquel edificio, en Castellana 3. A los Consejillos acudían los propios ministros, y en ellos se cerraba la mayor parte de los asuntos que serían formalmente aprobados en la reunión del viernes presidida por Franco. Como suele pasar, su ascenso fue bastante circunstancial; tras la guerra, redactó un informe para el ministro de marina sobre la Guerra Mundial, en el que sin ocultar su simpatía por el Eje propuso, en sintonía con la mayoría de la cúpula militar, alentada por sustanciosos pagos aliados, posponer la entrada de España en el conflicto. Franco le preguntó al ministro si lo había escrito él, cosa que dudó por sus conocidas limitaciones, y este le presentó al autor real del informe. Unos meses después, en mayo de 1941, tras la primera crisis del régimen, provocada por los enfrentamientos entre militares y falangistas, Carrero Blanco, con treinta y seis años, fue nombrado jefe de Estado Mayor y sub­secretario de la Presidencia.
Cuando Carmen llegó al palacete, hacia cinco años, sus jefes deberían estar jubilados y necesitaban a alguien de confianza que les ayudase con el día a día de un país que se modernizaba. La segunda planta del palacio la compartían con la Comisaría del Plan de Desarrollo. El proceso de selección fue un tanto extraño. Ella prestaba servicios en la Secretaría General del Movimiento en la calle Alcalá, 44, donde había acudido a un anuncio de auxiliares administrativos con mecanografía, francés e inglés. Ambiente de post-guerra y personal de más de sesenta años, con mobiliario a juego. El secretario de Carrero necesitaba ese mismo perfil, esencialmente por los idiomas, y se presentó una terna, ella no lo eligió, junto dos candidatas que, por lo que supo luego, tenían la aquiescencia de los falangistas y de los del Opus Dei. Debió mediar alguien para que las recomendadas, contra todo pronóstico, no saliesen elegidas. Los comienzos no fueron fáciles. La oficina era esencialmente un despacho de militares y ella comenzó encajando de un modo un poco extraño. Eso sí, su trabajo finalizaba a las tres: cualquier tema quedaba pendiente para la mañana siguiente. El horario de tarde, que finalizaba a las 9 para sus superiores, quedaba sólo para ellos. Con el tiempo, las labores rutinarias de teléfono y archivo, dieron paso a tareas de más responsabilidad y confianza y se fue teniendo menos rigidez en el trato y aceptando nuevas formas de organización del trabajo. Alguna tarde la tocaba trabajar.
Carmen echo un vistazo a su mesa y comprobó que la gaveta de entrada, administración castrense, estaba apilada de papeles como pocas veces. Largo fin de semana de los jefes.

-    No hay nada que hacer con tu teléfono – Ya llevaba tres cafés encima su compañero, Luis, cuando Jaime recibió la noticia – No te pueden poner línea directa y saltarse la centralita. Ordenes.
-    ¿Cómo qué “ordenes”?
-    No es un problema técnico, chaval. Nuestros amigos de Telefónica te tiran el cable y tienen líneas disponibles, sin problema, pero tienen prohibido hacerlo. Todo debe pasar por la centralita 2920000.
-    ¿Y eso?
-    Yo diría que os tienen intervenidos, sin ser mal pensado.
-    Pero ¿de voz? Me parece exagerado. Además, los americanos hubiesen puesto el grito en el cielo. Hace años que está puesta la centralita…
-    De voz no sé, pero que os vigilan seguro. Los americanos lo sabrán y tendrán su sistema de radio, para colársela cuando quieran. Me han dado una solución – A Luis le gustaba aportar – Los de Telefónica están probando un nuevo servicio que funciona con esta esto – le dio algo parecido a una cajetilla de tabaco alargada hecha de plástico duro – Se llama mensáfono. Si te quiero enviar un mensaje, llamo a un número de teléfono y se lo dicto a una operadora, ésta llama desde la emisora al mensáfono, que emite una señal sonora para indicar que hay un nuevo mensaje para escuchar y la operadora te lee el mensaje repitiéndolo dos veces. Como máximo quince segundos de mensaje. 
-    Al menos nos podemos ahorrar el enviar al conserje a La Moraleja – Tenorio se quedó con la historia de los teléfonos intervenidos que no le iba a gustar nada a su mujer, aunque fuese su jefe uno de los probables interceptores.

A lo largo de la mañana, siguiendo la costumbre, llegó Acevedo a eso de las 8 y media. Poco después de llegar, Carmen había recibido un mensaje urgente dirigido al Almirante con todos los sellos que conocía. Lo emitía la Tercera Sección del Alto Estado Mayor, la inteligencia militar. Devolvió los buenos días a su superior y le pasó el sobre sellado. 
-    Vamos a tener un día movido, Carmen – A veces Acevedo parecía tener dotes paranormales, ya conocía el contenido del escrito – Esta noche unos terroristas árabes han cogido de rehenes a los atletas judíos de las olimpiadas de Munich – Podía haber dicho israelitas.
-    ¿Quiere que llame al Almirante? – Tenía habilitado un enlace por radio a su coche y a la escolta. A esa hora oía misa y comulgaba, regresaba a su casa, desayunaba con su mujer y marcha al trabajo a las 9:30, sin variaciones.
-    No. Si yo lo sé, él lo sabe – Entre militares había un extraño juego de relaciones que funcionaba primero por amistades y, posteriormente, por jerarquía de mando. Quien suscribía el escrito que estaba sobre la mesa había tenido la ocasión de hablar antes con su destinatario, si la urgencia lo requería.
A eso de las 10 menos cuarto el Dodge Dart del vice-presidente entraba por la puerta del jardín del palacio. Carrero entró en el despacho de su ayudante, este y Carmen se levantaron y les dio los buenos días, con gesto preocupado. Acevedo le dio novedades y le dio el sobre urgente. Lo cogió, evitando cualquier comentario e invitó al secretario a seguirlo a su despacho. Llevaba su habitual traje oscuro con corbata que no se sabía muy bien si era siempre el mismo o el mismo modelo varias veces. 
La mañana fue, efectivamente, bastante movida. Llamadas y continuas vistas, la mayoría de militares que de una manera u otra estaban vinculados con la seguridad. 
A parte de la inteligencia militar, estaba los vinculados al Ministerio de Gobernación y la Dirección General de Seguridad, la Guardia Civil, la Secretaría General del Movimiento, los Sindicatos o la Falange, entre otros. La consigna nadie se fía de nadie parecía haber sobrevivido a la guerra y a la posguerra. A todos ellos en 1972 se sumó el Servicio Central de Documentación, el SECED, que se constituyó como Dirección General de Presidencia del Gobierno, y que dependía directamente del almirante, entonces ministro subsecretario de la Presidencia. La misión principal del SECED era lo que entonces se llamaba contrasubversión, es decir, el conocimiento de los que se oponían de una u otra forma al agonizante régimen franquista. Así se daba cobertura administrativa a la Organización Contrasubversiva Nacional (OCN) creada después de los incidentes del Mayo del 1968 en Francia y su reproducción en el mundo universitario español; digamos que eran los servicios de inteligencia del Ministerio de Educación, cuyos docentes debían ser los únicos confiados hasta el momento. “Los chicos de Carrero”, como se les conocía en el palacio, eran jóvenes oficiales, en relación con la edad habitual de los visitantes, altos mandos e importantes hombres de negocios del Régimen. El comandante San Martín era el jefe de aquel nuevo servicio y despachaba habitualmente los jueves con el almirante, antes de que este fuese a la audiencia con Franco. Él y sus hombres eran militares con estudios universitarios y una sólida formación, tal vez por eso fueron elegidos para iniciar sus actividades en la Universidad y no desentonar. Tenían su sede a la vuelta de la esquina en Alcalá Galiano, 8 y cuando aparecía por la puerta, aun no teniendo cita, Acevedo le hacía un hueco en la actividad del almirante. Carmen recibía en mano los “boletines verdes”, apreciados por sus exclusivos destinatarios y redactados por el nuevo servicio, donde se hacía el seguimiento de los hechos que más podrían influir en ese futuro cada vez más cercano, marcado por la inevitable muerte del Generalísimo. 
San Martín entró a media mañana y, debía estarle esperando, pasó inmediatamente a ver al jefe supremo de Carmen. Como un cuarto de hora más tarde, Acevedo indicó a Carmen que su superior quería verla y que pasase al despacho. Supuso que quería dictarle alguna carta y tomó su libreta. El despacho era luminoso con dos grandes ventanales, la mesa clásica de despacho y la bandera entre ambos en la esquina, una mesa circular para reuniones y un tresillo con sillones junto a una gran chimenea. Todo ello con una decoración suntuosa propia del palacio de Rio Frío o La Granja. San Martín seguía ahí, muchos de los visitantes salían por la puerta principal del despacho y no volvían a la secretaria. Estaban sentados en los sillones.
-    Pase Carmen, siéntese con nosotros – A Carmen la pareció extraño de entrada, Carrero era distante en el trato profesional – Queremos preguntarla si ha notado alguna actividad extraordinaria en su vecindario.
-    ¿Se refiere a La Moraleja?
-    Más bien a El Encinar – Puntualizó San Martín
-    Pues, no. Bien es cierto que son urbanizaciones muy extensas y nuestro trato con el vecindario es bastante limitado. Acabamos de mudarnos. Ayer fuimos a misa a Las Esclavas y conocimos a algunos vecinos – Seguro que el almirante valoraba el hecho.
-    Nos gustaría que nos mantuviese informados de cualquier información, especialmente en lo relativo a El Encinar – Carrero había aprendido de su mentor no andarse por las ramas – Los americanos hoy son nuestros aliados, pero no deben olvidar que son nuestros invitados – Por el tono, había algún incidente en ese momento que le molestaba.
-    La supongo al día de las actividades de nuestro servicio, aunque sea de forma informal por su trabajo en la casa – Quiso explicar el comandante – Aunque seamos militares los miembros estamos asignados a un estamento civil – Lo cual le daba no pocos quebraderos de cabeza, al saltarse la jerarquía, la antigüedad y los cuerpos – Uno de nuestros problemas es la falta de mujeres, evidentemente, y otro la habilidad para los idiomas, salvo para aquellos que han sido asignados a misiones en el extranjero. Hasta ahora la vigilancia – quiso utilizar otra expresión – de los americanos la ha llevado únicamente la Tercera Sección del Alto Estado Mayor, por contar con los medios técnicos – no supo Carmen a qué quería referirse – y la proximidad de medios humanos en las Bases conjuntas. Querríamos tener una visión más informal y personal de los americanos y, a ser posible, contactar con aquellos de ellos que se consideren amigos de España.
-    No es una misión de espionaje, Carmen. Sólo la pedimos que se relacione, esté atenta a lo que considere interesante y nos informe, tanto de los americanos de El Encinar como de sus influyentes vecinos de La Moraleja. Informará a San Martín. Puede retirarse.
Con esta orden final, Carmen se levantó del sillón y volvió a su mesa. Se sentó a plomo, convertida en una especie de Mata Hari, y su jefe la preguntó si se encontraba bien.
-    Necesito un café.
-    Vaya, vaya. Se ve que lo necesita. Ya me hago cargo de las llamadas, pero no tarde – A veces era difícil que ese hombre olvidase que había empezado como furriel con su jefe.
Si algo buenos habían traído la reforma de la administración y los planes de desarrollo de los años 60 y 70 al viejo palacio, era que por fin tenían cafetería.

A eso de las tres y media el 850 aparcaba en el chalet de La Moraleja. Carmen saluda a su hijo Jaime, con el habitual ¿ya habéis comido? y se ponía en ropa de estar por casa, para comer lo que la asistenta la había dejado preparado en la mesa. Después de siestear un poco y recoger un poco la casa, espero que llegase su marido, que solía cortar de trabajar a eso de las cinco en las jornadas normales y comía junto a la oficina. En esto sonó el teléfono. Seguro que se retrasaba.
-    Hola, pregunto por Jaime – Alguien hablaba al otro lado con un marcado acento americano. ¿Se habrían enterado ya que era la nueva espía de La Moraleja? Prefería tomarse la cosa un poco a broma.
-    Sí, un momento. Soy su madre, ahora se pone.
Jaime oía música en su habitación en el pequeño tocadiscos pick-up y le tuvo que llamar a la puerta.
-    Dígame.
-     Hola, pensaba que ya has tomado tu siesta y es buena hora para llamar – Risas
-    No te preocupes, no duermo la siesta y aquí casi nadie lo hace, puedes llamar cuando quieras.
-    Hoy es mi última tarde de vacaciones, mañana comenzamos las clases, y voy a bajar a la piscina a por la última hamburguesa de la temporada. Por si te apetece coger la bici y venir conmigo.
-    Bueno, bajo para allá. 
-    Pásate por mi casa y bajamos dando un paseo, hace una tarde soleada. Es el 66C. ¿Sabes dónde está?
-    Sí, Mary me dio vuestro mapa.
-    Ok
-    Me voy a dar una vuelta por abajo – El Encinar había quedado ya como “abajo” y La Moraleja como “arriba” – Me invitan a una hamburguesa… bueno, realmente ahora que me doy cuenta debo devolver una invitación. ¿No tendrás dólares? - Carmen quedó con cara de estupefacción ante la pregunta – Pagan en sus dependencias en dólares y el otro día estuve invitado todo el tiempo.
La misión empezaba a parecerla que iba a realizarse en otro mundo.
-    Sí, espera, alguno tiene tu padre de sus viajes que no cambió – En lo que fue y volvió del dormitorio, preparó lo mejor que pudo la cuestión que quería transmitir a su hijo.
-    ¿Sabes si están en alarma o algo por lo de Munich? – A esas horas ya era conocida la noticia.
-    Se tanto como tú. Por la llamada, no creo. Le preguntaré.
Jaime tomó la bici apoyada en el murete de acceso al garaje y tomó la calle hacia abajo. Carmen se quedó satisfecha de su primera indagación para España, Carrero o Franco, no lo tenía muy claro. No había pasado ni media hora cuando oyó llegar el coche de su marido. Le saludó cariñosa, como siempre y le propuso dar una vuelta para aprovechar la bonita tarde de principio de otoño que había quedado. Lo que le tenía que decir, mejor paseando. Jaime se quitó el traje y la corbata y se dispuso a dar ese paseo.
-    Tengo que decirte algo… – Comenzó algo dubitativa de cómo explicarse – Esta mañana me ha mandado llamar el almirante y me ha encomendado una curiosa misión – prefirió no dramatizar el asunto – He de establecer contacto con los americanos e informar de lo que sucede por el barrio.
-    Supongo que como funcionaria administrativa no podrás negarte.
-    Lo más que puedo hacer es escurrir el bulto, como cualquier funcionario – Bromeó Carmen – Hasta ahora mi trabajo en la administración, aunque fuese en el Movimiento o en Presidencia, había carecido de componente política y mira que llevo años con “ellos”. Se ve que tampoco han tenido mucho donde escoger, por disponibilidad, proximidad y por idiomas. Hace tiempo que los antecedentes políticos priman menos que las necesidades – Su familia y la de Jaime podían ser catalogados de rojos, familias republicanas y represaliados de post-guerra.
-    Las instrucciones tampoco son muy explicitas. Qué quieres que les digas: ¿cuántas bombas nucleares tienen ahí abajo?, ¿las películas que proyectan prohibidas en el cine de El Encinar?...
-    Cualquier cosa que oiga de interés
-    Para eso ya tienen la centralita… - Jaime asoció la noticia de la mañana
-    ¿Qué quieres decir? – Carmen creyó que era una ocurrencia de su marido
-    No tendremos línea directa, todo tiene que pasar por la centralita. Nuestros amigos – relación textual – de Telefónica lo tienen prohibido. 
-    Vaya, eso deben ser “las capacidades técnicas” de los militares que se encargan del contraespionaje
-    De tu jefe, en última instancia… ¿Te van a militarizar? – Bromeó Jaime.
-    No, debo informar al jefe de una organización nueva que depende directamente de Carrero, aunque toda la gente que conozco es militar. Ya sabes, estos no se fían ni de su sombra y cuanto más confronten fuentes diversas, menos posibilidades tiene que les engañen o se engañen. Por lo que pasa por mis manos, “los nuevos”; tontos no son e informan sin pelos en la lengua, cosa que no se puede decir de los habituales incondicionales del Régimen y pelotas de toda la vida.
-    Pues de momento, después de la misa del domingo, nuestras relaciones con los de La Moraleja las veo muy distantes, salvo que tu jefe de un toque en el consejo de ministros que les obligue a rendirnos pleitesía vecinal, y entre los de El Encinar el único que parece tener relaciones es tu hijo y en francés con los americanos no creo que el pobre hombre se entere de mucho.
-    Tampoco buscan algo concreto, ni para mañana. Hoy creo que les interesaba saber si lo de las olimpiadas les había puesto en estado de alarma o algo parecido, por ejemplo. Ah y otra cosa en la que me han insistido es en localizar americanos que sean “amigos de España” como futuros colaboradores.
-    Eso sí que suena más a espías de película. ¿Tienes alguna idea de para qué quieren este acercamiento precisamente ahora?
-    Bueno, toda gira en torno a la muerte de Franco. Toman posiciones. La política de represión puede servir para cientos o miles de personas, pero no para millones. Ni dentro del Movimiento hay unidad, nunca la ha habido. Lo único que lo mantiene todo unido en la lealtad a su jefe, saben que cuando este falte todo se irá al carajo y ninguno lo quiere. Carrero no es ese jefe al que se puede tener lealtad, es el chico de los recados de Franco, y el príncipe está puesto ahí para dar continuidad a esa lealtad, pero es un joven sin guerra ni postguerra al que nadie le debe nada.
-    La oposición tampoco quiere una guerra, quiere un futuro pacífico del nuevo régimen que espera que sea democrático – Jaime participaba de información de primera mano, aunque no fuera un activista político.
-    Y ¿los americanos?... ¿Qué pensaran de todo esto? – Se preguntó Carmen en voz alta, buscando horizontes a su nueva labor fuera de horas de oficina.
Sonaron unos extraños pitidos en el bolsillo de la camisa de Jaime y sacó la extraña cajetilla de tabaco que le abultaba un montón, pero por la que Carmen no había preguntado, especialmente porque su marido no fumaba.
-    Jaime, cuando llegues a casa llámame a la oficina para comprobar que recibes esto en la urbanización – La operadora repitió dos veces el mensaje.
-    ¿Qué invento es ese? – Dijo sorprendida ella.
-    Se llama mensáfono y sirve para que tu jefe no nos espíe - Jaime se sintió un tanto libre esquivando al poder con el aparatito, aunque sabía que la central de mensáfonos estaría igualmente intervenida.
-    Podíamos hacer una fiesta para inaugurar el chalet, así conoceríamos a algunos vecinos. Además, se lo prometimos a los chicos – Carmen seguía dando vueltas a su nueva vida social.
-    Me parece bien, aunque tu publico americano se tendrá que traer las hamburguesas de su piscina.
-    Ya se me ocurrirá algo más ibérico…
-    ¿Te pagaran las horas?, ¿podrás pasar el cargo de la tortilla y el jamón?... por ir encargando.
-    Me temo que esto es por la Patria, por Carrero o por Franco…
-    … O por ti, por mí y por los chicos. Nuestro futuro, el de los de La Moraleja y los de El Encinar.
El paseo había acabado en la plaza de entrada de la urbanización, con el sol en el horizonte. Dieron la vuelta y volvieron a hablar de los temas de todos los días del matrimonio: los coches, el agua, lo caro que estaba todo, el lío de los terroristas de las olimpiadas, el comienzo del curso de los niños con las ofertas de El Corte Inglés, el cambio de tiempo para el otoño…

Cuesta abajo, en pocos minutos Jaime llegó con la bicicleta a la rampa de acceso al bloque 66. Donald ya le estaba esperando en el acceso de la carretera. En lo alto de la colina, rodeado de árboles, se divisaba un gran chalet de líneas horizontales que Jaime se quedó mirando.
-    Esa es la casa de Angie – Comentó Ronald – Es amplia y tiene una bonita vista. Si lo prefieres es la casa de Ava Gardner, aunque creo que es una leyenda, uno de los muchos rumores que tenemos en Royal Oaks.
-    ¿Has estado?
-    No, me lo han comentado las chicas. La piscina es muy grande, por lo visto. ¿Vamos a por esa hamburguesa?
-    Adelante, hoy pago yo. He conseguido dólares.
Volvieron por la calle por la que había bajado Jaime, para tomar la bajada hacia la rotonda de El circulo y luego la piscina, rodando con la bici a su costado. 
-    Mañana comienza tu curso, ¿no?
-    Pues sí, tío. Ya va siendo hora. Tú, ¿para cuándo?
-    Nosotros comenzamos casi a final de septiembre. A principio de mes tenemos los exámenes de septiembre, para las asignaturas que te quedaron pendientes en junio, y tienen que corregir y dar notas, así que si se descuidan comenzamos en octubre.
-    ¿Ya sabes que asignaturas escogerás este semestre?
Jaime entendió que el sistema americano era distinto del español.
-    Nosotros no tenemos semestres, tenemos un curso que va de septiembre a junio, con las mismas asignaturas que no elegimos. Este año tengo: religión, filosofía, literatura, historia del arte, física, matemáticas, francés, educación física y formación del espíritu nacional.
-    Vaya eso es mucho, claro que si las agrupasen en semestres estaríamos empatados. ¿Qué es eso de la formación del espíritu nacional? ¿algo del viejo Franco? – los americanos siempre solían añadir al apellido del dictador lo que era evidente.
-    Bueno, un rollo. La política en España es aceptar lo que hay, así que estés o no de acuerdo, te lo empollas y lo pones en el examen. El profesor suele ser un militar o un falangista que hace horas extras por las tardes en el colegio y que no tiene gran entusiasmo por justificar nada. Tampoco conviene que te signifiques en contra, sino seguro que te fichan.
-    Vaya os tienen atados en corto.
-    Sí, el país siempre ha funcionado así o al menos desde la guerra y la post-guerra, y puede que antes también. Así en el colegio, pero en las empresas también te tienen atado con los sindicatos y hasta en las casas con los porteros, antiguos policías o militares, que sabes que si no te vigilan sí que hacen de confidentes.
-    ¡Qué agobiante debe ser!
-    Lo tomas como algo natural y no te preocupas, sabes que no tienes que salirte del tiesto y, si lo haces, tener cuidado dónde y con quién.
-    ¿Teneis buenos equipos deportivos?
Jaime valoró la dedicación física de su amigo para responder.
-    Me temo que no entendemos lo mismo por deporte. La educación física es junto con la religión y la FEN una de las tres marías, asignaturas que se aprueban sí o sí, aunque seas un manta.
-    Pero vas a un colegio de curas ¿no valoran tu formación religiosa?, entiendo que cuando dices religión es religión católica.
-    Creo que con que estés en clase y leas algo del libro se dan por satisfechos. Respecto al deporte, los más deportistas son los que juegan al futbol… y nunca entrenan, sólo juegan partidos.
Esto rompió los esquemas deportivos de Ron ¿cómo se podía jugar sin entrenar?, poco más y le diría que entran a jugar sin calentar y juegan sin táctica.
-    Creo que lo mío es más llevadero y tiene una orientación más práctica. Este semestre llevaré Habilidades de gestión de oficina, Mecanografía, Cocina, La Segunda Guerra Mundial en la Historia de los Estados Unidos y seré asistente de Educación Física, porque estoy en el equipo de futbol y me valida.
-    Lo de Habilidades de gestión de oficina suena interesante.
-    Seré ayudante del director, una especie de chico para todo.
-    ¿Qué horario tenéis?
-    Comenzamos las clases a las 8:30, oficina, mecanografía y educación física por la mañana, almorzamos de 12:30 a 13:00, luego por la tarde queda la cocina y la historia, acabamos a las 15:00 y comienzan los entrenamientos, en mi caso.
-    Uff, media hora para comer. Aquí vamos de 9 a 1:30 por la mañana y de 4 a 6 por la tarde. Siempre he ido a comer a casa, vivíamos cerca, este año comeré en el colegio.
Siguieron hablando del comienzo del curso y llegaron hasta la piscina. Jaime ató la bici frente a la puerta, Ron meneó la cabeza en señal de desaprobación, y entraron. No había prácticamente nadie aprovechando la última tarde de la temporada, así que no estaba ni el socorrista controlando la entrada. Se llegaron al bar y pidieron sus hamburguesas con queso y las coca-colas habituales. Pagó Jaime sin mucho problema para hacerse entender por el camarero español. A punto de hincar el diente en el suculento manjar, aparecieron por la puerta Mary y Diana.
-    Vaya reunión de sólo de chicos – Protestó Diana – Podíais avisar que veníais a pasar la última tarde del verano a la piscina. Menos mal que Mary te ha visto pasar a todo correr con la bici por la puerta trasera y me ha llamado, así que hemos supuesto que estabais aquí – La parrafada en inglés rápido y sin vocalizar le fue traducida a Jaime que tomó nota de que la familia Smith controlaba el acceso posterior por turnos, posiblemente.
-    Pediros lo que queráis, hoy tengo dólares – Invitó el español y tuvo que traducir el americano. Las chicas se procuraron sus consumiciones y volvieron todos a la mesa.
-    Yo te hago de traductor, Jaime, no te preocupes, te lo resumiré y así evitamos que hables en francés con Mary, etc. 
El español, una vez más sintió cierta vergüenza, pero le pareció práctica la solución.
-    Diana es compañera tuya de curso, ¿pero tiene las mismas asignaturas?
-    No, creo que coincidimos en Historia, únicamente… y en las taquillas
-    Ah, tenéis taquillas como salen en las películas – Confirmó el español
-    Casi todo es como sale en las películas. Seguro que las productoras se ahorran un montón en decorados filmando en los colegios, fábricas y callejones – Confirmó Ronald – Mary ¿cómo va tu nuevo trabajo?
-    Cansada, es lo que tiene el trabajo. Echaré de menos el instituto… y el equipo de animadoras. ¿Cómo fue la selección Diana?, no te he preguntado.
-    Bueno ya estamos todas, con la historia del desdoblamiento de los equipos ahora somos algunas más. Entrenaremos juntas y con las mismas rutinas. Lo único que nos distinguirá serán los uniformes, rojos para unas y blancos para otras. 
-    Seguro que serás mi digna sucesora como capitana.
-    Ella es animadora de los equipos deportivos y Mary fue capitana – Quiso explicar Ronald – También entrenan sus coreografías y nos acompañan en los partidos oficiales. Hay una liga entre bases.
Hubo un silencio para dar un mordisco a la comida, dar un sorbo al refresco y oír en la radio del bar el inicio de “Suffragette city” de David Bowie. La conversación siguió con temas intrascendentes, resumidos de vez en cuando por el americano para que Jaime no se sintiera desplazado, lo cual no le impedía aprovechar para ver el ambiente de la piscina a la caída de la tarde casi desierta y tranquila, con la arboleda meciéndose suavemente. Recordó la pregunta de su madre sobre la base cuando por la radio creyó oír una interrupción de la música de la radio de la base para dar una breve noticia en la que creyó entender varias veces las palabras olimpiadas y Munich.
-    Vaya lío, no. No sé si en Madrid “habrá algo”… ¿por aquí? – Quiso no dar mayor importancia al hecho.
-    Estuve esta mañana de compras por la base y no había nada especial – comentó Ronald
-    Nosotras no hemos salido de aquí y mi padre – dijo Mary – no ha tenido ninguna llamada especial, ni la Guardia Civil tampoco. Supongo que es un hecho que afecta más a los árabes y a los israelitas… y a nuestros amigos judíos – hizo una pausa para hacer un recuento mental de la colonia hebrea de la urbanización y la escuela - En todo caso, si hay algo será mañana. Cuando pasan cosas, parece que la ola llega a España uno o dos días más tarde. Cosas de la cadena de mando, o algo así – Jaime se lo comentaría a su madre textualmente.
Terminaron la última hamburguesa de la temporada y abandonaron la piscina, con cierta nostalgia veraniega por parte del grupo americano. Había sido un verano de adolescentes en la soleada España lleno de experiencias. Llegando a la rotonda de “El circulo” siguieron subiendo hacia el norte y al llegar a la bifurcación de la carretera posterior se separaron, Diana y Ronald, hacia la salida de La Moraleja y Mary y Jaime hacia la puerta trasera. Todos agradecieron a Jaime su generosa invitación de la tarde en dólares. Mary comenzó a hablar en francés con Jaime que empujaba su bici. El sol en el horizonte daba una luz especial y los ojos de la chica relucían especialmente, o eso le pareció al muchacho.
-    James ¿tú tienes novia? – En francés de Quebec “blonde”, lo cual no lo entendió Jaime – Quiero decir que si tienes una amiga – La explicación no pudo ser más escueta.
-    Ah, no. Estoy libre – Realmente quería decir que no tenía ninguna relación, pero la expresión quedó bastante clara.
-    Yo busco novio ¿te interesa? – Lo que tenía hablar en otra lengua era que sobraban muchas palabras. Aunque el muchacho, una vez más, se sentía un tanto apabullado por la joven, tal vez sería que era algo mayor.
-    Mary, comencemos por ser amigos y conocernos. Compartir cosas, como este camino hasta tu casa.
-    Eres un chico español, serio y formal – la chica buscó jugar un poco con él - ¿Te gustaría besarme? – Se paró en la carretera y lo miró. Jaime la vio a contraluz con un extraño resplandor y una mirada felina. No lo pensó, la besó brevemente en los labios y la sonrió. Siguieron andando, en silencio.
-    Ahora que tus amigos comienzan el curso estarás más aburrida por las tardes, cuando vuelvas de trabajar.
-    Trataré de quedarme por la base, haciendo compras, yendo al teatro o por el Club de Sub-Oficiales con mi madre. Siempre hay cosas que hacer.
-    Lo decía por si quieres quedar conmigo alguna tarde.
-    Claro, contaba con ello. Tu teléfono no lo he olvidado – Sonrió maliciosamente.
Llegaron al cabo de un rato al final de la urbanización y la calle de entrada al bloque de la casa de la chica. Jaime dudó un momento cómo despedirse, pero ella lo besó sin esperar más. Sonrió y montó en la bici. Mary lo vio tastabillar dando pedales. Creo que es mío, al menos una temporada, pensó. Comenzaba a refrescar con el sol en el ocaso, pero sintió calorcito por dentro. Su primer español: ¿sería como siempre lo había imaginado? o ¿mejor? Fue hacía su casa sonriendo.
Cuando Jaime llegó a su casa, fatigado del ascenso, sus padres estaban en el porche de entrada tomando una cerveza. Se les veía contentos, divertidos casi.
-    ¿Qué tal por América? – Preguntó el padre.
-    Bien, unas hamburguesas muy buenas. Me doy por cenado, casi. Por cierto, te debo 20 dólares que me ha dado mamá.
-    Deberías comenzar a estudiar inglés en serio este curso. Aprovecha por las tardes, seguro que hay algún centro recomendable.
-    Pues sí. Mi francés sólo me da para entenderme con la hija del sheriff que es canadiense – se entendían poco verbalmente pensó - Ha estado con nosotros ella y su amiga Diana. Acaba de comenzar a trabajar en la gasolinera de la base, acabó la escuela secundaria el año pasado.
Carmen intuyó que la chica había llamado la atención de su hijo o tal vez fuese al revés. Explicaciones de sobra. Aunque era interesante un contacto en el surtidor, por ahí pasaba todo el mundo. Empezaba a no pensar como una secretaria administrativa y eso la parecía divertido.
-    Vamos a hacer una fiesta de inauguración del chalet el sábado que viene. Puedes invitar a tus amigos… e incluso a sus padres, si no tienen mejores planes – el sheriff podía ser un “amigo de España”, quién sabe
-    Habrá sangría, tortilla y… jamón – El padre miró socarronamente a la madre, pensando en pasar el cargo a su jefe.
Sonó el teléfono. Carmen se levantó para contestar la llamada. La repisa del aparato estaba junto a la puerta.
-    Buenas tardes, preguntaba por Jaime – Dicho en francés por una voz joven, no podía ser otra que la chica que comentaban antes. Carmen hablaba correctamente francés, así que no dejó pasar la ocasión para salir de dudas.
-    Hola, soy la madre de Jaime. Debes ser la amiga canadiense de la que nos ha estado hablando. Acaba de llegar. Te agradezco la paciencia que tienes con él, el inglés no lo habla en absoluto y de su francés…
-    ¡Oh, no es problema! Nos entendemos – Vaya efectivamente había tema, aunque no estaba muy segura que su hijo lo supiese. Hombres.
-    Precisamente estábamos comentando que el sábado haremos una fiesta de inauguración del chalet. Ya sabes que nos hemos mudado este verano. Estás invitada y tus padres también. Será algo sencillo, una merienda con sangría, tortilla y jamón – en algún momento pasaría el cargo al almirante, suponía.
-    Gracias, Carmen. Se lo diré a mis padres. Por aquí, si no fuese por las fiestas en las casas nos aburriríamos bastante; pero no hay lugar a ello, siempre hay algo que celebrar. Se lo comento y te digo, creo que no tienen nada previsto.
-    Bien, cuento con ello. Te paso a Jaime que le tengo aquí un poco mosqueado. Creo que no nos ha entendido nada – ambas rieron.
-    Hola, chico español. Quería darte las buenas noches – Mary sólo dijo eso y Jaime se quedó mudo sin una frase en francés que decir, así que tiró de español.
-    Buenas noches, para ti también – No le importó que le oyese su madre que andaba aun por allí. La chica colgó y se quedó con el auricular en la oreja, atontado, hasta que oyó otro chasquido en la línea. Qué raro.
Carmen se sentó a la fresca, junto a su marido, y apuró lo que quedaba de cerveza en su vaso. Miró a Jaime y sonrió.
-    Una amiga de España, no sé; de un español, creo que sí – Brindaron con los culos de cerveza que les quedaba.

Primer día de clase. Martes, 5 de septiembre de 1972. A primera hora, Ronald se fue hacia la puerta trasera a hacer autostop, su padre no lo podía llevar porque iban los habituales que compartían el coche, vueltos todos de vacaciones y permisos. Se encontró con Paul May, sin su amigo Álvarez.
-    Vaya madrugón. ¿También te ha pedido el director estar a las 7? 
-    Sí. Estaremos juntos en “Habilidades Avanzadas de Gestión de Oficina” entonces
-    Si te refieres a ser los esclavos del director, el subdirector y sus secretarias, sí.
No hubo tiempo para más, el copiloto de un Chevrolet rojo sacó la mano con dos dedos indicando la disponibilidad que precisaban. Dos uniformados serían sus portadores y no había tiempo que perder. Casi una hora más tarde, les dejaron bastante cerca de la puerta de la Base y había una buena tirada hasta la escuela secundaria. Los chicos llegaron finalmente quince minutos más tarde a la oficina de dirección u oficina principal. La tarea comenzó por colocar unos grandes tableros en el pasillo de entrada donde los alumnos tenían la información de las asignaturas, los profesores y las aulas donde debían acudir. Los rezagados de última hora subirían y bajarían las tres plantas del edificio buscando un hueco en las asignaturas aún sin completar por falta de público y que solían ser bastante carentes de interés, por su docente esencialmente, o por su temario. Una cosa interesante de ser adjuntos a la dirección era haber formalizado la inscripción antes que nadie, así que May se decidió por las mismas apuestas que Ronald. Álvarez también.
A eso de las 7 y media ya habían concluido la tarea y esperaban a que el director Owen les asignase alguna nueva, cuando sonó el teléfono de su despacho. Aun las secretarias españolas no habían llegado porque cuando entraron vieron que el personal no militar estaba siendo inspeccionado en la entrada; sus conductores de uniforme fueron su coartada para aliviar la cola de miles de vehículos, aunque nunca quedaba muy claro el criterio de filtro, que tal vez se basase en lo aleatorio. El final trágico en las olimpiadas de Múnich, tal vez había hecho mella en la cadena de mando y, un par de días después, había llegado la orden.
-    Comenzamos mal; mejor dicho, no comenzamos – El director era una persona afable y tranquila, necesario para llevar lo mejor posible a un alumnado de más de 1000 adolescentes americanos en una base militar en la soleada España – Tenemos una amenaza de bomba. Vendrá la policía aérea en un instante. Hasta que no acaben no puede entrar nadie al edificio.
Llegaron diez policías y dos perros. May debía ser sospechoso, pues uno de los policías lo cacheó nada más verlo, ante la estupefacción de todos nosotros. “Un viejo amigo”, nos comentó luego. Durante una hora revisaron el edificio principal y el anexo, pero sin pasarse por la cafetería, el auditorio, el edificio de mecánica automotriz, el gimnasio, ni la oficina de antiguos alumnos, lo cual nos pareció raro. Mientras tanto en el exterior se habían concentrado unos 600 alumnos entreteniéndose fumando, escuchando música, tocándose jugando, besándose en algún caso o tirándose cosas, otros jugaban a las cartas en el césped. Entre el bullicio estaba aparcada la camioneta de venta de helados, bocadillos y chucherías que conocían todos como 'The Roach Coach' haciendo su agosto en septiembre, posiblemente alertada por algún policía del lío que se iba a formar. Dos intrépidos españoles aparecían con ella estratégicamente siempre que iban a salir los autobuses o cuando había actividades extraescolares. Aquel día vendieron sándwich y pasteles, bolsas de patatas fritas, latas de refrescos y barras de chocolate para un par de días.
Los autobuses llegaban puntualmente a las 8:15 y formaban parte de un esfuerzo logístico basado en la “capacidad de actuación” de los españoles en la que los americanos habían conseguido convertir la habitual improvisación nacional. Dos sargentos y el concesionario español del servicio compartían oficina y coordinaban, en algún caso a golpe de cabina telefónica, los 74 autobuses que diariamente transportaban a 3.960 escolares. Pozuelo de Alarcón es la parada más alejada, a 80 kilómetros, a 11 kilómetros al oeste de Madrid, supone una hora de trayecto dependiendo del tráfico. La más cercana está en el pueblo de Torrejón a 5 kilómetros. Una ruta de autobús típica es la de 35 kilómetros entre el área de viviendas de Royal Oaks, los niños de primaria que viven allí van caminando a la escuela que está en la propia urbanización, sólo los niños del jardín de infancia tienen transporte en autobús para llegar a él. Además de transportar a los niños de las familias de las Fuerzas Aéreas, se transportan a los hijos de las familias adscritas a la Embajada de los Estados Unidos en Madrid y otros alumnos que cursan estudios según el plan norteamericano. El servicio le cuesta al Gobierno norteamericano 300.000 dólares anuales y totaliza más de ochocientos mil kilómetros recorridos. Los autobuses llevan siempre un monitor adulto que es un padre asignado por riguroso turno y que aprovecha el recorrido para ir o volver del trabajo, a las madres se les permite vigilar los autobuses que transportan a los niños más pequeños. La Asociación de padres, la veterana PTA, Parent Teacher Association, fundada en 1897, puso en marcha el sistema para evitar los problemas con los chicos que que eran expulsados de los autobuses por portarse mal, pasando de seis o siete niños expulsados a la semana a reducirse a dos o tres al mes. Además, este sistema evitaba la falta de comunicación con los conductores, ninguno de los cuales hablaba inglés, a través de los sargentos que coordinaban el servicio. Conductores que siempre tenían la consideración de los padres por su conducción, trato y paciencia con los chavales. Una característica notable era que los autobuses no eran los vehículos escolares a los que estaban acostumbrados en Norteamérica, amarillos y con duros asientos, normalmente eran autobuses modernos y dotados de las comodidades de vehículos turísticos ya que tenían habitualmente estos cometidos.
Cuando se abrieron las puertas y por fin los escolares entraron, encontraron los tableros de información y comenzaron a distribuirse. En el segundo piso se encontraban las taquillas, los casilleros, y otra de las ventajas de ser adjunto a la dirección era haber seleccionado uno antes que nadie. 
La semana iba a transcurrir con largas colas de vehículos en los accesos por la situación de alerta en la que por fin había entrado la Base después de los atentados de Múnich y a la espera del primer encuentro de los dos equipos de futbol el viernes. Los trabajos en la oficina principal esa semana se centraron en hacer las fotos escolares, elaborar fichas y listas definitivas, el pedido de los anillos de clase para los juniors y seniors y el pedido de las chaquetas de equipo universitario con las letras, para los jugadores de ambos equipos de fútbol. Los entrenamientos concentraron a los dos equipos ya con el mismo horario en los vestuarios, más otros deportistas, por las tardes, con el consiguiente jolgorio y disputas. El tiempo, a todo esto, fue tomando un ambiente otoñal con alguna tormenta y lluvia.
Llegó el viernes y como era habitual los jugadores aparecieron por las aulas con sus camisetas deportivas, para el partido local de la tarde. Este año ya no serían 40, sino 80, con las flamantes y nuevas camisetas rojas de Royal Oaks y las blancas de la Base. Como era previsible, la tensión había ido en aumento a lo largo de la semana y unos y otros habían recabado a sus hinchadas. La salida de los autobuses escolares de vuelta se retrasó hasta las cinco de la tarde, con lo cual se garantizó un público multitudinario en el campo de futbol. Poco después de las 3 y media, con presencia de los mandos de la Base y mucho público militar y familiares, comenzó el partido. Las dos gradas de hierba a ambos lados del campo estaban casi llenas. Las animadoras, que estrenaban también uniforme, animaban de forma totalmente improvisada, pues no habían comenzado a preparar sus rutinas. Comenzó el partido con un acto por los caídos en Múnich con unas palabras del comandante de la Base y una oración del capellán. Había algunas diferencias en los uniformes mientras las camisetas rojas de Royal Oaks tenían mangas completas que se estrechaban hasta la muñeca y se veían nuevas, las camisetas del equipo de la Base eran las del año pasado, tenían mangas anchas que llegaban justo más allá del codo, con números grandes en la parte posterior y pequeños en la parte delantera, se las veía con un aspecto un poco antiguo y estaban bastante usadas. Después de un partido que acabó con moretones, sudor y cansancio, el equipo de Donald, con la intervención de los inseparables May y Álvarez, ganó 21-6 al equipo de la Base. Hubo un intento final de deportividad en la línea central de 50 yardas de darse las manos, pero fue más intento que otra cosa. El cisma futbolero estaba hecho. 
De vuelta a casa Donald tomó sus habituales Fantas de naranja, para reponer azúcar, se preparó un baño y estuvo a remojo un buen rato. Sangre en la pantorrilla, moretones en todo el cuerpo y algunas partes inflamadas, obligaban a echar algunas sales de Epsom en el agua. Terminado el reconfortante baño, se dedicó a recopilar la ropa que había sacado de la bolsa de deportes y tirado por la habitación para llevarla a la lavadora. Para finalizar la rutina del baño se echó unas gotas de la colonia Canoe, fragancia española normalizada entre los adolescentes locales por algún extraño motivo. Apenas se había puesto la ropa limpia, cuando le llamaron al teléfono.
-    El chico español que habla raro, pregunta por ti.
-    Hola, Jaime. 
-    Hola. ¿Cómo ha ido la semana de clases?, ¿el partido de hoy?
-    Bien, mucha actividad. La necesitaba. Ya te contaré. El partido lo hemos ganado con facilidad. Nuestro equipo es el de los buenos, los de la Base unos paquetes.
-    Te llamo para recordarte lo de la fiesta de mañana – Lo había telefoneado a principios de semana para hacer la convocatoria del grupo de los americanos a través suyo.
-    Sí, no hay problema. He estado recordándoselo toda la semana a la gente que conoces y creo que todos irán y casi todos los padres puede que también, incluso alguno se apuntará sin que los conozcas – Rió – Aquí las celebraciones son bien recibidas y si dices que habrá jamón y sangría, siempre atrae. Busca unos flamencos y os haréis un hueco en el muro de la fama de las fiestas locales. Me queda la duda de Angie; no está en mi lista, pero Diana quedó en hablar con ella. Respecto a sus padres, sería mejor que hagan las gestiones los tuyos: los de La Moraleja no se tratan con los mocosos de Royal Oaks.
-    Muchas gracias, entonces. Mañana a las 6 os esperamos.
-    Allí estaremos – Los Powell irían en pleno, dejando a los pequeños al cuidado de una chica vecina que ganaría unos dólares.

Carmen había tenido una semana igual a las demás, hasta que el jueves San Martín pasó a despachar con el almirante. A su salida, en vez de hacerlo por la puerta principal del despacho oficial, lo hizo por la de su gabinete, ante la sorpresa de ella y de su jefe, acompañado de Carrero.
-    Carmen, acompañe a San Martín a la cafetería y tómense un café. Tiene que decirle algo – Quedaba claro que el secretario quedaba al margen de aquello.
Ya en la barra de la cafetería y después de una conversación informal, comenzó el meollo de la cuestión
-    ¿Ya se ha ido haciendo una idea del cometido que queremos – incidió en el plural – con el que colabore?
-    Sí y en ello estoy, aunque me resulta inicialmente complicado, ya le comenté que soy nueva en la urbanización y la relación con los vecinos casi nula. Se lo comenté a mi marido, supongo que es lo correcto, y me ayudará en ello.
-    Contaba con ello, ya la expresé que no es una labor de espionaje sino de contacto, así que cualquier persona que nos pueda ayudar, con discreción, será bien recibida.
-    Hemos organizado una fiesta de inauguración del chalet este sábado, por cierto, está invitado. Al menos creo que conoceré a las familias americanas de los amigos de mi hijo. Lo que está más complicado es el vecindario de La Moraleja, es coto cerrado. Tanto mi marido como yo somos “vecinos del ensanche”, clase media venida a más.
-    Sí, lo suponíamos – Se ve que en el despacho había surgido el tema – Trataré de facilitarla un par de buenos contactos que la introducirán en ese ambiente. Son buenas amigas de España y, además, la servirán de modelo, son espías de verdad – Sonrió mientras apuraba su café sólo.
-    ¿Quiere mi dirección para el sábado? – Pensó que era un poco ingenua y la nueva sonrisa del hombre lo confirmó. Cambió de tema – La Base, al final, parece que se puso en alerta a partir del martes.
-    Por las colas que han preparado en los accesos, eso parece, aunque coincidió con el inicio del curso. Salvo eso, poco más parece haber variado – Se pasó una servilleta por el labio y el bigote, para hablar de otro tema - Aunque la supongo informada de nuestras actividades informalmente, como ya comentamos, me gustaría que tomase contacto con nuestro cometido de un modo más formal. Recibe en mano el Boletín de Situación que remitimos al Almirante periódicamente que como otras comunicaciones confidenciales evitará leer. La autorizamos a hacerlo. Es más, podría ser de ayuda a nuestro superior para acceder a su archivo, pues cada vez son más completos y detallados y es difícil memorizar su información. Con su lectura, a usted no se la escapará la naturaleza de nuestra misión y conseguirá datos de primera mano, para ponerse en situación y actuar. Nuestros colaboradores no tienen habitualmente la posibilidad de ver las conclusiones de su trabajo. Bueno, nos veremos el jueves próximo, sino antes. Espero que la fiesta salga bien, no creo que me sea posible acudir. Gracias por su colaboración. – Esto sonó bastante sincero.
Carmen volvió a su mesa y su jefe la echo una mirada discreta al entrar, sabía que en algo estaba colaborando con el Almirante, aunque no sabía en qué, ni quería saberlo, eso había hecho que desde hace 30 años estuviese en su puesto todos los días. En la mesa, en la gaveta de salida “para archivar” estaba el “boletín verde” o Boletín de Situación del SECED de la semana, lo cogió y comenzó a leerlo. Su jefe confirmó lo que no quería saber.
Leer, observar, recoger, escoger, cortar, separar y distinguir. Siete verbos que definen el trabajo que realizaban quienes inspiraban y redactaban los Boletines de Situación del SECED. La clave está, por supuesto, en saber separar el grano de la paja. La información tiene en ellos la intención de ser empleada para la acción, no se informa de personas sino de hechos, alejada de la habitual información gubernamental que parecía quedar para la cada vez más dudosa represión policial. Aquí solamente se informaba y muchas veces no gustaba ni el tono en el que se expresaba esa información. Carmen dudó que Franco tuviese su copia o habría muerto de leerlo tal cual. Imaginaba a Carrero resumiendo el tema y recibiendo la aprobación de sus posibles actuaciones, en ese mismo momento, en la audiencia semanal. Los Boletines están redactados en tres tipos de folios DIN A4: uno de color verde para el “editorial”, un cuerpo central de color blanco y unos anexos que eran fotocopiados en folios amarillos, y que con frecuencia están subrayados (no así el resto del Boletín) para guiar al lector por lo más interesante de la información. Para la composición de los textos se alternan distintos tipos de letras de máquina de escribir, generalmente en función del ámbito, lo que indica que cada sector del SECED se encargaba de sus propias informaciones, que luego se unían y recibían una unidad con la “hoja verde”. Nada sofisticado de elaborar, primaba el contenido. La extensión era de unas cuarenta páginas y el contenido, que nunca había ojeado Carmen, daba una visión completa de todos los ámbitos de poder en España:
Ámbito Político: once páginas que arrancan con un resumen la semana y el contenido que se desgrana a continuación: “Actividades de las instituciones” (3 páginas), centrado en el Gobierno. “Actividades de los grupos políticos” (7 páginas), con los siguientes apartados interiores: Grupos políticos moderados, Grupos regionales, Comunismo pro-soviético (PCE), Comunismo maoísta (PTE), Comunismo trotskista y Otras noticias de orden público.
- Ámbito Educativo: seis páginas. Resumen y después los epígrafes: Enseñanza en general, Universidad, Enseñanzas medias, Educación básica y Grupos.
- Ámbito Socio-Laboral: once páginas. Tras el resumen los apartados: Ámbito oficial: Funcionarios, Ámbito urbano: Barrios, Ámbito rural: Campo,  Ámbito laboral: dentro, estos subtítulos: Grupos sindicales de tendencia unitaria, grupos comunistas (CCOO, UGT, USO), de ideario regionalista (SOC, LAB),  otros grupos, grupos económicos, conflictividad.
- Ámbito profesional: resumen y dos folios con los sectores de Abogados, Farmacéuticos, Funcionarios civiles, Sanidad y Veterinarios.
- Ámbito religioso: resumen y noticias de otras dos páginas (Santa Sede y Jerarquía extranjera, Jerarquía española, sacerdotes, organizaciones y fieles y actividades conflictivas).
Después de un rápido vistazo Carmen llegó a la primera conclusión: que su sección “Aquí La Moraleja” y “Hello, ROAKS” sería novedad en futuras ediciones. La segunda conclusión era que había mucha noticia que se leía en los periódicos y, eso sí, con matices que nunca se publicarían, de donde dedujo que había mucho periodista o director de periódico colaborando con aquello, sea lo que fuese; así como que nombres y apellidos figurasen como fuentes autorizadas de determinadas informaciones. En todo caso, este primer vistazo quedó finalizado con una llamada de teléfono que tuvo que responder y, a continuación, atender al amable requerimiento de su jefe para redactar unas cartas. Recuperaba su condición de administrativa, afortunadamente, al menos hasta la fiesta del sábado.