NOTA.- Esta es la versión 2 del texto. Una versión novel de una novela que precisa ser leida por los amigos para corregir incoherencias, erratas, errores y horrores. Se agradece cualquier aportación personal que añada interés al relato. |
Al Sur de La Moraleja – ROAKS
Septiembre 1972
CAPITULO V.- … y Madrid era una fiesta
Carmen, la asistenta, escuchó atentamente las indicaciones de su señora cuando esta volvió el martes del trabajo. Habitualmente no se veían, pues esta salía temprano para la Castellana y llegaba tarde, para comer lo que le dejaba aquella preparado todos los días.
- La he pedido que me esperase porque tengo que pedirla un favor. El sábado haremos una fiesta para los vecinos y presentarnos, cómo decirlo, en sociedad. Necesitaría que, aunque no está en su jornada habitual, nos ayudase. Naturalmente la retribuiremos.
La asistenta era bastante joven y la idea de la fiesta le gustó.
- Sin problema, cuente conmigo.
- Gracias. Creo que necesitaremos algún personal de refuerzo. La idea es invitar a las familias americanas de los jóvenes que Manolo ya ha conocido en El Encinar e invitar de alguna forma, no sé cómo, a los vecinos de La Moraleja, aparte de contar con nuestros amigos que también queremos que conozcan la casa. Vamos que creo que será bastante numerosa la fiesta.
- Como refuerzo, le diré a mi tía y su marido que si nos pueden echar una mano. Trabajan ahora en un chalet cerca de la entrada para una pareja de diplomáticos de la embajada americana que están este mes en su país. Créame que tienen experiencia en el tema: llevan quince o veinte años trabajando para los americanos, aquí en la urbanización, y saben organizar estos actos sociales como a ellos les gusta. Con decirle que trabajaron para Ava Gardner, se lo digo todo. Lo único que tal vez vengan con mi prima, es sordomuda y no les gusta dejarla sola. Es una chica muy maja y también será una mano más.
- No sabe cómo se lo agradezco. Hable con ellos y cerramos el trato. Lo que no sé es cómo afrontar es la invitación a los vecinos de La Moraleja. No conocemos a nadie, salvo a la familia Gándara porque Lolo conoce también a su hija a través de los americanos.
- Bueno, viajo todos los días con sus empleadas en el autobús, puedo hacer correr la voz, aunque tendría que darme algún tipo de invitación por escrito. Nosotros sólo hacemos para las bodas lo de las invitaciones, pero por aquí se hacen para estas ocasiones también para estas las formalidades sociales. Dígame qué pongo y mi primo, el de la imprenta de Alcobendas, nos las da mañana mismo, para repartirlas o enviarlas, conozco al cartero y seguro que con una propina nos hace el favor.
Carmen la asistenta estaba entusiasmada con la idea de la fiesta, pero vio un problema.
- Lo que ya no me gusta tanto es lo de la cofia…
- ¿Qué cofia? – Carmen se sorprendió
- Tendré que ponerme uniforme y, a parte que no tenemos, nunca me lo he puesto.
- ¿Cree que es necesario?
- No sabe aún lo tontos que pueden llegar a ser sus vecinos, así que conviene adaptarse a ciertas costumbres – La funcionaria y el informático le parecían personas normales y trabajadoras a su empleada y, después de la experiencia en otras casas del barrio, haría lo que estuviese en su mano para seguir trabajando con ellos – No se preocupe por los detalles, mis tíos nos facilitaran prestado lo que necesitemos de casa de los americanos. Redácteme la invitación y se la dejo en la imprenta, ahora según bajo al pueblo.
Ambas se pusieron a redactar el texto que la asistenta, que había recibido en las otras casas unas cuantas, casi podía haber dejado escrita sin más. “Don Manuel… y Doña Carmen… Se complacen en invitar a Vds. a la fiesta que se celebrará (D.m) el sábado, día 9 de Septiembre, en su domicilio del Paseo del Conde de los Gaitanes, 44, a las seis de la tarde, con motivo de la inauguración del mismo, quedando a su entera disposición de vecindad. Madrid, septiembre 1972”. Al pie quedaba una línea en blanco con un “Familia” dónde se iría poniendo el nombre de los destinatarios por el servicio o el cartero. Y una línea más arriba en letra pequeña: “Vestido informal para fiesta”, aquí hubo alguna discrepancia pues quedaba claro que ni los americanos ni los vecinos más próximos entenderían lo mismo y era de suponer que estas vecinas verían necesario, en todo caso, el joyero.
…
En El Pardo acabó el Consejo de Ministros del viernes y Carrero, mientras encendía un cigarro, Franco no soportaba el tabaco y ahora menos, hizo un aparte con los ministros de Industria y de Comercio señores López de Letona y Fontana Codín, como les había indicado antes de la reunión. Estos estaban inquietos porque podía significar que no estarían en el siguiente Consejo o cualquier otra cosa, nunca se sabía con los militares.
- Creo que últimamente se les ve mucho por La Moraleja, aunque viven en el Viso.
Los interrogados asintieron, pues negarlo sería una tontería y aun no sabían si eso eran bueno o malo para el Almirante. Quisieron explicarlo.
- Estamos relacionados con el nuevo Club de Tenis, sí.
- Está detrás del Convento de Las Esclavas…
Este comentario resultaba un atenuante, según la conocida religiosidad del militar. Aunque quedó un tanto forzado.
- Supongo que conocen a Carmen, la secretaria adjunta a Luis Acevedo – Los ministros esperaban una recomendación o algo parecido y se relajaron – Este sábado organizará una fiesta para presentarse en sociedad en La Moraleja, dónde ha comprado un chalet, y espero que acudan, así como las personas que crean que debe conocer – Se llenó los pulmones de humo tras una mañana sin fumar, tampoco su jefe admitía el olor en la ropa.
- El día quince inauguramos oficialmente el Club de Tenis. Sería un honor contar con su Excelencia en la inauguración – Había que aprovechar la ocasión para ganarse su favor y de paso causar furor en la urbanización.
- Es una instalación magnífica – Apuntó el Ministro de Industria - Ocho pistas de tenis; una central con graderíos e iluminada; dos piscina para mayores y para niños en zona infantil, independiente del resto de las instalaciones; chalet social, chalet de tenis, con dependencias de escuela para jóvenes que ya ha comenzado a funcionar. Todas las pistas son de superficie dura y en los proyectos para el futuro figura la construcción de cinco pistas cubiertas, frontón y dos de hierba. Será la mejor instalación de Madrid, sin duda.
- De ahí nuestro interés – Sobró la justificación y Carrero tomó nota de que ambos ministros tenían intereses económicos en el club o de otro tipo. Expulsó el humo lejos de sus ministros.
- Espero que faciliten a Carmen y a su familia el acceso al club, como si de mí se tratase. Prefiero la vida familiar a la social. Pueden retirarse.
Llegar a ministro no era para tontos, pero mantenerse era una prueba constante de no serlo o parecerlo. Aunque para Franco era aún peor que pareciese ser un gafe.
- Habrá que cuidar a Carmen como si nos fuese el cargo en ello, ¿no?
- Además, es funcionaria. Da por seguro que tú y yo no estaremos el día de mañana y ella sí – Añadiría que también sobrevivirá a Franco y a Carrero, por caducidad, pero le pareció mejor callárselo para sí.
- Bueno vamos para allá, hemos quedado a comer en el Club Social y habrá que empezar a animar a los amigos de La Moraleja a que la conozcan mañana.
- Pues deberíamos enterarnos dónde vive y dónde es la fiesta.
- Raro será que estos no lo sepan. Aquello es un pueblo; con clase, pero un pueblo.
El Dodge Dart del Almirante fue el último en abandonar el destartalado palacio y dio por finalizada la semana laboral. En otros tiempos habría hecho aperitivo, mesa y sobremesa con Franco, pero ahora estaba demasiado cansado y casi no aguantaba ni el Consejo. Tampoco necesitaban decirse nada al respecto, la edad mandaba; se llevaban 12 años de diferencia, él tenía 68 y ya estaba cansado, aunque no lo aparentase. Carrero pensó en el Príncipe y que debería entrar en “el engranaje” o “la rutina” semanal cuanto antes, de alguna manera echaba de menos compartir aperitivo, mesa y sobremesa con alguien.
…
La mañana del sábado fue bastante caótica con los preparativos de la fiesta. A las ocho Manolo y su padre aparcaron frente al chalet de los Derby, donde trabajaban los tíos de Carmen la asistenta. Era uno de los primeros que se construyeron en la urbanización, una sólida construcción de granito que parecía más adecuada la la sierra de Guadarrama que se veía a lo lejos, aunque de unas dimensiones palaciegas. Junto con el hotel de la parcela colindante, eran de los pocos que tenían no sólo piscina, sino también pista de tenis.
- Aquí viven los May y un poco más allá los Sicre. Todos son americanos y de los más antiguos en el barrio, vinieron cuando esto era campo, antes de los 60, con la señorita Ava…
- Ava Gardner – Manuel se sintió impresionado por conocer una casa donde su adorada actriz había posiblemente hasta jugado al tenis.
- Sí, trabajamos para ella nada más comprar “La bruja”, ese gran chalet moderno que está cerca de la entrada, aunque es difícil de ver, no sé si lo conocen. Fue nuestro primer trabajo, nos acabábamos de casar y nuestra hija era muy pequeña.
- Lo he visto desde El Encinar. Vive ahora una amiga mía, aunque no lo he visitado – Comentó Lolo mientras entraban en el hall de acceso, donde en unas cestas de mimbre estaba preparado lo que tenían de transportar.
- Vaya organización, ya tienen todo listo. Se ve que tiene práctica en estas cosas – El padre de Manolo revisó con cierta curiosidad lo que guardaban las mantas; bebidas, cristalería, cubiertos, hasta un equipo hi-fi estéreo de cintas magnetofónicas…
- Bueno, son muchos años de festejos por las casas. Normalmente los señores contribuyen con su servicio en los acontecimientos que celebran sus amigos, especialmente extranjeros. Entre españoles es más extraño, son más de guardar las formas y demostrar clase, con su propio servicio y propiedades.
- Madre mía, cuánta bebida. Aquí hay para emborrachar un regimiento – Las cestas de alcohol eran mayoría.
- Es de lo que se trata, si suben sus amigos americanos – A Manuel le hizo gracia el juego de palabras – Por el consumo no se preocupe, cuando finalicemos hacemos cuentas y reponemos a los Derby lo que se consuma.
- ¿No les creará esto algún problema?
- No, en absoluto. Ellos están a otras cosas, esto es anecdótico. Por otra parte, son muy buena gente: estoy seguro que si se lo hubiésemos pedido no pondrían la más mínima pega. Bueno, siempre que estuviesen invitados. Creo que están de fiesta desde que vinieron de jóvenes a España, durante la Segunda Guerra mundial.
- ¿Tienen negocios aquí?
- Trabajan en la Embajada.
- Son espías – Terció con naturalidad la tía que salía de la cocina con más canastos llenos de cosas, acompañada de su hija que la ayudaba con más.
- Mi hija. Es sordo-muda – Quiso advertir el marido.
Se saludaron por señas amistosamente y les transmitió una agradable sensación de cercanía, aunque fuese por gestos y sonrisas. Comenzaron a llevar las cosas al coche. Habría que hacer varios viajes y mañana de vuelta.
- Vivimos los tres aquí, somos internos. En todas estas villas, hay una parte bastante amplia dedicada a las habitaciones del servicio, normalmente mediando con la cocina que separa nuestra vivienda de la principal.
Los Tenorio prestaban interés a la historia y les gustaba que Arturo, que así se llamaba el tío de su asistenta, les contase estos detalles. No dejaban de ser nuevos en el barrio y entraban en otra clase social. Posiblemente Arturo sentía que su hija, a pesar de su problema, fuese también capaz también de ascender socialmente por sus propios méritos al nivel de quienes hasta ahora sólo lo conseguían por las circunstancias, habitualmente. En todo caso, su sobrina Carmen les había descrito como unas buenas personas y trabajadores y era claro que debían serlo. Por otra parte, el rumor de que Carmen fuese secretaria personal del Caudillo le parecía cada vez menos creíble, después de conocerla.
En casa de los Tenorio, la tía de Carmen comenzó por erigirse en el ama de llaves, ante la complacencia de la madre de Manolo.
- Deben hacer desaparecer de encima de muebles, estanterías, superficies… cualquier cosa que se pueda robar o caer, sino la robaran o se romperá. Métanlas en los armarios y cajones con llave y cierren todas las cerraduras, para eso están – Por primera vez Manuel padre entendió para qué los muebles tenían cerraduras y para qué podían servir en una casa donde vivía una familia y donde normalmente no había secretos. Era fácil decirlo, pero dejar raso toda superficie de miles de objetos decorativos o útiles, llevó su tiempo – Ahora, en los baños deben dejarlos como si fuese un baño público: quiten cualquier cosa que se pueda coger, incluso dentro de los armarios – Las instrucciones siguieron con una serie de pequeños detalles que garantizarían que, al día siguiente, los Tenorio volviesen a tener un hogar sin graves desperfectos o desagradables incidentes.
- Procuraremos crear dos ambientes, uno para las personas mayores y otra para los niños y los jóvenes. – Arturo se le veía su práctica de relaciones públicas y disc-jokey- Para la gente mayor he traído este equipo de música con las grabaciones del año y para crear ambiente – Un aparato de grandes bobinas apareció de una de las cestas – Seguro que tú Manolo tienes algún equipo para ambientar a tus amigos – Se había establecido la zona del salón principal para los mayores y la zona más alejada del salón-comedor para los jóvenes – No subiremos nunca el volumen, para evitar que todo el mundo acabe hablando a voces.
A media mañana apareció la furgoneta verde del catering que por indicación de Arturo habían contratado para hacer frente a las necesidades de comida de lo que se les venía encima. Desde luego, si no resultaban acertadas las previsiones estarían comiendo de sobras un mes. La única sugerencia que no aceptaron los Tenorio fue el cuadro flamenco como final de fiesta en honor a los americanos: no es que resultase caro para el presupuesto que se habían fijado, es que les resultaba “demasiado folclórico”. Arturo lo lamentó ya que sus amigos gitanos siempre le agradecían estos ingresos y la facilidad que les suponía para la actuación subir desde el poblado de Valdebebas, un poco más allá de la depuradora de los americanos en El Encinar. Insistiría.
La cocina, mientras, producía tortillas de patatas y paellas, como refuerzo al catering. Lo de la paella fue sugerencia de Ronald ya que Manolo le sondeó telefónicamente sobre lo que podían esperar ellos, los americanos, de la fiesta. Prescindió de barbacoa y palomitas que dejó para las fiestas del lado sur.
Después de la comida, siguieron algunos preparativos y a las seis todo estuvo preparado para la recepción. Manteles, cristalería, vasos, bebidas y comida, todo dispuesto. Primero se serviría las bebidas, por orden de grado alcohólico, y luego saldrían la comida con control de consumo, comenzando por lo caliente. En un momento dado, Arturo y familia desaparecieron para reaparecer perfectamente uniformados de negro, con sus delantales negros y cofia para ellas y un frac para él. Los Tenorio se sintieron un poco cohibidos y se notó su sorpresa.
- Ahora, ustedes ocúpense de su papel y déjennos ocuparnos del nuestro - La dignidad del trabajo de servir era evidente – Como no conocen a los invitados, haré una breve presentación, siempre que me sea posible, porque conoceré a muchos. Luego les iré comentando “cosas” sobre ellos – Esta apreciación le pareció de lo más interesante a Carmen que vio en las habilidades sociales de Arturo un valor esencial en sus fuentes de información sobre La Moraleja y sus moradores.
Carmen se había vestido para la ocasión con un vestido de estampado, vibrante y llamativo, con motivos florales, era ajustado y ceñido y llegaba hasta el suelo, en la línea de moda de las maxifaldas. Peluca de corte rizado y voluminoso y abalorios de fantasía completaban su imagen de señora de la casa. El señor Tenorio adoptó su traje más serio con corbata, gemelos y sujeta-corbata a juego. Los niños, bien vestidos y peinados para revisión maternal.
Cuando el primer coche llegó puntualmente a la hora señalada frente a la casa, sería interminable la fila de los que aparcarían en los ahora desiertos alrededores, Arturo se dirigió al gran magnetofón y las bobinas comenzaron lentamente a girar: “El chico de la armónica” de Micky sonó suavemente en los altavoces estéreo. Sonó el timbre, Manuel tuvo la extraña sensación de no haberlo oído antes en estos meses de mudanzas, y Arturo impidió con un gesto que fuesen a abrir la puerta. Se dirigió a ella y al abrirla se encontró con la familia Dell en pleno: Diana, sus padres y los hermanos pequeños. Acostumbrado a las fiestas de sociedad el grupo familiar le desconcertó tanto como a ellos encontrarse con un mayordomo que sólo habían visto en las películas de Hollywood.
- Somos los Dell – Advirtió el Coronel Dell en inglés – los padres de Diana – decidió adoptar un perfil civil y no usar su rango de mando habitual.
Los Tenorio habían decidido no hacer mucho caso a las indicaciones sociales de Arturo y estaban tras él, con lo que rápidamente rompieron la tensión de este desconcierto inicial y las dificultades del idioma.
- Bienvenidos. Somos los padres de Manolo. Pasen, pasen.
- Siento haber traído a los pequeños, pero me ha fallado a última hora la chica que iba a cuidarlos y no he podido encontrar sustituta.
- No hay problema. Jugarán con los míos y Carmen, nuestra asistenta, estará al tanto de ellos – Aparecieron los hermanos pequeños de Lolo en ese momento a curiosear quien llegaba – Saludar a estos niños, estarán esta tarde con vosotros.
Afortunadamente los hermanitos de Diana chapurreaban español, como buenos niños en el extranjero, y los juguetes que traían para pasar el rato, de esos que no se veían en España, enseguida facilitaron la toma de confianza. Los Dell se había tomado la nota de “vestido informal de fiesta” como; chaqueta sin corbata y pantalones claros más de playa que de Madrid, para él, ella con maxifalda más colorida aun que la de Carmen y Diana con una minifalda exactamente de la longitud contraria a la falda de su madre, tanto era así que Manuel recibió un codazo de su mujer por detener la mirada en las largas piernas de la cherleader, lo que la divirtió bastante a la madre de la chica pues las españolas eran así de impulsivas. Manuel advirtió la limitación del Coronel con el español e inmediatamente estableció conversación con él en inglés. Muy sorprendido, era difícil tener amigos españoles que hablasen inglés, se puso al día de su trabajo, los años en los Estados Unidos y, brevemente, él le reseñó su carrera militar y los distintos destinos, así como las etapas por las que había pasado su familia. Se cayeron bien y volverían a hablar varias veces a lo largo de la noche. Ahora sonaba el timbre de nuevo y aparecían los Smith. Manolo acababa de saludar a Diana y a sus padres y fue hacia la puerta a saludar a los nuevos invitados. Arturo estaba en un segundo plano, pues hasta ahora ningún invitado le era conocido, así que fue a facilitar bebidas con su mujer a los recién llegados. “I love you baby” de Tony Ronald parecía animar las nuevas llegadas.
- Encantados que hayan podido venir – Carmen sonrió y saludó en un francés más que correcto.
Si la falda de Diana era corta, la de Mary la superaba. O tal vez fuesen la longitud de las piernas. Tenorio prefirió evitar un nuevo codazo, saludó a la familia con un apretón de manos y se dirigió a Smith en inglés, indicándole que estaba Dell. Le hizo un comentario sobre el comportamiento civil de los militares americanos que solían no compartir amistades españolas de la misma clase, lo cual revelaba un cierto rango incluso fuera de la base. Tampoco le sorprendió mucho pues había hecho el servicio militar, casi tres años en la incipiente informática militar en el Cuartel General del Ejército, y suponía que la relación personal estaba condicionada en cualquier ejército, con o sin uniforme. El comentario agradó al policía. Le dejó con un whisky JB. Según volvía hacia la puerta, para atender la siguiente visita, se cruzó con su hijo y le hizo un guiño, mirando hacia el grupito de las americanas. A Lolo esto le resultó bastante chocante, pues inicialmente no sabía que le pasaba, pensó en un tic nervioso, luego cayó y le recordó a la última película de Alfredo Landa, así que desaprobó negando con la cabeza lo que pensase su progenitor, fuera lo que fuese.
El tercero en llegar fue Luis, el compañero de fatigas de Manuel en el banco. Una alegría, pues un español con inglés era un refuerzo, tal y como estaba la tarde. Soltero por vocación, era una persona que fuera del trabajo era muy alegre y divertido y perejil en todas las salsas.
- Ya me podías haber dicho esta mañana que viniese a echar una mano.
- Era mejor que te encargases del cierre semanal y no estar pendientes de cualquier problema. ¿Todo bien?
- Todo bien.
Se dirigió al grupo de los militares americanos que celebraron conocer a otro “computer men”. Otro JB completó el trío. “Oh, oh, July” de Los Diablos comenzó a sonar.
Por fin Arturo, pudo hacer las presentaciones del siguiente invitado. La Condesa de Guadalmedina, don Luis Gándara y su hija Ángeles hacían presencia ante la sorpresa, primero de Manolo y después de sus padres. Entre otras cosas porque el “vestido informal de fiesta” había sido entendido por largos vestidos de alta costura para ellas, con joyas, maquillaje (Ángeles estaba guapísima) y traje negro elegante con corbata oscura para él. Carmen decidió, una vez más, tirar de simpatía y cordialidad.
- Señora Condesa, es un placer recibirles y ofrecerles nuestra casa y nuestra amistad como vecinos. Don Luis – apretó la mano del banquero que la transmitió una extraña sensación de cordialidad – Encantada de conocerte Ángeles: estás guapísima – El cumplido era sincero. Entre sus piernas apareció de la nada el pequeño de la casa.
- ¡Qué guapa! Hoy más que el domingo.
- Creo que tienes un admirador en la familia, Ángeles. Nos vimos en la misa del domingo pasado – Quiso explicar la madre mientras reían la ocurrencia del niño.
Sonaba “Por el amor de una mujer” de Julio Iglesias cuando pasaron al salón. La misma sensación de sorpresa en la puerta se repitió en el grupo americano. Las joyas deslumbraron a las señoras y los caballeros se sintieron un tanto vestidos de sport. Luis, que se había vestido más formal para la ocasión, acudió a la llamada de Manuel para encargarse de los nuevos invitados. Hechas las presentaciones, Gándara se interesó por el tema de los créditos para la compra/alquiler de ordenadores del Bankinter que Luis había ideado y estaban siendo un éxito. La Condesa le pareció una señora interesante y atractiva y procuró atraer su atención a la conversación, en lo que llegaban otras personas más entretenidas para ella, tal vez. Esto no tardó mucho en suceder, aparecieron varios de sus amigos habituales de las reuniones de los sábados. En un momento dado, Arturo anunció al ministro de Industria López de Letona y señora. La sorpresa de Carmen fue mayúscula y la de Manuel no fue menor. Hecho el recibimiento, afortunadamente ya había suficientes vecinos españoles, cada uno vestido para la fiesta de la forma que había creído conveniente, y rápidamente la pareja fue abducida por los conocidos interesados de siempre.
- Cuando dije lo de que tu jefe diese un toque en el Consejo de Ministros para animar al vecindario, era broma – Manuel dudaba de la ocurrencia.
Al ministro de industria, siguió el de Comercio y, cómo no, los dos subsecretarios que eran vecinos.
Al cabo de un rato, el nuevo visitante era totalmente desconocido para Arturo y los Tenorio.
- Permítanme que me presente soy Juan María Peña – el apellido era un poco más largo, pero decidió abreviarlo para la ocasión. – Un amigo común me ha invitado a que venga en su nombre. San Martín.
- ¡Ah! que amable, no olvidó mi invitación. Pase, pase – Le invitó Carmen, acompañada de su marido.
- Me sentiría mejor si me llamase Juanmari y me tratase como compañero – El porte militar no se perdía en el elegante traje con corbata. Como era evidente que el matrimonio sabía cuál era su actividad, no quiso evitar el tema – Cualquier duda que tengan me lo comentan con discreción y trato de informarles… o me informan a mí, que esto es un toma y daca – El sentido del humor que no falte - ¡Anda pero si está Lusito Gándara! Cómo se ve que la idea de mover al parque ministerial atrae al personal – La mujer de Arturo pasó con la bandeja de bebidas y tomó un vaso de tubo con hielo y güisqui JB – Gracias – Parecía amable y educado – Luego, si te parece Manuel, hablamos. Estoy muy interesado en las novedades de la informática y me gustaría conocer tu opinión sobre un par de temas. Os dejo que sigáis recibiendo gente. Encantado y a vuestra disposición – Al espía se le veía bien informado, Manuel empezaba a resignarse de su pérdida de anonimato.
Salió en dirección al corrillo de Gándara, donde también estaba el otro miembro de la tertulia, el joven de aspecto intelectual, que Arturo había vinculado a la familia de los banqueros Urquijo, aunque parecía que era profesor universitario de Ciencias Económicas, por más señas.
- Sólo nos faltan los Derby y ya estamos todos los espías de la urbanización – Comentó jocosamente Manuel recordando el comentario de la tía de la asistenta.
Carmen no le entendió, pero un nuevo timbrazo precedió a la más espectacular llegada de lo que llevaban de tarde. Arturo presentó a la Condesa de Quintanilla, ahora de Romanones, y Betty Lussier señora de Sicre. Ambas vestidas para la ocasión y deslumbrando a la Condesa de Guadalmedina.
- ¡Arturo! que agradable sorpresa – La Condesa de Quintanilla, nacida norteamericana como Aline Griffith, tenía una voz muy bonita y un marcado acento que le gustaba recalcar, salvo cuando estaba enfadada que lo perdía totalmente – Los Derby siguen en United States hasta el mes que viene como poco.
- Sí, señora condesa. Creo que vendrán con el nuevo embajador, mister Rivero.
- ¡Oh, vaya! Una vez más me has descubierto un secreto – Ambos rieron, no era oficial aun el nombramiento - ¿Cómo tú por aquí? – Se la veía bastante directa, por no decir indiscreta.
- Somos tíos de la asistenta de los Tenorio y hemos venido a ayudar.
- ¡Excelente! – Aline se dirigió a la anfitriona – Arturo es la ayuda imprescindible para estas reuniones sociales… Carmen – La dio la mano calurosamente, mientras la extendía a Manuel para que la besase ceremoniosamente – Betty me dijo que había recibido vuestra invitación – trató de explicar cómo conocía su nombre sin presentarse – y he venido encantada con ella. Es la más vieja del barrio – Ambas rieron la ocurrencia.
- Nuestros maridos están a sus negocios, así que se disculpan… - Betty hablaba sólo inglés, aunque luego vieron que entendía perfectamente el castellano.
- Aunque veo que hay invitados que no les hubiese venido mal para ellos – Aline había oteado los círculos que concentraban los ministros – En fin, ellos se lo pierden. ¡Arturo: gin! – Grito divertida la Condesa subiendo la mano hacia el techo, manteniendo un vaso imaginario.
- Así empezaba las fiestas la señorita Ava – quiso explicar Arturo y salió rápidamente a buscar la bebida favorita de las americanas.
- Veo a Ángeles, menos mal. Mañana es el funeral por la Duquesa de Alba y creí que estaría sola – quiso matizar – por parte de la nobleza.
- Quienes no conocerás hoy es a los amigos judíos. Lo de Munich les ha afectado mucho y, yo diría, que tiene un cierto miedo.
- ¡Es horrible! Lo suyo no acabará nunca.
- ¿Hay muchos judíos en la urbanización? – Preguntó Manuel por curiosidad. Las mujeres se miraron.
- Bueno, algún que otro propietario de grandes almacenes y laboratorios farmacéuticos
- … Y constructoras – Aline hizo recuento mental y prefirió cambiar de tema. La fe judía, como la musulmana, no eran bien recibidas en la España de Franco, así que se practicaban en la más completa intimidad, por no decir secreto.
La baronesa de Corinto hizo su aparición en el momento en que Arturo volvía con las bebidas. Hizo un brevísimo saludo a los anfitriones y las americanas y siguió hacia el salón. Carmen no lo dio mayor importancia, pero Aline la puso al tanto.
- Nunchy no cuenta como aristocracia. Lo de baronesa es más bien un nombre de guerra.
- Es muy popular entre nuestros maridos.
- Digamos que mueve el negocio inmobiliario por Doctor Fleming – Ambas rieron de buena gana, con la complicidad de Carmen y el despiste de Manuel que no sabía de qué estaban hablando. Aline, le sacó de su duda.
- Maneja el mayor negocio de prostitución de lujo de Madrid – Manuel se sintió un poco avergonzado de su ingenuidad o falta de suspicacia.
La madre de Diana, la señora Dell, se unió a las recién llegadas. Besos y alegría.
- ¡Aline! ¡Betty!: cuantos años.
- ¡Margot!: mi niña. Pero ¿has vuelto?
- Sí, al menos otros tres años. Han destinado de nuevo aquí a mi marido.
- El guapo teniente – Risas cómplices de las tres.
- Ahora guapo coronel.
- ¡Madre mía!: ¿cuánto ha pasado? ¿Quince, veinte años? ¡Dios mío!
- El tratado se firmó en el 53… más veinte que quince – Apuntó Margot por apuntar una fecha señalada – Aquella jovencita es mi hija mayor – Apuntó a Diana que acudía con todos los jóvenes a la llamada de la tortilla y la paella que había comenzado.
- Pero, si eres tú misma.
- Con minifalda – apuntó Betty. Manuel no quiso imaginar a la madre con el vestido de su hija, aunque casi empezó a visualizarlo.
- Fuimos espías en una época de nuestra vida – El resumen de la Condesa fue tan condensado que rieron a carcajadas.
- Unas más que otras y más veces – Quiso dar una explicación Betty a los anfitriones que empezaban a ver aquello bastante extraño – Aline y yo participamos, durante la guerra – quiso demarcar el tiempo de su actividad – con los servicios secretos de nuestro país, mi marido también, por cierto, y en los 50 Margot estuvo trabajando en nuestra embajada en Madrid cuando se negociaron los acuerdos de las Bases…
- Así que no nos quedó más remedio que enseñarla a sobrevivir en un mundo de hombres…
- … Idiotas – La carcajada fue tremenda. Carmen su unió a ellas y Manuel prefirió acudir a la puerta a responder al timbre que ya nadie parecía atender en medio de un ambiente de fiesta total.
Si aún estaba bajo el shock de las nuevas espías que acudían al jolgorio, abrir la puerta y encontrarse con Lola Flores, su marido Antonio “El pescadilla” y sus hijos, seguidos de otro señor y su señora, le dejó fulminado.
- Buenas, somos los Corberó – el hombre del fondo tenía un marcado acento catalán - Somos los vecinos de la finca de al lado. Venimos con estos amigos.
- Pasen, pasen. Manuel Tenorio para servirles.
- Han estado con nosotros, firmando un contrato para su próxima película, y les hemos dicho que celebraban su fiesta de presentación – Manuel no quiso suponer que así se ahorraban un agasajo.
- Me gusta la urbanización, creo que compraré una villa de estas… en cuanto Corberó me suelte “el parné” – Lola era simpática en persona, pensó Manuel – No me lo puedo creer. ¡Arturo!, mi alma ¿pero qué haces aquí? Antonio, ¿te acuerdas de él?
- Cómo no me voy a acordar. “Arturo: gin” – levantó el vaso imaginario.
- Cuanto tiempo Doña Lola
- Sigues igual. Eres la primera persona que me llamó así con verdadero respeto, lo recordaré siempre. ¡Qué mal me sonaba en otros! Cuánto desprecio y cuanto malaje. En fin.
Manolo apareció por allí con un plato de paella y ofreció a los jóvenes recién llegados de comer; Lola hija, Rosario y Antonio, más o menos de su edad.
- Venga iros con los jóvenes. ¡Pero a quién veo! ¡Mi Aline! – dicho con todas las letras en castellano a-l-i-n-e
- ¡Arturo: gin! – Antonio hablaba poco, pero era pura expresión. El grito de guerra fue respondido por las americanas.
- Todos nos conocimos en las fiestas salvajes de Ava en los 50 y 60 – Explico la Condesa.
- Incluido Arturo – Apuntó Betty, celebrándolo especialmente.
- Era nuestro conseguidor y el de Ava. Hasta le traían por valija diplomática chocolate y esas cosas que a ella la encantaban y sólo había en América. Luego con las Bases ya la fue más fácil el suministro.
- Qué bonita era su casa aquí, los primeros años. Y la piscina… y las vistas. Creo que de ahí me viene la fijación – Lola se volvió hacia el productor – Así Corberó que vaya preparando la bolsa que Barcelona solo es bona si sona.
- Fuimos nosotros quienes la convencimos de comprar aquí. Eran otros tiempos, esto eran campo y sus vistas a Madrid en la lejanía eran preciosas. Demasiada tranquilidad para ella me temo – Los Sicre tenían otro de los cinco o seis chalets de principios de los 50, con ese inconfundible estilo de la sierra madrileña, aunque la actriz se definió por uno más rompedor y estilo americano que inicialmente se construyó para un ingeniero de la industria farmacéutica, cuyas patentes le había proporcionado una buena fortuna; curiosamente era el padre de los supositorios encapsulados y los derivados de presentación de pastillas y píldoras. La faraona no hablaba una papa de inglés así que Aline le traducía a Betty.
- Lola ¿qué película va a rodar? – Carmen no se atrevió a tutear.
- De tu, niña, de tu… Pues es un poco picante – Se persignó burlonamente – Espero que Franco, que ve todo lo que hago, sea un caballero y me la dé para adelante – Entendieron que se saltase la censura- Seré una “madame” en “La casa Flora”
- Lola, No em fotis!: ¡el secreto que has firmado! – Protestó el productor. Ella lo ignoró.
- Cantaré el “Como me las maravillaría yo” y las últimas canciones que he sacado.
- Entonces será un éxito, Lola – Carmen aceptó la confianza.
- Pues puedes hablar con la Baronesa de Corinto, para tomar ejemplo – Dijo maliciosamente Betty, siendo traducida con igual maldad.
- Pues ya me gustaría – Dirigió una mirada a su marido que esquivó como pudo el hecho de conocer a la baronesa o a sus pupilas.
- Pues ahí la tienes. Te la presentamos – Y fueron las tres hacia la mesa donde la paella y la tortilla aun parecía que resistían los envites, especialmente del personal norteamericano.
Si la entrada de los ministros causó sensación, la entrada de la Lola de España fue recibida con un aplauso, respondido con el habitual saludo de la artista a la concurrencia, una pausa de agradecimiento y continuación de su encaminamiento hacia la baronesa, que hablaba discretamente con un caballero que escurrió el bulto como pudo, al centrar las miradas de la concurrencia.
Un nuevo timbrazo, entre el barullo de voces y música, sonaba “Woman to woman” de Joe Cocker, Manuel fue a abrir y se encontró con un chaval de pelo largo, camisa desabrochada, vaquero, un casco de moto en la mano y aspecto gitano.
- El señor Corberó ¿está aquí?
- Sí, acaba de llegar.
- Es que había quedado con él en su casa y he llegado tarde
- Está Lola Flores con él – Manuel supuso su relación con la folclórica – Pasa, pasa.
- ¡Menos mal! Vamos a hacer una película, sabe usted – Al chico se le veía ilusionado.
- ¿Eres actor? – Preguntó el informático en lo que se hacían paso entre la multitud camino de la terraza donde creyó haber visto hacia un rato el circulo del industrial, a esas horas ya sabía que lo del cine era una forma de blanqueo de dinero o una forma como otra de quemarlo.
- A usted no le gusta el flamenco, ¿verdad? Soy cantaor, me llaman el Camarón de la Isla.
Manuel se paró, giró hacia el chaval y le miró.
- Conozco sólo tu voz, ahora te conozco a ti. Sorprendente. Vamos, andaban por aquí.
De la colonia americana, los Powell fueron los últimos en llegar. Algo había ido mal en la planta de tratamiento de la Base y la tarde se complicó para el padre, pero allí estaban en la puerta de los Tenorio los padres, Ronald y su pequeño hermano. Esta vez fue Carmen quien hizo las veces y acompañó al pequeño junto con Carmen la asistenta y los otros niños en la parte más alocada de la casa, donde se concentraban, y cuya excitación había ido en aumento con las bebidas azucaradas, los juguetes de unos y otros, los nuevos amiguitos y el griterío en inglés y español.
- ¿Es la primera vez que está en España? – Preguntó en inglés Carmen a la recién llegada, después de ver que su hijo quedaba en buenas manos. Sus otras compatriotas, de una forma u otra antes habían estado antes.
- Sí, es nuestro primer trabajo en el exterior. Nosotros somos civiles, trabajamos para un contratista de la Fuerza Aérea – El comentario quería marcar una cierta distinción con las demás familias. Ellos estaban allí por motivos laborales, no por una orden de destino, aunque en gran medida siempre había sido una opción servir en el extranjero.
- Creí que estas labores auxiliares en la Base siempre las hacían españoles.
- Muchos empleados, no especializados, de mi marido lo son, pero la empresa es norteamericana. Pocas contratas locales hay, aunque sí muchas subcontrataciones. Ya sabes cómo funciona esto…
Realmente Carmen no tenía ni idea, pero empezó a sospecharlo. Tener una “visión civil” de los estadounidenses podía aportarla un valor interesante.
- ¿Eres de un grupo a parte? – La americana no entendió – Quiero decir, que si te relacionas con las familias de militares.
- Oh, si, claro. Royal Oaks es un pueblo, además un pueblo estadounidense en medio “de la nada”. El idioma te limita las relaciones. No queda más remedio que relacionarse con los demás. Normalmente, si eres civil estás más con las familias de los mandos. Supongo que como nuestros maridos se tratan en el trabajo con ellos, pues eso te acaba facilitando más las relaciones con unos que con otros – La madre de Ronald era una rubia alta y agradable, vestida para la ocasión con la inevitable falda larga, había evitado la peluca y apenas estaba maquillada - ¿Dónde están los chicos?
- Les hemos mandado a la zona del comedor, al fondo, junto a la cocina.
- Espero que no estén muchos jugadores de futbol americano, Carmen: ponerles junto a una cocina, además española, es muy peligroso. Esos chicos tienen mucho desgaste, de todo tipo – Ambas rieron, aunque Carmen no supo pillar el sentido completo de la frase, y fueron a unirse al grupo de sus maridos y los americanos.
Manolo había hecho una nueva incursión a por bebidas y le tocó abrir la puerta. Sorpresa: la Guardia Civil. Dudó que fuesen vestidos de tricornio y con fusiles a una fiesta. Ambos saludaron al muchacho marcialmente. Habló el Sargento Venancio.
- Venimos porque nos han informado de la celebración de una fiesta
El alboroto a las espaldas del muchacho y la fila de vehículos aparcados en las inmediaciones que casi llegaba hasta la Iglesia de las Esclavas, delataba el hecho. No podía negarlo.
- Sí. ¿Quieren pasar?
- No han notificado la reunión y tenemos que pedirles que la disuelvan
La solicitud le pareció un tanto extraña. Les pidió que entrasen y fue en busca de su madre. Carmen se dio cuenta que sí, que debería haber notificado el hecho a la autoridad, pero que se la había pasado totalmente. La presencia de los ministros, hasta Lola Flores… cómo iban a echarles, además el exceso de celo de la Benemérita traería consecuencias posteriores que no serían agradables para nadie. Optó por la más absoluta discreción y buscó a Juanmari para ver si podía hacer algo. El militar departía amigablemente con el Coronel y su señora, hablaba un buen inglés pues entre sus muchas historias había sido agregado militar en el extranjero. Hicieron un a parte y fueron hacía la puerta.
- Sargento Venancio – El hombre dio la mano al Guardia Civil que saludó marcialmente, dejándole sin devolver el saludo, aunque sorprendido por la familiaridad del trato y que conociese su nombre de pila. Sin más sacó del bolsillo interno de su americana una identificación y se la mostró al suboficial, evitando que la viese su subordinado – Asumo la responsabilidad de la celebración de esta reunión.
- ¡A sus ordenes, mi teniente-coronel! – Ambos se cuadraron y esperaron la orden de descanso.
- Aprovecho la ocasión para decirles oficialmente que la familia Tenorio, por la condición de doña Carmen de colaboradora directa del Almirante Carrero Blanco, será motivo de especial consideración y atención en su servicio. Ahora, pueden descansar – Cambió a su habitual buen humor – y si quieren váyanse a cambiar y vuelvan a tomar una copa. Está el Sargento Smith, de la Policía Aérea norteamericana, y es bueno que entre compañeros se vivan también estos momentos.
- Sí, naturalmente, sientánse invitados. Son unos vecinos más – Afirmó Carmen, aliviada por la resolución del problema
- Pero no acabamos el servicio hasta las 10…
- Venancio: no sea pesado. Vuelvan de paisano y hágase a la idea que se lo he ordenado y están de servicio. Además, ahí adentro están dos ministros, dos subsecretarios, la Condesa de Romanones, Lola Flores y Camarón de la Isla… si les llega a echar, estarían haciendo garitas en la valla de Ceuta hasta la jubilación. Me debe un favor.
Fue bastante cómico, pero se volvieron a cuadrar y salieron por donde habían venido. Al cabo de media hora el destartalado Land Rover Santana, se lo había dejado para hacer algo de sombra al Ford policíal de Smith, aparcó en la acera, no dejaban de ser la Guardia Civil, y los agentes aparecieron con traje y corbata y lo mejor arreglados que la precipitación de “la orden” les había permitido. Lo siguiente fue bastante surrealista, aunque formaba parte de esos momentos mágicos de La Moraleja. Arturo les abrió la puerta.
- Hombre, Venancio – Arturo servía en las casas, el mismo tiempo casi que Venancio patrullaba las calles de la urbanización - ¿Tienes coche?
- Sí, hemos venido en el jeep. Estamos de servicio – Les había parecido lo correcto.
- Pues me tienes que bajar a Valdebebas
El guardia civil quiso que alguien lo hubiese mandado. Bajar a un civil, vestido de mayordomo, a un poblado gitano, con ellos vestidos de paisano, debía ir contra varias ordenanzas.
- ¿Lo sabe doña Carmen? – Si Peña era teniente-coronel, Carrero era almirante; no tenía mucha lógica, pero se quedaba más tranquilo.
- Es una sorpresa. Venga si no quieres bajarme, lleva tú el mensaje. Habla con el tío Honorio y le dices que pueden subir, que tengo todo arreglado. No le digas que está Lola y Camarón porque se puede montar la mundial.
A regañadientes fueron a hacer el recado; se había hecho a la idea de comer algo y beber, a parte de estar de tú a tú con el vecindario, pues no dejaba de ser una persona importante en él. Volvieron al cabo de un rato, el cuadro flamenco estaba preparado y no dudaba en que don Arturo les diese trabajo aquella noche. Afortunadamente los caminos entre la parte alta y el valle estaban desiertos, no se cruzaron casi con nadie y nadie sospechó de un Land Rover de la Guardia Civil conducido por dos paisanos y lleno de gitanas con trajes de faralaes y gitanos con guitarras, aunque un norteamericano que volvía de la Base por la puerta trasera se cruzó con ellos y no le resultó especialmente llamativo: eran españoles que estaban en España. Los flamencos fueron recibidos por Arturo que les condujo a la puerta de servicio de la cocina, para mantener la sorpresa del fin de fiesta. Les había reservado una buena cena y bebidas para hacerles entrar en calor. Allá abajo hacia frío y se pasaba hambre. Era la diferencia en el cante entre el quejido o la alegría.
…
Manolo había ido haciendo la recepción de los jóvenes y haciéndoles pasar hacia la parte de la casa que les habían reservado. Para mejor control de las bebidas y posteriormente la comida, se estableció un único punto de avituallamiento controlado por la tía de Carmen y Arturo y suministrado desde la cocina por su hija, mientras su sobrina procuraba que las Fantas y Coca-Colas no hiciesen subir por los muebles a los niños. A este punto los jóvenes iban y venían y, de paso, charlaban con sus padres y conocidos. A Diana, Mary, Angeles y finalmente Ronald se habían unido otros amigos, y sus familias, a los que no conocía de nada Jaime, salvo la chica negra de la piscina, hasta llegar casi a la docena, incluidos los inseparables May y Álvarez del equipo de futbol que habían hecho buenas migas por señas con la hija de Arturo e interceptaban, con estilo propio de su deporte, los envíos de comida y bebida desde la cocina al puesto de su madre. En líneas generales el “vestido de fiesta informal” de la juventud se había resuelto con minifaldas para ellas y pantalones acampanados con camisas y jersey para ellos, evitando las camisetas. Excepción de Ángeles que, en cuanto pudo, se deshizo de las joyas de su vestido largo y que guardó en su bolso que hizo desaparecer discretamente en un cajón de un armario, donde supuso que estaría a recaudo hasta el final de la fiesta. El equipo estereo del padre de Jaime se había desplazado al comedor y hacía de amplificador del cassette de Jaime con una selección de música que más o menos había pirateado de la emisora de la Base, con algún tema español de los éxitos del año. Ronald había tenido el acierto de subir sus últimas novedades compradas en el BX, así que se hizo con el plato del equipo y pinchó algunos temas. Las chicas hacían su corrito de cotilleo, hablando del comienzo del curso y las animadoras, y los chicos el suyo, hablando de sus cosas de futbol esencialmente. Jaime se enteraba vagamente entre la traducción simultanea y lo extraño que le resultaba el futbol americano como deporte. Ronald decidió que debería darle una clase extra y llevarle a ver algún partido cuando jugasen en casa. Mary y Angeles le pareció a Jaime que habían hecho las paces, pues se las veía hablar muy animadamente y, a veces, hacerlo sólo entre ellas. De vez en cuando Mary lo miraba y sonreía, lo cual lo desconcertaba.
El baile comenzó al rato de llegar Ronald, un poco tarde, y al comenzar a poner sus temas. La cosa comenzó con el “The Witch Queen of New Orleans” de Redbone, “Hello Buddy” de The Tremeloes y “Soley Soley” De Middle of the road. Subió de tono con “Take me bak’ome” de Slade y requirió por parte de Arturo un toque para recobrar el volumen sosegado que permitiese hablar sin gritar con “Woman to woman” de Joe Cocker, comenzando el baile lento. Como era previsible, Mary se dirigió a Lolo para sacarle a bailar. Inicialmente guardaron cierta distancia en la proximidad, cosa que el chico agradeció para evitar mal entendidos y por estar bailando en su casa. No se habían visto desde el lunes.
- ¿Cómo te ha ido la semana? – El francés sonaba muy bien en ella.
- Sin novedades, esperando que comience el curso. Ya sabes, comprando cosas para iniciar las clases. ¡Ah! y buscando una academia de inglés cerca del colegio.
- ¡Umm! ¡qué bien, chico español! Seguro que aprendes conmigo más que en el centro de idiomas.
- ¿Tu semana? No he querido molestarte, pensando que estarías cansada con el nuevo trabajo – Realmente le había dado cierto corte hacerlo.
- Pues has hecho bien – Confiaba en que lo hubiese hecho, al menos con una llamada telefónica – Esto de trabajar a jornada completa es cansado. Además, echo de menos a las chicas – Dirigió un vistazo hacia el corrillo de sus amigas.
- Seguro que en tu nuevo trabajo conoces a un montón de gente nueva – Resultaba algo evidente para una chica guapa y joven en el surtidor de una base militar
- Demasiado, Lolo – Loló le resultaba extraño en francés – No hay mando, sargento o soldado raso que no pase por la gasolinera varias veces a la semana. Afortunadamente mi jefe hace mantener las formas y la disciplina, lo cual no me evita las bromitas y el filtreo continuo. Confío que sea la novedad y acaben aburriéndose. De momento les digo que salgo con un chico español – Ahora la cosa se ponía más próxima, le pasó los brazos por el cuello y se colgó de él. No le diría que, en el imaginario de la Base, era un matador de toros.
Angeles veía a las parejas bailar y se fijaba, cómo no, en Mary y Manolo Mary había advertido que se había sentido molesta con su excesiva confianza con un extraño como Manolo, además español, así que quiso explicarla que era su forma de ver la vida. “Posiblemente no encontrase el amor, pero era una forma de buscarlo”, la dijo. A Ángeles le pareció un detalle que se hubiese percatado de su reacción, darla una explicación, que no tenía por qué darla, de lo básico de su actuación, por reprobable que fuesen, de lo descarado de sus formas. Ahora había que añadir el hecho del noviazgo “por una temporada” que reservaba para ella el chico, anuncio que celebraron con comentarios subidos de tono las americanas. Cuando comenzó el tema de amor de “The goodfather” “Parla piu piano”, pasó algo extraño. Mary llevó a Manolo donde estaba Angeles y le dijo algo así como “No sois italianos, pero debéis bailar este tema juntos”. Ambos se quedaron tan perplejos que se encontraron bailando, sin más. Angie comenzó con un cierto distanciamiento, pero a medida que el tema progresó se dejó llevar por la música y por Manolo y acabó muy cerca de él. Acabó el tema y se sonrieron. Manolo sólo dijo “Gracias, Ángeles”. Habían acabado un mal comienzo. Mary les sonrió a ambos y creyó que estas cosas del honor también eran cosas de españolas y españoles, nunca los entendería, así que fue a tomar a Manolo, de su préstamo, para el siguiente baile; pero Ronald decidió que “Tumbling dice” de Rolling Stones era mejor opción musical.
Manolo pensó que debería ir a ver cómo andaban sus padres y darse un paseo por la zona noble de la fiesta, aprovechando para traer alguna bebida o algo de picar, aunque las intercepciones de May y Álvarez eran perfectas a la salida de la cocina. Fue entonces cuando se encontró con la llegada de la familia Flores. Lolita debía tener quince años, bastante desarrollados, y sus hermanos un par de años menos cada uno, así que se les llevó para la zona juvenil, lo pequeños no querían dejar a su hermana mayor y, además, a esas alturas de la fiesta Carmen la asistenta ya se había dado por vencida y los hermanos pequeños daban la lata a los hermanos mayores, fuera de la habitación donde habían estado jugando toda la tarde y de vez en cuando buscaban a sus madres en la zona principal, de donde eran deportados inmediatamente. “Layla” de Derek y los Dominos contribuía a este general lío de pequeños y mayores. Manolo les facilitó las bebidas que le pidieron y buscó la ayuda de Angeles para atenderles, al fin y al cabo era la única que sabía quién era su madre, así que hicieron corrillo con ellos para que no se sintiesen apartados.
- Aquí casi todos hablan inglés – Comentó Manolo
- Nosotros hablamos un poco ya. Hace un par de años que vamos a Marbella y hay que modernizarse – Lolita parecía despierta
- ¿Serás artista como tus padres? – Ángeles sentía curiosidad
- No, seré relaciones públicas. Sólo canto para mí – Lolita – Por eso me gusta el inglés, supongo.
- Yo seré químico o futbolista – Dijo Antonio
- Pues yo, sí seré cantante y bailaora, como mamá – Añadió la pequeña con entusiasmo.
Mary se interesó por los recién llegados y conocía a su madre y a su padre, la cultura española le encantaba como a su madre, así que se puso a hablar con Lolita en el inglés lo más lento que podía. Un buen rato más tarde, a pesar de la música, se oyó en la cocina un revuelo de voces: alguien habrá entrado por la puerta de servicio, pensó Manolo. Pasó una media hora y apareció por la puerta del comedor una mujer mayor, de edad indefinida, con rasgos de gitana vestida con un traje de bata de cola bastante ajado.
- ¡Válgame Dios!: ¡Si está la señorita Ángeles! – Su voz se oyó sobre el “American pie” que sonaba y desapareció como una exhalación camino de la cocina.
Al cabo de un instante la señora volvió con un grupo numeroso de gitanos y gitanas con guitarras y trajes de faralaes, se acercó a Ángeles y la tomó de las manos, haciendo gesto de írselas a besar, cosa que no se dejó hacer, y luego pasaron todos los acompañantes, saludándola de igual manera. La señora no dejaba de darle alabanzas:
- ¡Un ángel! ¡Cuánto la debemos señorita! Mire a mi Paco – Señaló a un guapo guitarrista – Muerto estaría de no ser por usted.
- Bueno, tía Paca, en el Dispensario somo muchas personas…
- Pero, nadie como usted, señorita. ¿Quién nos lleva al hospital, si lo necesitamos?...
Parecía que iba a decir mas cosas, pero Ángeles empezaba a sentirse molesta, así que cortó por lo sano y la anciana comprendió el mensaje. El tonó pasó del agradecimiento sincero a la más absoluta superioridad, sin miramientos.
- Habíais venido a cantar y bailar.
Ronald no sabía si continuar con sus éxitos, pues la frase coincidió con el silencio de una canción y, a pesar no saber qué pasaba con los gitanos y la española, percibió que algo sucedía. Arrancó “Night in White Satin” de The Moody Blues para apaciguar las aguas. Fueron saliendo todos de vuelta a la cocina y la tía Paca se volvió para decir:
- Hoy cantaremos y bailaremos para usted, señorita.
Ángeles la sonrió, sabía que lo que ella hiciese más allá del arroyo Valdebebas era sólo cosa suya y de nadie más.
Los chicos americanos, repantingados en el sofá junto a la ventana, estaban bajo los efectos de su sexto botellín de cerveza Mahou, nada que ver con la Budweiser. Los padres no tenían nada que objetar a beber alcohol, esto era España, junto con La Frutería y Los Establos, no ROAKS donde debían seguir las limitaciones de edad. Nebulosamente vieron entrar a los gitanos y saludar a Ángeles de aquella manera tan peculiar. Álvarez preguntó sobre el significado de aquello.
- Es “la madrina”. ¿No has visto “El padrino”? Pues eso – Robert no tenía ninguna duda – Ronald deberías tener cuidado con los amigos españoles que tienes: entre familias mafiosas y familias fascistas, veo peligro para un mocoso estadounidense.
- Estás borracho, May – Ronald quedó algo preocupado por la importancia social de su amiga con alguien tan especial como los gitanos.
Manolo acabaría sabiendo por ella, cuando tuvo confianza para preguntarla por aquella extraña situación, lo que significó realmente. Desde hacía tres o cuatro años, su padre había insistido en la necesidad de convivencia de Ángeles con las jóvenes del Opus Dei, a pesar que la experiencia cotidiana con las reverendas madres irlandesas en el colegio la había predispuesto con los temas de religión no precisamente de forma favorable. Afortunadamente fue a dar con un grupo de mujeres y jóvenes que dentro de la organización seglar y religiosa tenían una larga tradición asistencial, “aquí primero ayudamos y luego rezamos”. Desde finales de los 50 Valdebebas era uno de los barrios más desamparados de Madrid, junto al viejo vertedero de Las Cárcavas. La mayoría de las familias vivían en chabolas y cuando llovía las calles del poblado –por llamarlas de alguna forma- se convertían en un inmenso barrizal. No disponía de agua corriente, y muchas familias se dedicaban a vender fruta en los mercadillos o a recoger ropa vieja y objetos desechados. Una larga fila de carros de traperos se encontraba a últimas horas de la tarde en la carretera de Burgos cuando volvían a su casa. Las jóvenes deseaban proporcionar a aquellas gentes algo de formación humana, profesional y cristiana, y comenzaron por algunas jóvenes del barrio con las que hicieron amistad. Eran un grupo de profesionales, con trabajos muy distintos, y unos grandes deseos de ayudar a los demás, en el tiempo libre que les dejaba su trabajo –profesoras, enfermeras-, en todo lo que podían. Incluso contaron, por proximidad, con la colaboración de algunas jóvenes protestantes de El Encinar a quienes aquella auténtica miseria en el valle cercano les parecía inconcebible. Comenzaron por enseñar a leer y escribir a sus amigas. Con el tiempo fueron ganándose la confianza en un gueto cerrado al exterior y las madres querían que sus hijos aprendiesen a leer, escribir y contar. Se unieron voluntarias del colegio mayor femenino del Opus. Llegó un momento que tenían 200 alumnos y no tenían ni mesas ni sillas: una de las americanas las sacó de algún sitio, nadie preguntó. Con el tiempo se creo una pequeña consulta médica, un dispensario, pagando a sus expensas a un par de médicos, para asistir a una población carente de la mas mínima asistencia, a la que los hospitales les resultaban no sólo distantes, no tenían vehículos para llegar, sino inaccesibles. Nada más instalarlo empezaron a atender a niños desnutridos, a personas con heridas mal curadas… Junto con la atención médica se les facilitaban alimentos y medicinas. En su mayoría habían vivido siempre en una situación de extrema pobreza y a la suerte del destino o de Dios. Muy pronto el grupo de mujeres de Madrid que colaboraban fue en aumento gracias a que una de las promotoras que tenía un automóvil, algo bastante excepcional en aquel tiempo, en el que muy pocas mujeres tenían carnet de conducir. Ese automóvil evitaba tener que chapotear entre el barro en los días de lluvia para llegar hasta la zona de chabolas y facilitó que pudieran venir más profesoras para dar clases de alfabetización a aquellas madres de familia, que tenían grandes deseos de aprender a leer y a escribir, y llevar una vida digna. Como un apéndice del poblado, a los pies de El Encinar existía un campamento gitano que era donde Ángeles “ayudaba y rezaba” dos veces a la semana cuando acudía teóricamente a sus reuniones espirituales del Opus Dei, para tranquilidad de su madre y satisfacción de su padre. Lucas, el chofer, siempre cogía el 850 destartalado, ahora el nuevo 127, para acercar a la señorita a “la casa del Opus”, pero con parada en el poblado gitano, y más de una vez había salido de urgencia a hurtadillas para llevar a alguien al hospital, camino abajo de la depuradora de los americanos. Ni él ni su mujer dirían nunca nada de esta labor de apostolado seglar a los padres de Ángeles, tampoco nunca les preguntaron. Su visión del Opus sería un tanto peculiar en aquellos años.
…
Margot había intentado hablar con Carmen, pero había estado todo el tiempo muy ocupada recibiendo a los invitados o atenta al servicio, las bebidas, la comida y los niños que andan por la habitación del fondo o desperdigados entre los invitados. Cuando ya parecía que los últimos invitados habían llegado y comenzó a recorrer los corrillos que se habían formado, Margot en su faceta de mujer de un Coronel y hablar correctamente español, se dirigió a Carmen para facilitarla el trato con sus compatriotas que, en su mayoría, no hablaban español. El ambiente se había cargado de humo del tabaco, a pesar de que las ventanas estaban abiertas, y las voces habían subido en intensidad, como las risas, a medida que los suministros alcohólicos de los Derby estaban mermando. Los Guardias Civiles hacían tertulia con la familia Smith y Peña se había sumado al grupo, rogando el tuteo entre compañeros y la discreción más absoluta. Los Gándara hacían peña con Aline y Betty y las señoras de los ministros, mientras estos seguían rodeados de su sequito que no los había permitido hablar con nadie más. Los artistas estaban rodeados de algunos admiradores, departiendo y comiendo alegremente, ante la complacencia del empresario satisfecho por el ágape o por habérselo ahorrado. Los americanos, hacia los que se dirigía ahora Carmen, se servían su temprana cena disfrutando de las tortillas, el jamón y la paella en las mesas del fondo, haciendo buen gasto del Rioja que compensaba el alcohol y güisqui JB preferidos por los locales.
- Está muy bien tu fiesta de bienvenida, Carmen – Dijo la única mujer de color – Estamos comiendo lo que más me gusta – Parecía verdaderamente entusiasmada.
- Debes bajar a alguno de nuestros “party” cuando tengas ocasión. Así conoces nuestras barbacoas – Comentó otra de las madres.
- ¿Hacéis mucha vida social? – Preguntó por curiosidad Carmen
- Bueno, no dejamos de ser un pueblo. Celebramos todo que se pueda. A parte, tenemos las actividades de los clubs de esposas, de oficiales y de suboficiales.
- Y luego están las actividades escolares de nuestros hijos que también hay unas cuantas.
- Aburrirnos, no nos aburrimos.
- ¿Ellos siempre están aquí? – Carmen miró hacia el grupo de los maridos americanos un poco apartado de ellas y que prestaban atención a algo que les comentaba Luis, el compañero del banco de Manuel.
- La mayoría están destinados en Torrejón y no suelen moverse fuera, salvo que tengan algún curso o alguna misión puntual de algunos días en otras bases, normalmente de Europa; Ramstein en Alemania o Aviano en Italia, ya sabes.
- Dentro de España, visitamos nuestra base de Zaragoza o la estación de los marineros en Rota- hizo hincapié en que Rota no era una base aerea sino de la Marina- cuando los chicos tienen partidos de futbol.
- ¿Cómo os manejáis por Madrid?, ¿tenéis todas coche?
- Oh, sí. Si no es bastante complicado todo. Toda familia tiene al menos un par de coches.
- Dí un coche y un seiscientos, para que nos entendamos – Todas rieron
- La visita a la Base cada dos o tres días, no te la quita nadie para hacer la compra.
- Tenemos una pequeña tienda de productos de primera necesidad aquí en la urbanización, la Comisaria, junto al colegio, para cosas del día a día, pero los precios son mucho más caros que si lo compras en la Base.
- … y La Frutería que es una pequeña tienda de ¿cómo lo llaman ustedes?... tienda de comestibles, un ultramarinos. También para cosas básicas: el pan…
- Pan reciente, pan de verdad, no de sándwich – quiso explicar otra amiga que era pan del día que traían de Alcobendas – Vino, huevos, jamón…
- Luego hay que comprar en El Corte Inglés de la Castellana…
- O en la Woolworth.
- También compramos mucho por catálogo, por correo.
- Y entonces hay que pasarse por la oficina de correos de la Base a recoger los envíos.
- El coche es necesario de todas, todas.
- Las estadounidenses creo que éramos mayoría conduciendo en los 50 por aquí, por pura necesidad.
- Eso es totalmente cierto – Intervino Aline que se había acercado al corrillo de sus compatriotas – Tú Margot ya tenías un bonito deportivo. ¿Qué era?
- Un Volkswagen Karmann Ghia
- Les dejabas impresionados. Bueno, cuando íbamos juntas más – Rieron
- Al centro bajamos lo menos posible, la verdad es que el recorrido siempre es a la Base por Paracuellos y vuelta.
- ¿En cuanto se hace?, la carretera no creo que sea muy buena.
- Tres cuartos de hora, fácil. Así que tienes que aprovechar la mañana o la tarde para hacer varias cosas. También tenemos servicios de autobuses, pero muy espaciados; preferimos hacer auto-stop o ponernos de acuerdo para ir juntos en un coche. Para ir y volver a Madrid cogemos el P-5 que nos deja en la Plaza de Castilla.
Hubo en ese momento un cierto revuelo que Carmen entendió, por las indicaciones de su marido, que era la despedida de los ministros y su inevitable sequito. Una vez que habían comprobado que se había advertido por todos su presencia, se excusaban con la intención de quedarse sin sus inevitables seguidores. Carmen acudió a despedirles.
- Ha sido un placer y esperamos que no falten a la inauguración del Club de Golf la próxima semana – Comentó una de las señoras de uno de los ministros
- Será para nosotros un placer, como le he comentado a su marido – Contestó Manuel – Muchas gracias por habernos honrado con su presencia.
Cumplido el encargo, los ministros, subsecretarios y demás invitados que abandonaron la reunión seguidamente, estaban en la convicción de que Carrero, o hasta el mismo Caudillo, sabría que había respondido a la llamada de la Patria, un sábado por la tarde.
Cuando, de nuevo Carmen se reintegró al grupito de las americanas, algunos de sus maridos se habían unido y también Betty Lussier. Casi todos los maridos fumaban con un pitillo en una mano y un güisqui JB en la otra.
- Agradezco el detalle de Carmen de consumir los productos de la familia. Mi marido es el importador de la marca
Ricardo Sicre, Richard Sickler, trabajó como espía para los americanos durante la guerra y posteriormente se dedicó a los negocios de importación-exportación en la World Commerce Corporation, dirigida por otro vecino de La Moraleja, Frank T. Ryan, donde se unía el espionaje y los negocios a partes iguales. Posteriormente se independizó y comenzó el comercio por cuenta propia, desde las bebidas espirituosas al gres para piscinas. Betty era una heroína para los pilotos americanos pues había sido también piloto como ellos durante la guerra mundial y luego espía, con numerosas condecoraciones militares. Como Aline, ahora estaba dedicada a la casa, los hijos y los compromisos sociales.
- Haremos una comida benéfica en el Club de Oficiales en un par de semanas. Carmen, Aline y Betty estáis invitadas naturalmente – Margot no perdía ocasión para conseguir fondos para sus obras sociales y las viejas amigas de la CIA y Carmen parecían personas propicias a contribuir generosamente, a parte de su creciente interés por el contacto de la española por su vinculación al Gobierno y, en un primer contacto, porque sinceramente la estaba cayendo bien.
- Carmen, ¿tú eres funcionaria? – Comentó con inocencia la madre de color – Corre por ROAKS … Royal Oaks – Quiso explicar la abreviatura coloquial – el rumor que eres secretaria del mismo Franco. Las leyendas en “nuestra pequeña américa” sobre España y los españoles son increíbles: nos inventamos lo que no conocemos o no nos explicamos y tenemos una idea bastante mágica de lo que nos rodea, muchas veces.
- Exactamente de Franco, no – Quiso quitar importancia al hecho de tan sorprendente popularidad y no muy desviada de la realidad - Trabajo en la Presidencia del Gobierno, como muchas otras personas, que comparte edificio con la Comisaria del Plan de Desarrollo, en el Paseo de la Castellana. No trabajo en El Pardo – La puntualización hizo reír al grupo
- Por otra parte, – Intervino, para sorpresa de Carmen, Aline – para trabajar en un Ministerio en España no es necesario compartir las ideas políticas del Régimen – A parte de ella no había más españoles en el grupo donde comentaban el tema.
Carmen sonrió para asentir la puntualización y decidió cambiar de grupo para saludar a Lola Flores y compañía, a quien se habían juntado Manuel y Luis. Lola, que era muy preguntona, ya le había hecho la ficha a Manuel sobre su trabajo, la familia y sobre todo la casa, “el parné” que les había costado y si estaban contentos con la urbanización y el vecindario. Era una mujer inteligente que buscaba el consejo de la gente que entendía más que ella de cualquier cosa.
- Se ve que lo del agua y lo del teléfono no ha mejorado desde los tiempos de Ava en La Moraleja. Con lo que me gustaría tener un chalecito…
- Tranquilo esto se ve para criar a los niños y eso – Luis, en su faceta de soltero, no veía mucha ventaja a “vivir en el campo en la ciudad” porque para él aquello era campo esencialmente - ¿Conocisteis entonces la famosa “Bruja”? – Sintió curiosidad. Carmen, Aline y Betty se sumaron al grupo.
- Aline, preguntan por Ava y “La Bruja”. ¡Aquello eran fiestas!
- Desde luego. Aunque puede que veinte años menos también hagan recordar las cosas de otro modo…
- Bastante salvaje – Betty se la veía la más contenida del grupo.
Apenas hizo este comentario cuando sonó al final del pasillo un alboroto y comenzó un sonar de guitarras y palmas. Aparecieron los flamencos seguidos de los jóvenes y todos los niños, que estaban totalmente alborozados por aquel espectáculo.
- Pero ¿esto qué es? – La Lola se levantó al oir la música.
- Esto ha sido Arturo que ha dado la voz de alarma - ¡Arturo, gin! – y tiempo le ha faltado para organizarnos la jarana – Dijo Antonio “El pescailla” a su mujer – Pero mira quien viene: ¡la tía Paca, nada menos!
- ¡Mi Lola!, ¡señorita A-l-i-n-e! – Dicho con todas las letras – La faltaba poco a la vieja gitana, de edad indefinida, para volver a llorar – Dios, mío: “El Camaron”. La señorita Ava, nos falta.
Ante la sorpresa de Manuel y Carmen se hizo un gran circulo en el salón de su casa. Los niños se sentaron en el suelo en primera fila, rodeados de los mayores y los gitanos fueron tomando asiento para comenzar la juerga. Los americanos no cabían en su gozo, aquella aparición era como ver llegar a Papa Noel en Navidad. Arturo llegó con más copas y más Rioja, guardado para mantener el final de fiesta. Se pasó a intentar explicar algo a los Tenorio, no hizo falta.
- No sé qué hubiésemos hecho sin su ayuda, Arturo. Muchísimas gracias – Lo abrazaron como muestra de cariño y sincero agradecimiento. Manuel pensó que debería darse a sí mismo un crédito Bankinter al consumo a pagar en seis meses para pagar aquello, pero aquel día no se le olvidaría nunca y, sinceramente, al vecindario tampoco.
Ángeles se había quedado en una segunda fila, con todos los jóvenes, pero la tía Paca, hecho el corro, la buscó para hacerla sentar en primera fila a su derecha. Se resistió, ante la evidente sorpresa de sus padres por la deferencia y el apoyo incondicional de los Flores que entendían la tradición, aunque no sabían el por qué. Mientras “El Camarón” ya se había hecho con las guitarras y dado las pautas para iniciarse con “La Canastera”:
“Alborea
tú eres el aire
que a mí me lleva
Alborea
tú eres el aire
que a mí me lleva
Flamenquita, tú que haces
tus canastitas en los puentes
siendo tan guapa y graciosa
¿por qué vives malamente? …”
Como dándose pie el uno al otro, Lola Flores lo siguió con el arranque de “Cómo me la maravillaría yo”, rasgada por “El pescailla” en una guitarra prestada y con guiños a la Baronesa de Corinto, de quién era ya amiguísima y que sin duda era ya su asesora para la película. Ahora, Lola ya se quitó el chal que había llevado hasta entonces y las palmas tocaban por bulerías.
“Una vez que ví un inglés…”
Dedicada a todos y cada uno de los americanos que ya palmeaban hasta con ritmo, animados por los últimos vapores de JB. Descansó la Flores y la tía Paca cantó y comenzó a bailar la siguiente bulería “Lola lolita lola”, dedicada a madre e hija, pero como se cansaba hizo levantarse a Ángeles a bailar. Ante el asombro de los presentes, la chica de familia bien, absolutamente recatada y algo tímida, sufrió una transformación. Se bajó de sus zapatos de tacón y descalza comenzó a bailar aquel ritmo de manera absolutamente cautivadora, entre los bravos de los flamencos y las flamencas. Las chicas americanas no creían lo que veían: jamás en sus fiestas la habían visto moverse con ese ritmo y sensualidad, totalmente entregada a las guitarras, las palmas y el cante. Manolo no sólo no lo creía, sino que el ensimismamiento con sus movimientos le había hecho abrir la boca, Mary se río y le dio un codazo cómplice para hacerle volver en sí.
- ¡Umm! Ardiente chica española. ¡Cómo lo tenía en secreto! – En francés quedó una frase más sensual aún.
Los Gándara, padre y madre, estaban absolutamente estupefactos. ¿Dónde había aprendido a bailar así su hija? ¿por qué los gitanos la jaleaban con aquella deferencia?... Después de estas y otras preguntas, al arte del baile y el éxito de su actuación les sumió en un orgullo de padres que tampoco les importó mucho poder contestarse. Luis Gándara se acercó a darla un beso cuando volvió a sentarse junto a la tía Paca, más contento que unas pascuas y recibiendo las felicitaciones de unos y otros por el arte de la niña. Siguió la fiesta y la animación durante más de una hora. Ya se iba haciendo tarde y los invitados, poco a poco, se iban despidiendo de los Tenorio con todo tipo de agradecimientos y felicitaciones y los mejores deseos para verse de nuevo en una próxima ocasión para devolverles la deferencia de haber participado en una fiesta tan estupenda, lo cual sonaba verdaderamente sincero y alegraba en cada despedida a la pareja.
Los Corberó, los vecinos de la finca de al lado, salieron con los Flores y El Camarón agradeciendo la acogida, felicitándoles por tan inigualable celebración y poniéndose a su entera disposición. Desgraciadamente un asunto de evasión de divisas malogró tan buena disposición, pocos días después, y otro productor tuvo que afrontar los gastos de “Casa Flora, con Lola Flores y Camarón de la Isla”. Lola, Aline y Betty agradecieron también a Arturo personalmente una fiesta como no recordaban desde los tiempos de Ava, lo cual fue un orgullo personal para Manuel en recuerdo de su adorada actriz. La madre de Mary y Carmen quedaron en tomar café en la cafetería de El Corte Inglés alguna tarde, a la salida del trabajo, para hablar de sus cosas, pensando en los chicos, y hacer unas “compras de chicas”, lencería esencialmente. Margot insistió en invitar a los Tenorio a bajar a tomar café y conocer “la parte baja” dando una vuelta con ella y su marido, “mañana mismo que es domingo”, así quedó la cosa. Los Gándara agradecieron una reunión social tan bien organizada y que había convocado a gente tan importante y distinguida, siendo invitados los Tenorio a sus acostumbrada reunión de los sábados con los amigos en su casa. Ángeles se despidió de toda la familia con un beso de agradecimiento a cada uno, en especial al pequeño:
- Eres guapa y bailas bien. ¡Me gustas! – Rieron
Los Guardias Civiles y el sheriff se despidieron, todos con la alegría de la última copa, cuadrándose y con un saludo militar de Juanmari, quién les disculpó en su euforia etílica la indiscreción. Le dieron gracias por la oportunidad de compartir tan buen rato entre ellos y con los vecinos. Discretamente los gitanos les esperaron en la calle para hacer el viaje de vuelta al valle, aunque fuese cuesta abajo y todo ayudase para bajar. Juanmari estaba contento y no sólo por el Rioja.
- ¡Qué magnifica fiesta! Creo que ha sido una forma excelente de entrar en sociedad. Cuando cuente que hemos estado con Lola Flores no se lo cree nadie… y lo de los flamencos… Bueno, muchas gracias. Lo he pasado genial. Aquí tiene Carmen mi tarjeta: cualquier duda o consulta, o tomar un café si os viene bien, me llamáis. Gracias Manuel por lo que me habéis contado Luis y tú del tema de la red de ordenadores, seguro que tenemos oportunidad de hablar del tema más adelante – A pesar de ir con un par de güisquis de más, el militar guardaba las apariencias y el aspecto apuesto y elegante.
Los americanos se resistían a dar por acabado el jolgorio, bastante cargados de bebida, especialmente los jóvenes deportistas que deberían martirizarse todo el domingo reduciendo su grado alcohólico. Con efusivas muestras de afecto en la despedida, fueron encaminándose hacia sus vehículos, que estaban aparcados en medio de la nada aquí y allá en los arcenes de las calles aledañas.
Al final prácticamente quedaron Aline y Betty que, antes de despedirse del matrimonio Tenorio, lo hicieron de Carmen en un aparte:
- Bueno aquí tienes dos amigas, para lo que necesites – Aline la guiñó un ojo.
- Si hicimos maravillas con Margot, contigo creemos que contigo también es posible – Betty guiñó otro ojo.
- No faltéis a la inauguración del Club de Tenis.
Carmen había olvidado totalmente el aviso sobre las “dos amigas de España” que estarían seguro en su fiesta de bienvenida. Aquellas señoras de cincuenta años dedicadas a la casa, de la que se encargaba el servicio, los hijos, que ya eran mayores, y los compromisos sociales, que las aburrían soberanamente, eran unas espías; porque nunca se dejaba de estar atento a lo que sucedía a su alrededor si una vez habías prestado atención.